La clave para tener paciencia es permitir que el amor que mora en nuestros corazones florezca. Las relaciones personales pueden ser transformadas cuando despertamos y practicamos esta Verdad. Gracias al amor divino, tengo el poder en mí para perdonar.

Si siento que mi paciencia se agota, centro mi atención en un momento de meditación, comprendiendo que Dios está siempre presente. Entro en el Silencio y simplemente descanso. Aquí mora la Presencia pacífica. En la quietud, sé que el Padre y yo uno somos. Al profundizar mi conciencia del poder que respira vida en mí, soy elevado y fortalecido. Descubro la paciencia necesaria para permitir que la vida se desenvuelva de acuerdo a sus términos.

Cuando estoy receptivo al Espíritu, me conecto con mi intuición. Utilizo los acontecimientos en mi vida para evaluar mis sentimientos y discernir el camino perfecto. Estos acontecimientos pueden ser tan sencillos como una carta o una llamada por parte de un amigo o tan al azar como una canción en la radio. Me comprometo a estar receptivo.

A veces, necesito ayuda para tomar una decisión; otras, lo hago bien en el curso que me he trazado. De cualquier manera, presto atención al silbo apacible y delicado en mí. También elijo palabras que me ayuden a permanecer receptivo. Puedo utilizar una afirmación tan sencilla como “escucho”. Cualquier guía que reciba, estoy dispuesto a seguirla.