Tu elegía, Granada, la dicen las estrellas
que horadan desde el cielo tu negro corazón.
La dice el horizonte perdido de tu vega,
la repite solemne la yedra que se entrega
a la muda caricia del viejo torreón.
Tu elegía, Granada, es silencio herrumbroso,
un silencio ya muerto a fuerza de soñar.
Al quebrarse el encanto, tus venas desangraron
el aroma inmortal que los ríos llevaron
en burbujas de llanto hacia el sonoro mar.
El sonido del agua es como un polvo viejo
que cubre tus almenas, tus bosques, tus jardines,
agua muerta que es sangre de tus torres heridas,
agua que es toda el alma de mil nieblas fundidas
que convierte a las piedras en lirios y jazmines.