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POESIA HISPÂNICA: GABRIELA MISTRAL
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: QUIM TROVADOR  (Mensaje original) Enviado: 26/04/2010 06:26


Los Sonetos de La Muerte - I

Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido,

Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvoreda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.

Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!

Gabriela Mistral  

Paloma Blanca  Paloma Blanca em 16 janeiro 2010 at 22:40


Los Sonetos de La Muerte - II

Este largo cansancio se hará mayor un día,
y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
arrastrando su masa por la rosada vía,
por donde van los hombres, contentos de vivir...

Sentirás que a tu lado caban briosamente,
que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto totalmente...
¡y después hablaremos por una eternidad!

Sólo entonces sabrás el por qué no madura
para las hondas huesas tu carne todavía,
tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.

Se hará luz en la zona de los sinos, oscura:
sabrás que en nuestra alianza signo de astros había
y, roto el pacto enorme, tenías que morir...

Gabriela Mistral

 



Los Sonetos de La Muerte - III

Malas manos tomaron tu vida desde el día
en que, a una señal de astros, dejara su plantel
nevado de azucenas. En gozo florecía.
Malas manos entraron trágicamente en él...

Y yo dije al Señor: - "Por las sendas mortales
le llevan ¡Sombra amada que no saben guiar!
¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales
o le hundes en el largo sueño que sabes dar!

¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!
Su barca empuja un negro viento de tempestad.
Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor".

Se detuvo la barca rosa de su vivir...
¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?
¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!

Gabriela Mistral

 



Los Sonetos de La Muerte - V

Yo elejí entre los otros, soberbios i gloriosos,
este destino, aqueste oficio de ternura,
un poco Temerario, acaso tenebroso.
de ser un jaramago sobre su sepultura.

Los hombres pasan, pasan, esprimiendo en la boca
una canción alegre i siempre renovada
que ahora es lasciva, y mañana la loca,
i más tarde la mística. Yo elejí esta invariada.

Canción con la que arrullo un muerto que fue ajeno
en toda realidad, i en todo ensueño, mío;
que gustó de otra boca, descansó en otro seno.

Pero que en esta hora definitiva i larga.
Sólo el del labio humilde, del jaramago
que le hace el dormir dulce sobre la tierra amarga.

Gabriela Mistral




Los Sonetos de La Muerte - XII

Yo no sé dónde lo pusieron
que no lo siento en mi regazo;
yo no sé con qué me lo ciñeron
que están inútiles mis brazos,

no sé cómo lo amortajaron
si está intacta mi cabellera.
En que hoyo impuro lo guardaron
con su aroma de primavera.

¡Cómo quieren que no hurgue, loca
todas las quiebras de las rocas
tanteando en la oscuridad,

si es menester sorber primero,
como fuente, su cuerpo entero
y liarlo con suavidad!

Gabriela Mistral


Los Sonetos de La Muerte - XIII

Me iré tan lejos como van los muertos
y quién sabe si más: hasta que no halle
ni azul de cielo, ni ocre de crepúsculo,
ni salmuera de mar, ni olor a valle.

Aborrezco el jazmín porque te ha visto
una suavidad sobre las sienes finas,
y aborrezco las tardes como llagas
porque son cual mi pecho descubierto.

Donde no esté el color de tus pupilas
ni el de tus párpados, haré mi casa,
que suelen despertarme por las noches.

Bésole en el seno de la tierra,
porque lo oigo en las noches, desvelada,
siempre te oigo en las horas, en el viento...

Gabriela Mistral

 

 


Ruth - I

Ruth moabita a espigar va a las eras,
aunque no tiene ni un campo mezquino.
Piensa que es Dios dueño de las praderas
y que ella espiga en un predio divino.

El sol caldeo su espalda acuchilla,
baña terrible su dorso inclinado;
arde de fiebre su leve mejilla,
y la fatiga le rinde el costarlo.

Booz se ha sentado en la parva abundosa.
El trigal es una onda infinita,
desde la sierra hasta donde él reposa,

que la abundancia ha cegado el camino...
Y en la onda de oro la Ruth moabita
viene, espigando, a encontrar su destino!

Gabriela Mistral

 



Ruth - II

Booz miró a Ruth, y a los recolectores.
dijo: "Dejad que recoja confiada"...
Y sonrieron los espigadores,
viendo del viejo la absorta mirada...

Eran sus barbas dos sendas de flores,
su ojo dulzura, reposo el semblante;
su voz pasaba de alcor en alcores,
pero podía dormir a otra infante...

Ruth lo miró de la planta a la frente,
y fue sus ojos saciarlos bajando,
como el que bebe en inmensa corriente...

Al regresar a la aldea, los mozos
que ella encontró la miraron temblando.
Pero en su sueño Booz fue su esposo...

Gabriela Mistral

 



Ruth - III

Y aquella noche el patriarca en la era
viendo los astros que laten de anhelo,
recordó aquello que a Abraham prometiera
Jehová: más hijos que estrellas dio al cielo.

Y suspiró por su lecho baldío,
rezó llorando, e hizo sitio en la almohada
para la que, como baja el rocío,
hacia él vendría en la noche callada.

Ruth vio en los astros los ojos con llanto
de Booz llamándola, y estremecida,
dejó su lecho, y se fue por el campo...

Dormía el justo, hecho paz y belleza.
Ruth, más callada que espiga vencida,
puso en el pecho de Booz su cabeza.

Gabriela Mistral

 


La mujer fuerte

Me acuerdo de tu rostro que se fijó en mis días,
mujer de saya azul y de tostada frente,
que era mi niñez y sobre mi tierra de ambrosía
vi abrir el surco negro en un Abril ardiente.

Alzaba en la taberna, ebrio, la copa impura
el que te apegó un hijo al pecho de azucena,
y bajo ese recuerdo, que te era quemadura,
caía la simiente de tu mano, serena.

Segar te vi en Enero los trigos de tu hijo,
y sin comprender tuve en ti los ojos fijos,
agrandados al par de maravilla y llanto.

Y el lodo de tus pies todavía besara,
porque entre cien mundanas no he encontrado tu cara
¡y aun tu sombra en los surcos la sigo con mi canto!

Gabriela Mistral
 
 


La mujer estéril

La mujer que no mece un hijo en el regazo,
cuyo calor y aroma alcance a sus entrañas,
tiene una laxitud de mundo entre los brazos,
todo su corazón congoja inmensa baña.

El lirio le recuerda unas sienes de infante;
el Angelus le pide otra boca cosa ruego;
e interroga la fuente de seno de diamante
por qué su labio quiebra el cristal en sosiego.

Y al contemplar sus ojos se acuerda de la azada;
piensa que en los de un hijo no mirará extasiada,
cuando los suyos vacíen, los follajes de Octubre.

Con doble temblor oye el viento en los cipreses.
¡Y una mendiga grávida, cuyo seno florece
cual la parva de Enero, de vergüenza la cubre!

Gabriela Mistral

 


El niño solo

A Sara Hübner

Como escuchase un llanto, me paré en el repecho
y me acerqué a la puerta del rancho del camino.
Un niño de ojos dulces me miró desde el lecho
¡y una ternura inmensa me embriagó como un vino!

La madre se tardó, curvada en el barbecho;
el niño, al despertar, buscó el pezón de rosa
y rompió en llanto... Yo lo estreché contra el pecho,
y una canción de cuna me subió, temblorosa...

Por la ventana abierta la luna nos miraba.
El niño ya dormía, y la canción bañaba,
como otro resplandor, mi pecho enriquecido...

Y cuando la mujer, trémula, abrió la puerta,
me vería en el rostro tanta ventura cierta
¡que me dejó el infante era los brazos dormido!

Gabriela Mistral

A sombra inquieta - I

Flor, flor de la raza mía, Sombra Inquieta,
¡que dulce y terrible tu evocación!
El Perfil de éxtasis, llama la silueta,
las sienes de nardo, l´habla de canción;

Cabellera luenga de cálido manto,
pupilas de ruego, pecho vibrador;
ojos hondos para albergar más llanto;
pecho fino donde taladrar mejor.

Por suave, por alta, por bella ¡precita!
fatal siete veces; fatal ¡pobrecita!
por la honda mirada y el hondo pensar.

¡Ay! quien te condene, vea tu belleza,
mire el mundo amargo, mida tu tristeza,
¡y en rubor cubierto rompa a sollozar!

Gabriela Mistral

 



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: QUIM TROVADOR Enviado: 26/04/2010 06:27

 



Al oído del Cristo - III

¡Oh Cristo! un dolor les vuelva a hacer viva
l´alma que les diste y que se ha dormido,
que se la devuelva honda y sensitiva,
cara de amargura, pasión y alarido.

¡Garfios, hierros, zarpas, que sus carnes hiendan
tal como se hienden quemadas gavillas;
llamas que a su gajo caduco se prendan
llamas de suplicio: argollas, cuchillas!

¡Llanto, llanto de calientes raudales
renueve dos ojos de turbios cristales
y les vuelva el viejo fuego del mirar!

¡Retóñalos desde las entrañas, Cristo!
Si ya es imposible, si tú bien lo has visto,
si son paja de eras... ¡desciende a aventar!

Gabriela Mistral

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