LA FUENTE DE NUESTRA ESPERANZA
La
esperanza es el deseo de tener algo, junto con la confianza de
recibirlo. Pero cuando nuestra expectativa de satisfacer ese deseo se
reduce, puede sobrevenir el desanimo, el cual, si se prolonga, puede
llevar a la desesperanza. Judas, el discípulo, quería ver libre a
Israel de la dominación romana para que fuera la potencia dominante del
mundo.
Tal
vez pensó que el arresto de Jesús haría que Dios utilizara la fuerza
contra los gobernantes religiosos y políticos de Israel. Si ese era su
pensamiento, entonces Judas se equivoco en su objetivo. Sabemos con
certeza que su traición a Jesús le costo todo: se suicido, abrumado por
el sentimiento de culpa.
Tenemos
un enemigo que esta al acecho de nuestros momentos de debilidad para
alejarnos del Señor. Como padre de la mentira que es, trata de que nos
mantengamos centrados en nuestras circunstancias, de que dudemos de
Dios y de que nos quejemos diciendo: =Esto no es justo. Si el Señor me
ama, por que permitió que esto sucediera?=.
Como hijos del Padre celestial, hemos renacido a una esperanza viva: el Señor Jesucristo (1 P 1.3).
Gracias a El, hemos pasado de la condenación a la aceptación total, y
de la muerte espiritual a la vida eterna en el cielo con el Señor. Y
tenemos en nosotros su Espíritu para guiarnos en los tiempos difíciles y
ayudarnos a encontrar consuelo en medio de ellos.
Por
estar siempre seguros en el Señor, nunca estaremos en una
circunstancia irremediable. Es posible que nos sintamos desesperanzados,
pero las emociones no son confiables. Jesucristo, nuestro Salvador y
amigo, es nuestra fuente constante de esperanza.
Enviado por ANA de RIVERA (El Salvador)