COMO QUERERSE EN TIEMPO DE CRISIS - AMNESIA la burbuja de ESKARLATA

En estos tiempos de crisis económica, laboral y hasta familiar, se presenta una nueva crisis: la de personalidad.

El desempleo, la precariedad y la competencia por obtener un nuevo puesto de trabajo, empujan a muchas personas hacia la baja autoestima y la depresión. Hay que encontrar nuevas maneras de superar la angustia de una mala situación personal, pero contemplar también la inesperada posibilidad de descubrirse a uno mismo. Algo que parece tan obvio, no siempre se produce.

Crisis y personalidad
Se suele creer que, con la adultez, ya se tiene una personalidad definida. Es generalizado pensar que al paso de los años una persona conoce sus defectos y sus virtudes; existe el convencimiento de que cada persona domina su manera de ser y sus respuestas ante los desafíos o contrariedades. Nada más incierto.

La llegada de un gran contratiempo, una vicisitud inesperada, hace que la persona se dé cuenta de la poca preparación emocional con que se enfrenta al problema . A la desagradable sorpresa, se une el desconcierto, la no aceptación de los hechos y, por último, la desesperación y el desaliento. La persona afectada pierde gran parte de su seguridad y confianza en sus cualidades, tanto profesionales como de actitud. Por mucho que la situación que se atraviese sea compartida por muchas otras personas, siempre acaba llegando esa vocecilla interior que culpabiliza e inhibe. Es contra lo primero que se debe aprender a luchar.

El doctor Mario Alonso Puig, cirujano, profesor y conferenciante sobre temas de auto-valoración y liderazgo, y autor del libro Vivir es un asunto urgente (2008), afirma que “las emociones, sobre todo las negativas como el miedo, la ira o la desesperanza, pueden alterar el riego del cerebro y el sistema inmunológico, y se asocian con profundos cambios en las hormonas” (El Correo de Bilbao, 12/10/2007)

Auto-valorarse
La autoestima o amor propio no consiste en poseer un alto grado de orgullo mal entendido, prepotencia o vanidad. La autoestima es una imagen de uno mismo en la cual acepta que no es perfecto, que se puede fallar y que eso no le resta dignidad, ni le marca como inferior .

Bernabé Tierno, psicólogo, pedagogo y autor de Los pilares de la felicidad, entre otras obras, dice: “El amor es el pilar central. Porque el amor a uno mismo, que nada tiene que ver con el orgullo, quiere decir que una persona se quiere, que se valora, que está a gusto con lo que tiene y además es capaz de derramar su amor a los demás y a la propia vida. Esa persona prácticamente está plena. Si este primer pilar está bien cimentado, luego podemos pasar a los nueve siguientes” (Publicado en "Noticias.com", 5/2008)

Quererse a uno mismo, a la propia imagen, es primordial para encarar la vida; y es imprescindible para superar las malas rachas o los malos momentos. No se trata de mantener alta la cabeza frente a la tormenta, aunque por dentro exista una herida emocional de auto-valoración y falta de confianza. Se trata de ver que nada ni nadie puede quitar valor a la propia personalidad, porque nada ni nadie lo da; es propiedad de cada ser humano, siempre.

Las personas con alta autoestima son más creativas, no temen enfrentarse a los problemas porque poseen seguridad en sí mismos, en su esencia, que no va ligada solamente a una titulación, un empleo o determinadas circunstancias laborales o personales. Confían en sus capacidades y, por ende, en sus posibilidades. Pero, ¿cómo conseguir esa valoración positiva, cuando se acaba de sufrir un duro golpe en la vida?

Ante todo, hay que actuar sobre los propios pensamientos, para desterrar la negatividad que puede llevar a la tan temida depresión. El afectado, sigue siendo la misma persona que antes del suceso desafortunado; sus conocimientos, sentimientos y su valía no han cambiado. Solo ha cambiado su situación vital.

Etapas vitales
Pensar que todo es transitorio, y esa mala situación también, encamina hacia nuevas posibilidades. Si, además, se mantiene no solo la esperanza, sino el ánimo de aprovechar para aprender nuevas cosas o para iniciar nuevos proyectos, gran parte de la propia autoestima se mantendrá intacta. Y si no se escucha a esa “voz punitiva” de la mente, que quiere hacer creer al sujeto que es desafortunado, inferior, débil o paria, ya se tiene mucho del trabajo interior hecho.

Por supuesto que es posible caer en momentos o incluso etapas de desaliento, llanto o mal humor; toda persona está en su derecho como ser humano, porque esas son también emociones humanas y fácilmente comprensibles. Incluso es necesario, dicen los expertos, atravesar esas fases de “duelo” o dolor. Es inútil intentar ocultar a los demás o a uno mismo que se está desolado; lo que es conveniente aprender es a manejar esa desolación, para que no sea ella la que maneje la mente, convirtiéndose en crónica.

El ejercicio, actividades al aire libre o compartir buenos momentos con la familia y amigos, es una terapia positiva para alejar esos otros instantes de “bajón” emocional. No hay que encerrarse en casa y, menos aún, encerrarse en uno mismo. Contar con la complicidad y comprensión de alguien que nos escuche es muy valioso; no hay que sentir pudor en desahogar los pensamientos negativos con esa persona, si se siente como necesario. No se busca conmiseración, solo afecto. Y, después, la persona afectada se sentirá más fuerte y más querida.

Pero, ante todo, la valoración que uno mismo hace de su persona es vital. No es positivo ni el victimismo, ni caer en la altanería introspectiva del orgullo herido. Los hechos puntuales son solo situaciones de la vida personal, no la propia vida.