Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal desvanece ¿con qué serásalada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por loshombres
La sal siempre se ha utilizado para conservar los alimentos. En la época de Jesús no existían los refrigeradores eléctricos y la sal era costosísima. De ese valor deriva la palabra “salario”.
Jesús compara a quienes lo escuchaban con la sal, planteando que estas personas impiden que la tierra “se pudra” en el desamor, el egoísmo, la violencia, etcétera, es decir, que la tierra se malogre totalmente en las consecuencias de amar a este “mundo” y a sus deleites.
La afirmación de Jesús es muy clara: los suyos son la sal de la tierra. Son el sabor que dan a la sociedad los hijos de Dios; personas de conducta particular, libres de los esquemas del mundo. Son la “gracia”, los auténticos, los que hacen la diferencia.
Esto es notorio cuando observamos a alguien “carismático”, lleno de “sabor”, marcando la diferencia en medio de una sociedad alienada y estereotipada por los valores efímeros que la condicionan.
En muchas partes del planeta se ha extendido el dicho de que “estar salado” es estar expuesto a la aflicción; es estar en oposición con los beneficios que ofrece la vida, aceptar que todo “sale mal”: estar “salado”. Esto no significa que todo aquel que está “salado” pertenece al grupo de los que, a causa de su injusticia, las fuerzas siderales lo conducen al fracaso, porque es notorio que quienes obran impíamente transitan un camino tortuoso lleno de obstáculos, y jamás alcanzan lo que desean.
También es cierto que muchos justos que creen en Dios y llevan una vida recta y consagrada para acomprender y realizar su voluntad, viven en estrechez y aflicción, como si fueran delincuentes.
Igualmente existen personas injustas, vanidosas, egoístas, inmorales y malvadas a quienes todo les sale bien: prosperan y alcanzan los deseos de su corazón.
Conocemos “artistas”, quienes son conocidos como “ídolos”, o “estrellas” cuya conducta es abominable: son vanidosos, lujuriosos, lascivos, arrogantes, soberbios, necios, viciosos, que enseñan a la humanidad que “la vida es un carnaval”, y viven rodeados de bienes materiales dentro del más escandaloso deleite.
Todo lo que acontece a los hijos de Dios son propósitos en el examen de los corazones: si alguien padece aflicción, bendiga a Dios; si alguien alcanza riqueza material, dé gracias a Dios y apresúrese a socorrer a su hermano en Cristo.
Ahora bien, si la “sal” deja de estar salada, no sirve para nada y es hollada (intervenida) y pisoteada por el mundo: quién habiendo sido considerado “sal de la tierra”, y se aparta de quiénlo ungió con ese carisma, queda expuesto a la maldad del mundo. Es decir, que quién tomó el camino de la justicia y “se echa para atrás”, el mundo lo va a triturar y a intervenir. De esto inferimos que estar del lado de la justicia, es estar protegido contra la corrupción del mundo.
Desde esta perspectiva, la gran masa de pobres de espíritu, mansos, sedientos de justicia, misericordiosos, limpios de corazón, pacificadores, perseguidos por causa de seguir a Jesús, son considerados por él como “la sal del mundo”, los que impiden que la fuerza destructora del maligno destruya completamente a la humanidad.
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