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Respuesta  Mensaje 1 de 7 en el tema 
De: GAVIOTA LIBERTAD  (Mensaje original) Enviado: 11/10/2009 17:29
  • Santa María Salomé
  • San Abercio, Obispo de Hierápolis
  • Santos Felipe, Obispo de Heraclea y Compañeros, Mártires
  • Santas Nunila y Alodia, Vírgenes y Mártires
  • San Donato, Obispo de Fiésole


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    Respuesta  Mensaje 2 de 7 en el tema 
    De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 11/10/2009 17:30

    22 de octubre

    SANTA MARÍA SALOMÉ*

    Pedid y se os dará; buscad y hallaréis;
    llamad y se os abrirá.
    (Mateo, 7,7).

       Santa María Salomé tenía tanto amor por Jesucristo, que le siguió hasta el Calvario, con Santa María Magdalena y María, madre de Santiago. Así, en el momento en que los discípulos abandonaban al Salvador, esta santa mujer le permaneció fiel. Ella proporcionó perfumes para ungir el cuerpo de Jesucristo y, el domingo, fue al santo sepulcro muy de mañana con sus dos compañeras. Allí, encontraron aun ángel que les anunció la resurrección de Jesucristo.

    MEDITACIÓN
    CÓMO SE HA DE BUSCAR
    A DIOS PARA ENCONTRARLO

       I. Hay que buscar a Dios en todos nuestros actos, siguiendo el ejemplo de María Salomé que lo siguió durante su vida, lo buscó en el Calvario y lo honró en la tumba. Fuera de Dios, ¿hay acaso algo en este mundo que merezca tus cuidados y afanes? Todo el resto pasa; todo el resto ha sido creado para tu uso y no para ser tu último fin. Los bienes del mundo son vanos y falaces, sólo sus males son verdaderos.

       II. Estas santas mujeres fueron con prontitud y muy de mañana al santo sepulcro para buscar en él a Jesús. Imítalas, conságrate a Dios desde tu juventud, o, si por desgracia has dado al mundo los más hermosos días de tu vida, di con David: Señor, no te acuerdes de las faltas e ignorancias de mi juventud. ¡Ay! son grandes y numerosas, porque no usé sino para ofenderos la inteligencia y la libertad que me disteis para conoceros y para amaros. Desde que pude ofenderos, no he cesado de cometer pecados y realizar obras malas. (San Bernardo).

       II. ¿Quieres encontrar a Jesús y gozar de los consuelos de su divina presencia? Búscalo en el Calvario y en la tumba; búscalo con lágrimas y gemidos, porque lo has perdido entregándote a los placeres prohibidos. Mundanos, regocijaos tanto como os plazca, yo quiero buscar a Jesús en los sufrimientos; porque si lo busco en las aflicciones durante mi vida, lo encontraré en la gloria después de mi muerte. Si nos regocijamos con el siglo, es de temer que lloremos igualmente con él. (Tertuliano).

    La meditación de la Pasión
    Orad por vuestros enemigos.

    ORACIÓN

       Escuchadnos, oh Dios Salvador nuestro, y que la fiesta de la bienaventurada María Salomé, al mismo tiempo que regocija nuestra alma la enriquezca con los sentimientos de una tierna devoción. Por J. C. N. S. Amén.


    Respuesta  Mensaje 3 de 7 en el tema 
    De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 11/10/2009 17:30

    22 de octubre
    SAN ABERClO,(*)
    Obispo de Hierápolis

       La vida y milagros de San Abercio no son hoy muy conocidos del pueblo cristiano. Y, sin embargo, es este Santo una figura gigante de la primitiva Iglesia, con una aureola de hechos y milagros que le mereció el titulo de "isapóstol", igual a los apóstoles.

       Tal vez el mismo esplendor de sus portentos contribuyó a eclipsar la gloria de su nombre en siglos poco amigos de lo sobrenatural. Son, efectivamente, tantos y tan ruidosos los prodigios que se le atribuyen, que algunos han puesto en tela de juicio la misma realidad histórica del personaje, buscando en ello armas contra la Iglesia catolica, que lo venera en el catálogo de sus santos desde remota antigüedad. ¿Pero es que acaso no pudo Dios suscitar a fines del siglo II de nuestra era un taumaturgo de la talla de tantos otros que han destacado antes y después a lo largo de la historia? ¿Es que se había agotado ya la omnipotencia divina con la acción carismática de los apóstoles? ¿No se hacía sentir la necesidad de una intervención especial de Dios precisamente en momentos en que arreciaba la persecución contra la Iglesia? ¿Habían tal vez perdido su virtualidad aquellas palabras del Salvador (Mc. 16,17,18), que dijo: "A los que crean Ies acompañarán estas señales: en mi nombre echarán los demonios hablarán lenguas nuevas, tomarán en las manos las serpientes, y, si bebieren una ponzoña, no les dañará, pondrán las manos sobre los enfermos, y éstos recobrarán la salud"? ¿No prometió también el Señor (Lc. 17,5) que quien tuviera fe como un grano de mostaza diría a un sicómoro "Desarráigate y plántate en el mar", y el árbol obedecerá? No es que hayamos de admitir ciegamente todos los relatos fabulosos de los antiguos biógrafos. Posiblemente la fama y el tiempo han ido envolviendo los hechos con el ropaje y las mallas de lo mítico. Mas ¿cómo ahora, a la distancia de tantos siglos, descarnar los hechos en su realidad histórica y discernir lo verdadero de lo legendario? No cabe aquí otra actitud que la adoptada por el gran historiador romano Tito Livio, cuando dice, refiriéndose a los origenes de Roma: "Aquellos hechos antiguos que aparecen embellecidos con el ropaje de la fantasía no es mi intención ni afirmarlos ni negarlos. Hay que perdonar a la antigüedad ese afán de mezclar lo divino con lo humano, porque así realza con caracteres más augustos el origen de los pueblos" (Llv., Praef., 6).

       En realidad, el historiador no debe por sistema rechazar toda leyenda antigua. Pertenecen al tesoro de la humanidad y, bajo el oropel de fantásticas adherencias, contienen un tuétano de verdad, que muchas veces vienen a confirmar con el tiempo modernas investigaciones o hallazgos arqueológicos.

       Así ha sucedido con el milagroso San Abercio, Obispo de Hierápolis en la segunda mitad del siglo II y principios del III, fue objeto de veneración desde muy antiguo en la Iglesia griega, propagándose luego su culto a la Iglesia latina, que lo incorporó al martirologio romano. Y cuando precisamente más se ensañaba con él la critica racionalista se producen, a fines del siglo pasado, los descubrimientos del arqueólogo W. M. Ramsay cerca de Esmirna y en el lugar del emplazamiento de la antigua Hierápolis. Estos descubrimientos vienen a autentificar el epitafio con que todos los biógrafos cierran la vida de San Abercio. El epitafio ha sido objeto de una extensa literatura. Y la autenticidad del epitafio ha sido la base para reivindicar la figura y la vida del Santo.

       Hoy su vida, que se nos había transmitido en diversas versiones por el cauce de múltiples códices, ha sido incorporada por Nissen a la edición teubneriana, la colección de escritores griegos y latinos más acreditada en el mundo.

       Los biógrafos nos presentan al Santo en el apogeo de su gloria, triunfando sobre la idolatría pagana. El escenario es su sede de Hierápolis. El momento histórico, la llegada del decreto imperial mandando ofrecer sacrificios a los dioses. El decreto viene firmado por Marco Antonio y Lucio Vero. El encargado de su ejecución es Publio, gobernador de Frigia.

       Abercio no puede contenerse al ver la profanación y la apostasía de su pueblo. Los días y las noches los pasa en continua vigilia y oración. "Dios de las misericordias -dice entre gemidos, criador y conservadorr providente del mundo, guarda a mis ovejas fieles a la voz del divino Pastor y líbralas de los peligros del lobo que amenaza devorarlas." Pasaron así muchos días. Mas he aquí que una noche vio en sueños un joven que, entregándole una vara, le decía: "Levántate, Abercio: ve y castiga en mi nombre las apostasías de este pueblo". El Santo despierta sobresaltado y, convencido de que Dios guiaría sus pasos, se lanza como el huracán hacia el foro, lleno de ira como Moisés al bajar del monte, y, arremetiendo contra los dioses, los destroza y desmenuza contra el suelo, Después, volviéndose contra los sacrílegos profanadores, que, mudos de pavor, contemplaban la escena, les dice con todo énfasis: "Id al Senado y decid a vuestros jefes que los dioses, borrachos de la orgía de esta noche, han entablado una batalla campal y se han deshecho unos a otros".

       La reacción popular no se hizo esperar. Las gentes, azuzadas por los sacerdotes y ministros de los ídolos, deciden poner fuego a la casa de Abercio. Quieren que en ella perezca el obispo con sus fieles. El Senado les hace desistir, ante el temor de que el fuego se corra por toda la ciudad. Ponen el caso en manos del gobernador Publio, rogándole que dé al culpable su merecido.

       Los cristianos corren a llevar la noticia a su obispo y le suplican que se ponga a salvo con la huida. El Santo responde decidido: "¿Cómo huir, cuando los apóstoles iban alegres al martirio por amor de su Señor?", y lleno del espíritu de Dios sale inmediatamente con los suyos, atraviesa la ciudad y comienza a predicar en medio del foro la doctrina de Cristo. Al punto llega la multitud enardecida, clamando furiosa contra Abercio y sus seguidores. Cuando ya se disponía a descargar su ira contra ellos se presentan inesperadamente tres jóvenes posesos, que, acometiendo furiosamente a dentalladas y golpes, alejan de allí la multitud y en seguida ellos, como corderillos, caen postrados a los pies del Santo. Abercio se pone en oración, golpea suavemente a los tres posesos y los libra del demonio. La multitud, al darse cuenta del milagro, se acerca al Santo pidiendo a gritos la iniciación y el bautismo, Allí mismo comienza Abercio su catequesis. Hasta el anochecer estuvo el Santo obispo instrayendo al pueblo sobre la necesidad de la penitencia y la misericordia de Dios. Cuando, terminado el día, el Santo se retira a su casa, la gente le iba acompañando insistiendo en su demanda. Allí continúan horas y horas en actitud suplicante, sin que por un momento se acallaran los gritos, hasta que, al fin, vencido Abercio al filo de la medianoche, salió fuera y, movido de divina inspiración, comenzó a administrar el santo bautismo. Rápidamente creció el número de los fieles. El catecumenado de Hierápolis se vio incrementado por gentes que venían de toda el Asia Menor. Frigia, Lidia, Caria iban suministrando grandes contingentes de neófitos. Abercio no se cansaba de catequizar y bautizar. La fama de su doctrina y la gloria de sus milagros corría de boca en boca.

       Un día, mientras se ocupaba, como de costumbre, en instruir a los catecúmenos, se acercó al Santo una noble matrona. Se llamaba Frigela. Era madre de Eugeniano, privado del emperador. Venia conducida del brazo por su servidumbre, pues había perdido completamente la vista. Frigela, llena de fe y confianza, se echó a los pies del Santo y le suplicaba diciendo: "¡Oh tú, el más respetable de los mortales! Apiádate de mí y devuélveme la vista. Que pueda ver otra vez la luz radiante del sol, Tengo muchas riquezas, familia, bienes de fortuna, posesiones inmensas. Pero soy la más miserable del mundo. ¡Ojalá que sólo viera, aunque careciera de todo lo demás! Socórreme, por favor. Tengo un hijo que puede mucho ante el emperador. Pero, ¡ah!, no me es posible verle con estos ojos apagados tanto tiempo ha".

       "Mujer -contestó el Santo-, yo no soy más que un gran pecador. Sólo Dios puede hacer lo que me pides." Pero, hecha una pausa, el Santo se pone en oración y, fijando luego su vista en la afligida matrona, le dice: "Si de verdad crees en el Señor, El te puede curar, como curó al ciego de nacimiento". Y ella: "Creo que Cristo es el verdadero Dios. En su nombre tócame los ojos y cúralos". Las lágrimas confirmaban la sinceridad de su fe.

       El Santo entonces, movido por Dios, dijo:

       "Ven, luz verdadera Jesucristo, y abre esos ojos a la luz. Si de verdad cree en Cristo, que recobre al punto su vista y que esta vista corporal sea prueba de la interior iluminación." Al instante la ciega vió. La multitud quedó estupefacta ante el milagro. Todos dieron gracias a Dios. Se ausento Frigela, profundamente reconocida al Santo. Luego Abercio, como la cosa más natural, continuó su catequesis.

       La curación de Frigela tuvo gran resonancia. Por Eugeniano, su hijo, llegó la noticia a oídos de la familia imperial. El hijo, gozoso, voló a abrazar a su madre y a agradecer al Santo la curación. La fama de Abercio crecía como la espuma. De todas partes acudían los enfermos y lisiados, en demanda de salud. Los milagros se multiplicaban a la voz del santo obispo. Pero en lo que más se puso de relieve su poder fue en echar los demonios de los cuerpos.

       Una vez, despechado el maligno contra el siervo de Dios, le dijo amenazador: "Ya me lo pagarás, Abercio. Quieras que no, te voy a hacer ir a Roma mal que te pese". Aquella misma noche el Señor consoló al Santo y confirmó su misión: "Sí, irás a Roma -le dijo-, yo te ayudaré. Allí tu presencia contribuirá a difundir mi nombre y mi doctrina". El Santo se tranquilizó y contestó sumiso: "Hágase, Señor, tu voluntad".

       Así fue, en efecto. La hija del emperador, llamada Lucita, cayó en posesión diabólica. Daba pena ver a aquella muchacha, joven de dieciséis años, que antes eclipsaba con su hermosura a todas las de su edad, lanzarse ahora por el suelo y gritar con rabia, mientras se desgarraba a mordiscos manos y piernas y se retorcía en contorsiones dantescas. Faustina, su madre, y el emperador lloraban inconsolables su desgracia. En vano imploraron la ayuda de los sacerdotes y arúspices de todas las religiones de Italia. El demonio cada día iba haciendo mayores estragos en su hija.

       Afortunadamente el emperador supo por Eugeniano el poder taumatúrgico del obispo de Hierápolis. Le hace venir a Roma. El camino fue una siembra de prodigios. La emperatriz Faustina le recibe complacida. Su marido había tenido que ausentarse rápidamente de Roma para contener el avance de los bárbaros, que acababan de pasar las fronteras del Imperio. Faustina, al verle, quedó prendada del hombre de Dios y, llena de confianza, le rogó con lágrimas en los ojos que librara a su hija del demonio.

       Abercio pidió que le presentaran la muchacha. Ella, al encontrarse en presencia del Santo, contra su costumbre, comenzó a dar muestras de jubilosa alegría. Por su boca habló el demonio diciendo, triunfador, al Santo: "¿Ves, Abercio? ¿Ves cómo has venido? He salido con la mía". El Santo contestó sereno: "Sí, es verdad, he venido; mas para tu ruina, porque Dios está conmigo".

       Después ordenó que llevaran a Lucila al hipódromo. Dios inspiró a su siervo dar gran publicidad al milagro, y para eso el hipódromo era un escenario muy a propósito. La multitud acudió allí de todas partes. El demonio, presagiando su derrota, extremó su tortura en los últimos momentos. Daba lástima ver a la hija del emperador en aquel estado de furiosa posesión diabólica. Pero pronto se acabará el poder del maligno.

       El Santo, puesto en oración, intimó al demonio y le dijo: "Sal de esta joven. Yo te lo mando en el nombre de Cristo". A esta voz la joven cayó como muerta a los pies del Santo. Su madre y la multitud que la acompañaba prorrumpió en un clamoroso llanto. Abercio calmó a la multitud y, dirigiéndose de nuevo al demonio, le dijo "Pues que tú te empeñaste en traerme a Roma contra mi voluntad, ahora, en nombre de Jesucristo, yo te mando que cargues esta ara y la lleves a cuestas hasta Hierápolis y la coloques allí junto a la puerta austral'. El demonio, obediente como un corderillo, cargó con la piedra y fue a dejarla donde el Santo le mandó. Mientras tanto la joven Lucila, vuelta en sí, se arrodilló con su madre a los pies de Abercio, en actitud de profundo agradecimiento.

       Se sabe que, en recompensa al Santo, la emperatriz mandó embellecer la ciudad de Hierápolis dotándola de baños públicos y lugares de culto para los cristianos.

       En cuanto a Abercio es notorio que, a su vuelta, fue recibido por su pueblo con grandes manifestaciones de entusiasmo y que conservó siempre vivo e imperecedero recuerdo de su viaje a Roma y de las cristiandades por él visitadas. El mismo se preparó el sepulcro y personalmente redactó su epitafio fúnebre. En él quiso perpetuar las impresiones de su viaje. Todos consideran este epitafio como un monumento de valor histórico, teológico y arqueológico incalculable. Dice así, traducido del original griego:

       "1. Ciudadano de una ciudad ilustre, yo hice en vida este monumento, a fin de tener en él un lugar de reposo para mi cuerpo. Mi nombre es Abercio, Soy discípulo de un pastor casto que apacienta su rebaño de ovejas por montes y llanuras. -5. Sus ojos son grandes y ve con ellos todas las cosas. Él es el que me ha enseñado las palabras de la vida cristiana: Él quien me envió a Roma, a contemplar la magnificencia de aquella ciudad y ver a su emperatriz engalanada con vestidos y calzado de oro. Allí vi un pueblo que llevaba en su mano brillantes anillos. -10. Vi también la llanura de Siria y todas las ciudades y Nísibe al otro lado del Eufrates. Por todas partes desde Oriente me encontré con hermanos en la fe. La fe me acompañó a todas partes y ella fue la que me procuró para comida un pez muy grande y puro, que pescó una virgen inmaculada. 15. Ella misma lo dió a comer entero a sus amigos; ella, que tiene un vino delicioso y lo ofrece mezclado con pan. Yo, Abercio, a la edad respetable de setenta y dos años, he mandado grabar esto. Que ruegue por mí el hermano que lo entienda. -20. Que nadie se atreva a colocar otro túmulo encima de mi tumba; de lo contrario tendrá que pagar dos mil piezas de oro al fisco romano y mil a mi querida ciudad de Hierápolis".

       Con este epitafio, muchos de cuyos fragmentos han sido hallados por Ramsay, la arqueología da un mentís rotundo a los que quisieron impugnar a la Iglesia basándose en la no historicidad de San Abercio. Desmiente también la teoría de ciertos sabios que le quisieron hacer sacerdote de Cibeles y de Atis, o de otros cultos del sincretismo religioso de su tiempo, y confirma el sentir de la Iglesia griega y romana, que han registrado el nombre del gran obispo de Hierápolis en el catálogo de sus héroes y de sus santos.

    JOSÉ JIMÉNEZ DELGADO C. M. F  


    Respuesta  Mensaje 4 de 7 en el tema 
    De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 11/10/2009 17:30

    22 de octubre

    SAN FELIPE,
    Obispo de Heraclea
    y
    Compañeros,
    Mártires

       Pocos antecedentes se conocen de este Felipe, que a comienzos del siglo IV era un anciano y venerable obispo en Heraclea de Tracia, en la costa griega del noreste, junto a lo que llamamos mar de Mármara, y que entra en la historia pública de la santidad con la persecución de Diocleciano.

       Cuando las autoridades romanas cerraron su iglesia el buen obispo no parece inmutarse y se limita a recordar a todos que Dios no vive entre paredes sino en el corazón de los hombres; el culto no se suspende por tan poca cosa, y exhorta a los hermanos a seguir honrando al Señor al aire libre, en cualquier lugar donde quieran y puedan.

       Segunda orden del gobernador: que le entreguen los vasos sagrados y los libros de la Iglesia. Al rehusar, se apresa a Felipe y a su diácono Hermes, se les azota, conminándoles a adorar al emperador, a la diosa Fortuna y a Hércules, deidad epónima de la ciudad, el Poder, el Destino y la Fuerza. Nuevas y comprensibles negativas, que hacen que Felipe y Hermes mueran en la hoguera en Adrianópolis.

       De tan lejanos mártires retenemos no sólo la firmeza en la fe, sino también una escala de valores admirablemente segura y cierto sentido del humor bien afianzado en las cosas eternas que no puede por menos que tomarse a guasa los grandes ídolos que todavía hoy veneramos reverentemente.


    Respuesta  Mensaje 5 de 7 en el tema 
    De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 11/10/2009 17:31

    22 de octubre
    SANTAS NUNILA
    Y
    ALODIA
    ,
    (*)
    Vírgenes y Mártires

       La gran era de los mártires en España empezó en el año 850, con el reinado de Abderramán II. Estas dos vírgenes se contaron entre las innumerables mártires que sellaron con su sangre su fidelidad a Dios durante la persecución morisca. Nunila y Alodia, que eran hermanas, vivían en Huesca. Su padre era mahometano y su madre cristiana. Las dos jóvenes habían sido educadas en el cristianismo por su madre, la cual después de la muerte de su esposo, tuvo el poco tino de casarse con otro mahometano. Este, que era un personaje de importancia, trató con brutalidad a sus hijastras. Nunila y Alodia tuvieron muchos pretendientes, pero, como habían decidido consagrar su virginiad a Dios, rechazaron a todos y obtuvieron finalmente el permiso para ir a vivir con una tía suya que era cristiana. Cuando Abderramán promulgó sus leyes persecutorias, las dos doncellas fueron arrestadas al punto, ya que tanto su familia como la vida piadosa que llevaban eran muy conocidas. Nunila y Alodia comparecieron gozosamente ante el juez, sin el menor temor. El perseguidor empleó primero los halagos y las promesas, pero después pasó a las amenazas. Como ninguno de los dos métodos tuviese éxito, confió a las dos jóvenes a ciertas mujeres de mala vida, con la esperanza de que el mal ejemplo hiciese su obra. Pero Cristo iluminó y protegió a sus siervas, y las prostitutas se vieron obligadas a declarar al juez que no había manera de doblegar a las dos jóvenes. Este las condenó entonces a perecer decapitadas. El Martirologio Romano conmemora en la fecha de hoyu el triunfo de las mártires.


    Respuesta  Mensaje 6 de 7 en el tema 
    De: GAVIOTA LIBERTAD Enviado: 11/10/2009 17:31

    22 de octubre

    SAN DONATO,(*)
    Obispo de Fiésole

       Según la tradición de Fiésole, San Donato, que era irlandés, hizo una peregrinación a Roma, a principios del siglo IX. A la vuelta, pasó por Fiésole, precisamente cuando el clero y el pueblo se hallaban reunidos para elegir a un nuevo obispo, después de haber rogado fervorosamente al Espíritu Santo que les concediese un pastor capaz de dirigirlos en las difíciles circunstancias por las que atravesaban. Nadie se habría fijado en Donato cuando éste entró en la catedral, pues era un hombre insignificante y de baja estatura, pero en ese preciso instante las campanas se echaron a vuelo y los cirios del altar se encendieron solos. El pueblo interpretó aquello como una señal del cielo en favor de Donato e inmediatamente le eligió por aclamación.

       El biógrafo de San Donato cita varios versos, un epitafio compuestos por el santo, afirma que fue un gran maestro de gramática y prosodia y que los reyes Lotario I y Luis II le distinguieron con su confianza. Uno de los poemas de la biografía describe la belleza de Irlanda. La fiesta de San Donato de Fiésole se celebra actualmente en toda Irlanda.


    Respuesta  Mensaje 7 de 7 en el tema 
    De: ♥♥♥♥LEONCITA♥♥♥♥ Enviado: 02/01/2010 04:26
    foto super con amor
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
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