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General: LAS MENTADAS "PRUEBAS"
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Néstor Barbarito  (Mensaje original) Enviado: 27/06/2017 14:28

Hace años que me empeño en contar a mis hermanos lo que entiendo que es el verdadero sentido de lo que, en el lenguaje habitual, los cristianos llamamos pruebas.

“Dios me mandó una dura prueba”... “Son pruebas que Dios nos manda”...  Son expresiones que he oído y leído muchísimas veces. No sólo mis contemporáneos, hermanos en la fe sino también los libros de espiritualidad desde muy antiguo las repiten a menudo. Los más prominentes hombres de la Iglesia, teólogos, místicos y santos, y la Biblia misma, se refieren con frecuencia a “las pruebas”.

 Con el respeto que todos ellos me merecen, debo decir que creo que casi siempre esta palabra está mal usada, o quizás, en la mayoría de los casos, mal entendida. Mi experiencia catecumenal me ha convencido de que esa expresión confunde a mucha gente. En no pocas oportunidades la oí pronunciar con tristeza y resignación, o hasta con fastidio, como si Dios les estuviera tomando examen por medio de esa particular circunstancia de su vida que ellos llaman “prueba”.

Estoy convencido de que,  como Jesús lo manifestara en muchas ocasiones en los evangelios, Dios es nuestro Padre.  Sé que esto es así. Dios es Padre, no un severo juez. Y menos aún el propio Jesús, que nos dice «Yo no he venido a juzgar al mundo sino a salvarlo» (Jn 12, 47).

                                                                                                            

Si la palabra “prueba” fuera utilizada con el sentido con que habitualmente se la usa, esto es: el procedimiento de comprobar “hasta dónde puede llegar”,  “hasta dónde puede soportar”, “para qué cosas sirve o no sirve” o “de qué calidad es” un material, una sustancia o una persona, yo no estoy de acuerdo. Si se usa entendida como una evaluación, por parte de Dios,  de mi fe, de mi esperanza o mi amor, de mi paciencia o fortaleza,  yo digo con absoluto convencimiento: ¡NO!  La expresión es ambigua, y usada en este sentido me parece errónea. En mi caso, en el tuyo, en el de Abraham, en el de Job o en cualquier otro caso. Porque -me pregunto- ¿será qué Dios necesita probar algo en relación a mí? ¿Acaso no me conoce Él infinitamente más en profundidad que yo mismo? ¿No sabe con absoluta certeza cómo voy a reaccionar ante determinadas situaciones? ¿Acaso  precisa verme ‘meter la pata’ una y otra vez para saber que soy torpe, o hasta dónde puedo sobrellevar una situación difícil que, sin dudas, Él me está dando la fuerza para soportar? Pablo me dice: «Todo depende, no del querer o del esfuerzo del hombre, sino de la misericordia de Dios.» (Ro 9, 16). No tengo nada que probarle a Dios, porque ¿quién sino Él conoce mis límites y la pobreza de mi condición? En otras palabras: ¿Puede Dios ignorar algo de mí? O más propiamente aún: ¿puede Dios ignorar algo? Y mi respuesta es en todos los casos la misma: si esto  fuera así, me animaría a decir que  no es Dios. Al menos no es el Dios en quién yo creo.

El argumento que termina de convencerme de que la palabra prueba no ha sido usada (ni debería serlo) con el significado de “comprobar”, “examinar”  o “demostrar”, es el siguiente: la Escritura habla de “la prueba “ a la que habría sido sometido Jesús. Dice la carta a los Hebreos: «Por haber experimentado personalmente la prueba y el sufrimiento, él puede ayudar a aquellos que están sometidos a la prueba. (Heb. 2,18). Sin embargo, está clarísimo que Él no tenía nada que probarle ni demostrarle al Padre (ni mucho menos a nosotros). Sólo obrar la Redención en absoluta comunión con su Padre, y dejarnos su impronta.

Creo que la palabra prueba ha sido usada en todos los casos que te mencionaba antes, con el significado real de “dificultad”, “sufrimiento”, “pena” o “cáliz”. Esta última es la palabra que usó el propio Jesús dirigiéndose al Padre, en su agonía en el huerto de Getsemaní. Así lo atestiguan  los tres evangelios  sinópticos - «Padre, si es posible, alejá de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Cf  Mt 26,39;  Mc 14,36  y Lc 22,42). (A propósito, esta es, a mi juicio, la síntesis de la oración perfecta).  Sólo  utilizada  en  ese  sentido  puedo aceptarla y concederle validez.  Aunque,  como  su  significado  es, como te decía,  ambiguo, prefiero no usarla para no confundir a los recién iniciados, y aún a otros más formados o informados en la fe que sin embargo no suelen tener esto demasiado en claro.

En todo caso, si aceptara esa expresión de “la prueba”, lo haría en relación conmigo mismo  y con mis hermanos. Conmigo, por el conocimiento que me podría proporcionar en cuanto al alcance y el peso de mis  convicciones. Si la usara, sería para significar que me sirve para evaluar mis avances o retrocesos en la fe,  la esperanza y el amor, y para darme pautas o criterios que me pudieran ayudar a  ratificar o  rectificar  rumbos. Que  Dios utilice, en su infinitamente sabia pedagogía, esas circunstancias para darme pistas acerca de por qué punto del camino voy andando, ¡eso sí lo creo! 

En lo que hace a mis hermanos, mis dificultades, en el caso de ser superadas felizmente, quizás les confirmaran la autenticidad de la fe que profeso en Cristo, mi Salvador. Sería un testimonio que los predispusiera y animara a creer y confiar a su vez.

Pienso que las llamadas “pruebas”, son en verdad “ejercicios” que la vida nos pone por delante, no sin el consentimiento de Dios, para que, al par que desarrollamos nuestra madurez humana, vayamos ejerciendo y fortaleciendo las virtudes que el Espíritu ha querido darnos y nosotros tenemos la responsabilidad de acrecentar. Y el Dios en quien creo, que es Padre como yo (salvando las distancias), está siempre siguiendo de cerca nuestros pasos para auxiliarnos y guiarnos llegado el momento. No para tomarnos examen ni saber de qué o de cuánto somos capaces. Eso lo sabe desde toda la eternidad.

Cuando estoy en presencia de situaciones delicadas o inmerso yo mismo en problemas de difícil resolución, suelo recordar lo que mi esposa y yo hacíamos con nuestros hijos cuando estaban empezando a caminar, -y seguimos  haciendo, si bien en otros órdenes, ahora que son hombres y mujeres adultos-: los animábamos a afrontar dificultades cada vez mayores en una progresión adecuada a sus fuerzas y equilibrio, para que fueran descubriendo y desplegando sus potencialidades, sin alejarnos más de lo prudente para ayudarlos cuando fuera necesario. Muchas veces sin que ellos lo advirtieran.

Casi me animaría a decir que lo que llamamos prueba, puede ser tentación. Tentación de arrojarnos al vacío de la desconfianza; de la desesperanza. Aunque por el otro lado, es una oportunidad que Dios nos da para acrecentar nuestra confianza en su misericordia. Y estoy seguro de que, llegada la hora de beber del “cáliz”, el Espíritu nos habrá de dar la fortaleza necesaria para resistir y superar la tentación de afligirnos y desesperar,  aceptando en cambio la invitación a afirmarnos en Él, en su Palabra, en sus promesas.

En el capítulo V de las Florecillas  de San Francisco, el autor usa una expresión que a mi juicio es, en simples palabras,  lo más representativo de este pensamiento. Llama a estas tentaciones y batallas libradas contra la adversidad: «Ejercicio de virtud».  

Por otra parte, aceptar y enfrentar con paciencia y entereza por razón de nuestra fe las situaciones difíciles, es una excelente manera de trasmitir nuestra esperanza en Cristo, de anunciar la Buena Noticia. En otras palabras: un kerygma.*     

 

Por fortuna, Dios no es un Inspector de Rentas, ni un Fiscal, ni tampoco  un severo Profesor. Felizmente es mi Padre. Si acaso me examine, «me examinará en el amor, en el atardecer de la vida» (S. Juan de la Cruz).  Jesús, refiriéndose al juicio final,  me lo cuenta con una  bellísima aunque inquietante metáfora (Mt 25, 31-46) que  me invita a estar atento y trabajar hasta el último día, para aprender a amar; a descubrir en mi hermano al propio Cristo, que vive oculto tras su rostro. Tarea por demás urgente e importante, ya que el amor, ciertamente, es el único bagaje que podré llevar cuando viaje a la Casa del Padre.

 


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(*) Kerygma: un primer y somero  anuncio de la Buena Noticia de Cristo Jesús, que ha vencido al pecado y a la muerte.


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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: hectorspaccarotella Enviado: 27/06/2017 21:27
Querido amigo, me pareció oportuno hacer mi aporte con esta reflexión de David Wilkerson:

¡NUNCA TE RINDAS!

En Apocalipsis, Cristo se refiere a Sí mismo como “EL QUE ABRE Y CIERRA [PUERTAS]” (ver Apocalipsis 3:7). Esto fue en una carta enviada a los creyentes de la antigua Filadelfia, una iglesia a la que el Señor alabó por guardar la palabra de Su paciencia y por nunca negar Su nombre. Para ponerlo simplemente, en sus momentos de mayor prueba, estas personas permanecieron fieles en la Palabra de Dios. Ellos no acusaron al Señor de descuidarlos ni de tener oído sordo a sus clamores.

Evidentemente, Satanás vino a ellos con mentiras. Sus principados y potestades de las tinieblas, espíritus engañadores salidos de las mismas entrañas del infierno, dicen que Dios ha cerrado todas las puertas, que Él no es merecedor de adoración ni de fe. Pero estos creyentes, de los cuales Jesús dijo que tenían poca fuerza, siguieron confiando, esperando pacientemente a que Dios ponga la llave en la puerta para abrirla. Él tiene la llave para cada puerta cerrada; y sólo Él pone delante de nosotros puertas abiertas.

Esto es lo que el Señor les prometió a ellos y es también nuestra promesa:

“Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra” (3:10).

Pero tú, porque todavía confías en Sus promesas y estás dispuesto a morir en la fe, aún si no ves las promesas cumplidas; tú, serás guardado de esta tentación de caer en incredulidad, que vendrá a lo largo de todo el mundo. Dios ha escuchado tu clamor y Él sabe el tiempo, la misma hora en que abrirá todas las puertas. Así que nunca te rindas. Nunca dudes. Permanece firme en Sus promesas. ¡Él no te fallará!



Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: hectorspaccarotella Enviado: 28/06/2017 11:47
Citándote como autor, por supuesto, me tomé el permiso de compartir en redes sociales tu mensaje. Abrazo, Nestor.

HÉCTOR


 
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