Tiburcio
es un consumidor de novedades espirituales (o pseudo-espirituales). Es
un buscador. Pretende algo “raro” y especial para su vida. Cuánto más
rara y espectacular sea esa manifestación, parece que más profunda será
la experiencia. En algunas ocasiones logra conectarse con Dios de un
modo más intenso y, en otras oportunidades, todo es cáscara (no hay
contenido).
Bienvenida
sea la búsqueda, pero deambular por cualquier lugar donde surja una
novedad puede ser una manifestación de nuestra “pereza espiritual”. El
perezoso espiritual muchas veces prefiere acudir a todo lugar donde se
promocione una novedad ya que ve allí una posibilidad de lograr en un
día lo que se debe cuidar durante años.
A Tiburcio esa búsqueda del hecho mágico lo aleja del cuidado diario
de su vida espiritual. Le venden algo que todos queremos comprar: una
experiencia que por sí sola tendrá el poder de cambiar todas las cosas.
Aquellos
que avanzan en su vida espiritual pueden tener algunas experiencias
puntuales que les hayan generado un alto impacto. Pero se cuidan a
diario, alimentan en cada jornada su espíritu y buscan en lo cotidiano
la Presencia de Dios. En el cuidado de la relación con Dios no todos
los días hay espectacularidad. No siempre se siente un escalofrío o un
gran calor, un temblor, una caída o algo parecido. Es en el marco de
nuestra inmadurez que, muchas veces, forzamos el surgimiento de algo
“fuerte”.
El paradigma que comanda este estilo de afrontamiento es el siguiente:
“Si no estoy sintiendo algo fuerte,
no está pasando algo en mi vida espiritual.
Donde se produce una manifestación espectacular
allí Dios está haciendo algo especial.”
He
participado de reuniones grupales de búsqueda espiritual donde he
visto y sentido cosas extraordinarias, pero cuánto dolor experimento
cuando nos equivocamos y nos centramos en la “rareza” perdiendo la
sustancia de lo que puede estar sucediendo. Felicito a un líder
espiritual muy renombrado quien, en una oportunidad, pidió perdón
públicamente por haber utilizado concientemente ciertas herramientas
psicológicas para producir determinados comportamientos en algunas
personas. Esa confesión, lejos de quitarle autoridad, para mí, lo
convirtió en un hombre aún más respetable. No me emociona a esta altura
de la vida ver o que me cuenten de una experiencia fuera de lo común.
Pero sí me conmueve cuando alguien está experimentando cambios reales
en su vida.
¿Cómo saber si nuestra experiencia espiritual fue genuina?
Si luego de esa experiencia, salimos siendo mejores personas, más
amables con nuestra familia, más serviciales en nuestro trabajo, más
equilibrados para enfrentar las presiones del día a día; en definitiva
más lleno de amor y de paz.
Por
lo tanto, bienvenida la búsqueda espiritual; pero que incluya la
búsqueda del compromiso. Bienvenida la espectacularidad; pero que
conduzca a los cambios personales. Bienvenido sea cuando Dios te puede
llevar a sentir todo tipo de emociones, te puede tirar al piso, etc.;
pero no te tires, no fuerces emociones, no empujes. No nos distraigamos
de lo esencial manipulando en búsqueda de hechos “extraordinarios” que
sólo nos llevarán a una simple anécdota (que contaremos o mostraremos
para alimentar nuestro ego). Dios no necesita que lo ayudemos. Es
demasiado Poderoso como para necesitar de alguna “ayudita” nuestra.
Ahora bien, si te has dado cuenta que has “forzado” experiencias
espirituales propias o ajenas, pídele perdón a Dios. Que en este día Él
se manifieste en nuestras vidas como quiera.