That is the question. Esta frase utilizada por William Shakespeare en su obra Hamlet, se ha viralizado como figura de la eterna duda. Ser o no ser, cambio o no cambio, voy o no voy, regalo o no regalo, como o no como, y podría estar durante horas planteando estos escrúpulos que pasan por las mentes de infinidad de hombres y mujeres de negocios.
Es que la duda corroe todas las actitudes en la vida de las personas y de sus proyectos. Si hay algo que debemos dejar es justamente las dudas, porque la misma sabiduría milenaria nos enseña: “El que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. Quien es así no piense que va a recibir cosa alguna del Señor.” Sgo.1:6-7 Es decir, al practicar las dudas, utilizas uno de las peores actitudes para poder alcanzar los objetivos anhelados.
Lo antónimo a la duda es la certeza, pero generalmente tenemos dudas porque las certezas no son tales. Ayúdame a pensar: en este mundo cambiante, donde los valores de hoy se contraponen con los del ayer, donde las leyes cambian, las economías cambian, las culturas cambian, tener seguridad se convierte en una utopía, en una fantasía. Y es entonces cuando justificadamente las dudas aparecen. En qué confiar? En quien confiar?
En estos días se viene celebrando en el Auditorio de la Universidad CEMA el juzgamiento de los mejores casos de marketing 2015 organizado por la Asociación Argentina de Marketing (AAM). Me siento orgulloso que me hayan considerado parte de los jurados. Escuchando estas presentaciones donde los encargados del mkt muestran sus logros, se me amplían mis niveles personales y profesionales de fe y de creatividad, porque no he encontrado duda alguna en ninguna de las empresas participantes, y todas vienen alcanzando y sobrepasando sus objetivos. Si hubiesen existido en estos equipos de trabajo, conversaciones como: saldrá o no saldrá, lograremos o no lograremos, to be, or not to be, seguramente no hubiesen estado participando por el Premio Mercurio.
Si te toca enfrentar las dudas, elije y juégate por causas nobles, puras, las que te permitan servir a las personas y no servirte de ellas, y verás que te convertirás en un agente de cambio en la vida y en el trabajo. Podemos decir con toda confianza: "El Señor es quien me ayuda; no temeré. Qué puede hacerme el hombre?” Y si tienes que cambiar o quieres hacerlo, hazlo. La reingeniería comienza con el interior de uno y es muy bueno reinventarse de adentro para afuera y de arriba para abajo.