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SOLO NIÑOS: CUENTO 101 DALMATAS
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De: LOLY-AMOR  (Mensaje original) Enviado: 27/06/2009 22:37

101 DALMATAS

Esta historia ocurrió en Londres, no hace mucho tiempo.

 Dos preciosos y encantadores dálmatas, Perdita y Pongo, vivían felices en una casita del centro de la ciudad, con sus amos, Anita y Roger.

Roger pasaba el día tocando el piano, y a Anita le gustaba mucho escucharle porque era un excelente músico.
 

Anita y Roger tenían a su servicio a una dulce señora, ya mayor, llamada Nani. Aquel día, Nani había limpiado cuidadosamente el sótano Perdita estaba a punto de dar a luz.

Pongo y Roger esperaron en el salón, llenos de impaciencia, el gran acontecimiento. Por fin se abrió la puerta del sótano y apareció Nani.

-¡Son nueve!  -anunció

-¡Once!  -gritó Anita desde abajo-.

-¡No, trece!

Poco después, se enteraron del número definitivo: ¡Quince!

¡Quince cachorros! Pongo se sintió orgullosísimo... y completamente feliz.

-¿Qué vamos a hacer con tantos?  -preguntó Roger, al verlos.

-¡Quedarnos con ellos, naturalmente  -respondió Nani, meciendo a los tiernos cachorritos.

Precisamente esa noche, la malvada Cruella de Vil fue a visitar a Anita, su antigua amiga del colegio. Cuando vio los cachorros, quiso comprarlos todos.

-Os pagaré lo que me pidáis  -dijo

-No están en venta  -respondió Roger señalando la puerta.

Pongo empezó a gruñir y a enseñarle los dientes. Entonces Cruella, furiosa, se fue dando un portazo.

-¡Quiero esos cachorros!  -murmuró Cruella al salir-. ¡Y los tendré!

Entonces se dirigió a casa de sus esbirros, Horacio y Gaspar, y les expuso su malvado plan.

-Esperaremos a que les salgan las malditas manchas en la piel -les dijo-. Y entonces, aprovechando el paseo nocturno de Pongo y Perdita con sus amos, actuaremos.
 
 
Aquella noche, como siempre, Roger y Anita fueron a dar un paseo por el parque, después de dejar a los cachorros dormidos y al cuidado de Nani.

En cuanto Horacio y Gaspar les vieron alejarse entraron en la casa, encerraron a Nani y metieron en un saco a los perritos.

Cuando regresaron Roger llamó a la policía, los cachorros había desaparecido. Pero Pongo y Perdita pensaron que la "llamada del crepúsculo", el teléfono perruno, sería de mayor ayuda.

-¡GUAU! ¡GUAUUUU!  -ladró Pongo, con todas sus fuerza.

Sus mensaje acabó siendo escuchado por un gran danés, de las afueras que fue pasando de esta manera el mensaje por todos los rincones del país.

-¡QUINCE CACHORROS DÁLMATAS DESAPARECIDOS!


Por fin la noticia llegó hasta el Coronel de la granja junto a la mansión de Vil.

-Quizás estén allí  -dijo el gato Tibbs.

-¿Dónde?  -preguntó el Coronel.

-Esta noche he oído ruido en la mansión. Me dio la impresión de que había muchos cachorros, porque no paraban de ladrar.
 

-Vamos a echar un vistazo!  -ordenó el Coronel.

-¡Por mis bigote!  -exclamó asombrado a asomarse por la ventana  -¡Son muchísimos! ¡Tendremos que comunicarlo a Londres rápidamente.

 Pongo llevaba toda la noche junto a la ventana.

-Escucha...¡GUAU, GUAU, GUAU!  Los han encontrado en una antigua casa de campo  -dijo a Perdita.

 Los dos perros se pusieron en marcha y corrieron hasta que por fin llegaron a la granja del Coronel y sus compañeros.

Allí les pusieron al corriente de lo que habían visto.
 

Cuando llegaron a la casa, los esbirros de Cruella estaban viendo la televisión. Aún no había llegado el terrible momento: tenían que matar a los cachorros.

-Son muchos...  -dijo Perdita, contando los perritos-. 1,2,3,4..., 65...,98... ¡Pongo, son 99!

-No te preocupes  -murmuró Pongo-, Los llevaremos a todos.

Y sigilosamente por un agujero fueron saliendo uno a uno sin que Horacio y Gaspar se dieran cuenta.

Pero al acabar el programa de TV que estaban viendo comenzaron a buscar por todos los rincones.

-¡Allí están!  -gritó Cruella que llegaba en ese momento.

-Se dirigen a la vieja granja

Los perritos asustados echaron a correr mientras el gato y el caballo amigos del Coronel les daban su merecido.

-Tenemos que buscar un lugar donde refugiarnos  -dijo Perdita en voz baja-.  Los cachorros no resistirán mucho tiempo. Tienen hambre, frío y están muy cansados.

-Venid a mi granja  -les dijo un elegante collie, saliendo a su encuentro-. Pasaréis la noche en el establo con las vacas, ellas darán leche a los cachorros

Después de llenar el estómago, los cachorros agotados, se quedaron dormidos sobre la suave y perfumada paja.

Mientras el collie comunicó su plan a Pongo y Perdita.
 

-Mañana iréis al pueblo.

Los amos de mi amigo tienen un almacén y ante la puerta estará aparcado un camión de mudanzas. Os meteréis en él y os llevará a vuestra casa.

-Pero los esbirros de Cruella nos perseguirán  -dijo Perdita

-Todo irá bien  -respondió Pongo para tranquilizarla.

Al día siguiente se dirigieron al almacén pero a pesar de los esfuerzos de Pongo por borrar sus huellas de la nieve, sus enemigos las encontraron.

¡Cruella y sus hombres sabían la dirección que habían tomado!

Cuando los perros se disponían a subir al camión, vieron llegar el coche de Cruella.

-¡Rápido!  -dijo el labrador-,  escondeos en el sótano.

 A través de la ventan, Pongo, Perdita y el labrador vieron cómo Cruella, furiosa, bajaba del coche:

-¡Sois unos ineptos!  - gritaba

Los cachorros ajenos al peligro se pusieron a jugar con el carbón.

-¡Oh, no!  -les dijo Perdita

-¡No te preocupes!  -dijo Pongo, revolcándose él también.
 

-Se me ha ocurrido una idea.

-Ya lo entiendo -dijo el labrador-,  ahora podréis pasar por perros labradores y escapar.

Y así fueron saliendo del almacén y subiendo al camión ante los ojos de Cruella y sus esbirros. Pero de repente, a uno de los cachorros le cayó un copo de nieve, se le quitó el hollín y volvió a ser ¡un dálmata!

-¡Ahí están!   -gritó Cruella.

Pero el camión ya había arrancado dirección Londres con los perritos.

Cruella furiosa siguió al vehículo, pero resbaló en una curva y el coche quedó destrozado en la cuneta.

Mientras en casa, Anita estaba decorando el árbol de Navidad y Roger la miraba triste en su butaca.

-No puedo creer que Pongo y Perdita nos hayan abandonado  -dijo Roger

De pronto

-¡GUAU, GUAU!

-¡Son ellos! -grito Anita

-¡son ellos Roger!

-Mira, ¡hay noventa y nueve cachorros!
 
-No importa  -dijo Roger, completamente feliz-.

¡Nos quedamos con todos!

Y como esta casa es muy pequeña, ¡compraremos otra más grande en el campo!

 Los cachorritos...

Pongo y Perdita

Cruella

Nacen cachorros

Cachorros y Papás




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