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General: DE LA MANO DE DIOS
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Néstor Barbarito  (Mensaje original) Enviado: 26/09/2016 21:49

«Caminemos este día, tomados de la mano del Señor

(Mi recuerdo afectuoso hacia Don José Bongarrá,)

Todas o casi todas las reflexiones que les voy compartiendo y no llevan el nombre de otro autor, las escribo porque la pobre “caja de aserrín” que Dios puso sobre mis hombros, no siempre entiende las cosas de primera mano, y he podido comprobar que planteármelas por escrito me ayuda a meditarlas y comprenderlas. Lo que sigue es un buen ejemplo de esto.

Recuerdo que cuando era un muchacho, al poco tiempo de mi bautismo en la Iglesia Católica, escuchaba a diario el mensaje radial de un respetado pastor evangélico, a quien nunca conocí personalmente pero enriqueció mi conocimiento y amor a Cristo. Don José Bongarrá finalizaba siempre su disertación con aquella frase del epígrafe: “Caminemos este día tomados de la mano del Señor”. Estas palabras nunca han dejado de resonar en mi interior.

Desde entonces transcurrieron muchas décadas en las que escuché en muchas voces, leí y repetí mil veces aquella o parecida frase. Hoy quiero preguntarme, y también a vos, si es que en verdad tengo –tenemos los cristianos- en claro qué significa andar el camino tomados de la mano de Dios. Te cuento lo que se me ocurre al respecto. En realidad lo que creo que el Espíritu me sugiere. Me gustaría que revisaras qué te sugiere a vos.

En primer lugar, creo que “andar tomado de la mano de Dios” ha de consistir en hacer lo que esté a mi alcance para mejorar aquellas cosas susceptibles de ser modificadas, anteponiendo siempre el bien común o el de mi prójimo, a mi propio interés o comodidad. Entiendo que esa sería la primera actitud que Él me conduciría a tomar, en la certeza también de que esa fue la actitud con que vivió cada circunstancia de su vida el propio Jesús

Convendrás conmigo en que esto no es tan sencillo como se lee, en medio de un mundo donde la comodidad, el hedonismo y la sensualidad, el poder y el tener, son ensalzados en los medios masivos de comunicación, y ya echaron profundas raíces en el interés y la consideración de nuestra sociedad. Particularmente en quienes tienen alguna posibilidad de procurarse ciertas gratificaciones que, aunque sean lícitas, suelen llenar el corazón de deseos banales, cuando no absolutamente insustanciales, y lo que es peor, orientar la voluntad y los esfuerzos a obtenerlos. Aunque también en la gente que tiene menos recursos económicos anidó al fin el deseo de emular esos objetivos, y en muchos casos, no hay con aquellos más diferencia que las posibilidades materiales de que pueden disponer.

Está claro que el propósito de anteponer el bien de los demás al propio, sólo lo voy a poder llevar a cabo si vivo los criterios evangélicos y les doy la espalda a los puramente humanos, sin dejarme influir por las razones de los “sabios y prudentes” de este mundo. Proceder así, implica resistir los impulsos egoístas, y alentar los más nobles y generosos, tratando de que el hombre nuevo crezca y el viejo se vaya agostando.

Por otra parte, creo que la idea implica aceptar con paz la voluntad de Dios en las cosas que no puedo modificar por mis medios. Como enfermedades, vejez, soledad y otras cargas cuyo control me es ajeno, pero sin duda no escapan a la voluntad permisiva de Dios. «Hasta los pelos de sus cabezas están contados. Así que no tengan miedo» (Cf Mt 10,30-31)

En otros aspectos, como los familiares, por ejemplo, los afectivos o los económicos, si a pesar de realizar mis mejores esfuerzos las cosas no salen del mejor modo, aunque a veces esto ocurra como consecuencia de mi falta de capacidad personal, habilidad o perspicacia, aceptar el fracaso sin rebeldías ni rencores, ni aun contra uno mismo, es tomarse de la mano de Dios para andar por su camino. Quizás difícil, sinuoso y en subida —no por el llano y recto que yo desearía—, pero seguro de que es por el que Él quiere que vaya.

Por supuesto que llevar estas cosas a la práctica en una sociedad como la actual, donde abundan otros ídolos dorados como la juventud, el sexo, el dinero, el prestigio y el éxito, tampoco es “moco de pavo”, como diría mi padre (no es sencillo; poca cosa).

Tratando de resumir lo dicho: caminar tomados de la mano de Dios, es tratar de descubrir su paso en mi historia. Su voluntad en los acontecimientos de mi vida; el más profundo sentido de lo que ocurre en ella para poder acompañarlo sin oponerle resistencia. ¡Pero soy tan “duro de entendederas”…! A veces mi corazón me muestra un sendero y mi cerebro me insiste en que transite otro, y me cuesta discernir por cuál quiere Dios conducirme.

En casos como ese, sólo me resta confiar la elección de mi camino al Espíritu que hemos recibido y sé que vive en mí, orando para que sea Él quien me muestre el camino recto.

Por fin, creo que andar de la mano de Dios; por sus caminos, significa ejercer con prudencia y responsabilidad la denuncia profética contra toda injusticia, y tratar de desarrollar los talentos de que Dios me dotó -pocos o muchos-, en la medida de mis responsabilidades, para ponerlos al servicio de la comunidad. Esto es, ofrecerle aquello de que dispongo: mis manos, mis brazos, mis labios o mi pluma, en fin, la vida. Especialmente en cuanto al anuncio del Evangelio que ha de ser proclamado, para que los que me rodean reciban al menos un “kerigma” implícito. No guardarme lo que voy descubriendo, hacerlo vida y ofrecerlo a los demás según mis posibilidades. «¡Ay de mí si no evangelizare!» (1ª Cor 9,16). Si doy razón de mi obrar, esto es: no oculto que mis actitudes están inspiradas en la voluntad de Dios manifestada en Jesucristo, estaré evangelizando.

Cuando dejo de hacer algo que me da placer, para visitar a mi amigo enfermo o necesitado de compañía, por ejemplo. O cuando abandono caminos dudosos pero que me pueden brindar pingües beneficios, porque no se adecuan a las exigencias de la honestidad y la moral o perjudican a terceros. Cuando, a pesar de lo tedioso y difícil de una situación, me empeño en acertar con una solución que sea beneficiosa para la mayoría, aunque no satisfaga mi propia expectativa o necesidad, o cuando acepto lo inevitable con paz y lo ofrezco al Señor con sencillez de corazón, entonces creo que estoy andando mi camino tomado de su mano.

Estos son los principios fundamentales que, a mi entender, enmarcan el significado de la expresión que hoy quise esclarecerme haciendo esta reflexión, y si fuera posible, ayudar también a quien le caiga en sus manos, a comprenderla mejor.



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: hectorspaccarotella Enviado: 28/09/2016 03:19
Gracias Nestor!!!
Tus mensajes tienen el gran valor de lo testimonial.
Agradezco a Dios por haberte puesto en mi camino.
Héctor


 
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