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General: las relaciones abiertas
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: IKH@NN@  (Mensaje original) Enviado: 20/09/2014 14:44
 

Mitos y verdades en las relaciones abiertas


Los irreverentes años sesenta volvieron a traer algo que parecía erradicado de la sociedad occidental: la poligamia explícita. Desde muchos frentes comenzaron a bautizarla de diferentes maneras: poliamor, pilifidelidad, amor confluyente o simplemente amor libre (¿existe el amor no libre?). Actualmente todo parece englobarse en el término “relaciones abiertas”.

Se trata de una modalidad de pareja en la que cada uno puede tener relaciones sexuales con otras personas, por fuera de la unión, con pleno consentimiento de parte de su “cónyuge”. No hay reglas fijas. Cada pareja determina cómo y hasta qué punto llegan esos acuerdos.

Este nuevo modelo de relaciones parte de la idea de que la monogamia es una forma de matrimonio antinatural, que induce a obligaciones desmesuradas para la pareja y que finalmente fracasa por su propia estrechez.

La polémica


El tema sigue siendo polémico. Muchos se preguntan si en verdad las parejas con relaciones abiertas son más felices, maduras y sólidas. Otros, indican que el objetivo de estos vínculos no es la estabilidad, la madurez o la solidez; por tanto, sobra el debate.

Quizás sería más válido preguntar si en verdad ese tipo de relaciones garantizan una mayor libertad para quienes las componen y, en consecuencia, mayor felicidad en sus vidas.

La sexualidad humana es un terreno que se ubica a medio camino entre la biología y la cultura. Así que esgrimir argumentos que acuden solamente al llamado “instinto” es plantear un sesgo muy protuberante. Igual al contrario: suponer que debe primar la costumbre, porque sí, es ignorar que hay demandas básicas en el animal humano que somos.

Se podría decir que “instintivamente” somos un animalito peligroso, que sería capaz de matar a otros simplemente para apropiarse de algún bien que ellos poseen y nosotros deseamos. “Instintivamente” podríamos sentir deseo sexual por nuestros hermanos o nuestros padres, en algún punto de la vida. Es ahí donde la cultura juega un papel para ponerle límites a esa inclinación natural que potencialmente podemos tener.

Culturalmente, y muy particularmente debido a las religiones, el sexo se convirtió en un tabú a lo largo de la historia. Controlando el deseo sexual de las sociedades, ideologías y poderes controlaron también la cosmovisión de los sometidos. Tener dominio sobre lo que ocurre bajo las sábanas de las parejas ayuda mucho al engranaje del mundo que han construido los poderosos.

¿Y entonces?


La sexóloga Ana Calle, terapeuta de pareja en España, indica que las relaciones abiertas generalmente no son una opción para los más jóvenes. Acuden a este modelo personas con algún tipo de recorrido o experiencia con varias parejas, la cual generalmente ha sido negativa.

Indica también que casi siempre son los hombres quienes proponen este tipo de vínculo. Y que en algunos casos están poniendo sobre la mesa no su deseo de libertad, sino su necesidad de sacar a flote una homosexualidad disfrazada. De ahí que necesiten que haya otros hombres involucrados con su pareja.

La relación abierta también puede estar encubriendo algún problema afectivo. ¿Es una solución cínica al eterno desencuentro que está implícito en el amor? En algunos casos lo es. La dificultad para establecer vínculos profundos de intimidad con otras personas es algo que en una relación abierta puede quedar sepultado y olvidado, contribuyendo así a eludir el conflicto interno como tal.

No hay suficientes estudios que documenten con certeza cuál es el destino de una relación abierta o que permitan compararla con los vínculos tradicionales. Lo que sí es cierto es que los modelos familiares han cambiado profundamente en las últimas décadas.

También es cierto que toda relación no depende del vínculo en sí mismo, sino de la calidad humana de quienes la componen. De sus creencias, de sus valores y sus prioridades. Por eso, las relaciones abiertas no son para todo el mundo, especialmente cuando no están basadas en el amor o en una comunicación sincera.

Alguien podría decir: ¿Si hay ese amor y esa comunicación sincera, para qué involucrar terceros? Otros responderán que nada protege a una pareja de la rutina, del deseo de experimentar, de la necesidad de sentir la emoción de lo novedoso. Entonces, nuevamente sería interpelado para preguntarle si todo eso no es más bien una expresión de cierta fútil adolescencia a la que no se quiere renunciar.

El debate continúa.

lamenteesmaravillosa.com


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 20/09/2014 14:51
Para continuar con tu muy actual tema .... qué tal les parece esto ... Fantástico ? como diría Allen ?
 
«Swingers», intercambio de parejas y sexo sin compromiso
Día 23/02/2014 - 19.01h

Tríos. Orgías. Intercambios de pareja. El ambiente liberal aparece al caer la noche envuelto en un aura de secretismo. Como decía Woody Allen, «el sexo entre dos es hermoso, pero entre cinco es fantástico»

Doce de la noche en un barrio señorial de Madrid. Ana aparece por la puerta de un local que se camufla entre la normalidad de la calle. La acompaña su marido, Roberto, que le da las llaves al aparcacoches y entra con ella. Al atravesar una cortina roja se abre un mundo nuevo, secreto y diferente al del exterior.

Ana y Roberto acuden cada fin de semana a este local. Viernes y sábados, sin falta, asisten a su cita con el juego, el deseo y la atracción. Son swingers, comparten su sexualidad con otras parejas, aunque solo de la cortina para dentro. Llevan 22 años casados y desde hace once llevan a cabo este tipo de experiencias con dos reglas: solo existe intercambio si los dos quieren y deben permanecer siempre en contacto. Si en algún momento alguno no se encuentra cómodo, se detiene el proceso. Uno no puede sufrir por el disfrute del otro. «Es vital que la pareja entre por la puerta con un acuerdo de mínimos, sabiendo lo que están dispuestos a hacer y lo que no», señala Roberto.

Su relación se basa en el respeto, un aspecto «esencial» en este tipo de parejas. Aseguran que su matrimonio se ha visto fortalecido desde que se convirtieron en swingers. «Teníamos curiosidad por cómo sería el ambiente, nos atraía la idea y decidimos probar», cuenta Ana, que ha visto cumplidos algunos de sus sueños más ocultos. «A veces te obsesionas con una persona, pero si te la encuentras aquí, realizas el deseo y la fantasía desaparece», indica.

A ellos les interesa más la parte social del ambiente. «Nos gusta el sexo, pero no somos animales», dice Ana. Les excita el juego, el tonteo, el ligue que podrían encontrar en cualquier discoteca si estuviesen solteros. Pero no es así; están casados y de cortinas para fuera nadie entiende su forma de vida. Por eso la guardan en secreto. Lo que ocurre tras la cortina, tras la cortina se queda.

Raquel y Alberto son más directos. Tienen 31 y 35 años y no se consideran adictos al sexo, «pero casi». Acuden de forma habitual a locales liberales, donde les gusta practicar sexo en grupo. Alrededor de una piscina –o dentro en ocasiones– se juntan dos parejas. O tres. O cuatro. Todo forma parte del juego y una simple caricia permite la entrada en la fiesta.

Raquel se baña desnuda en la piscina. Alberto la observa mientras se toma una copa. No es el único; en la mesa de al lado, una pareja se ha fijado en ella y se acerca cuando sale del agua. Casi ni se hablan, bastan las miradas para que empiecen a besarse. Cada uno con la pareja del otro hasta que la temperatura se caldea y pasan a mayores. Un hombre se aproxima y le hace una caricia a Raquel. Ella le retira la mano. Él no insiste. Un «no» es un «no», es la regla sagrada en este tipo de encuentros.

Sofía y Andrés son prácticamente vírgenes en el ambiente. Para ellos, todo empezó hace dos años, cuando Sofía accedió a cumplir la fantasía de Andrés de verla con otro hombre. «Quería hacerle feliz», confiesa. Le gustó, pero aún no se ha atrevido a repetirlo. «Espero que no me cueste tanto convencerla como la otra vez», bromea Andrés. Encontraron a su invitado a través de las redes sociales. Cada vez son más numerosas las páginas que ponen en contacto a parejas de swingers a través de internet y que contrastan con el ambiente de los locales. «Nos daba un poco de vergüenza ir a una sala liberal y preferimos la intimidad de nuestra casa», cuenta Sofía. Sin embargo, no es algo que recomienden los más experimentados, ya que no es «del todo seguro». «En los locales te sientes protegido en todo momento, pero en casa existe un mínimo peligro. Al fin y al cabo, no sabes con quién te puedes encontrar», explica Roberto.

MÁS DE 100 LOCALES EN ESPAÑA

El mundo swinger se instaló en España a finales de los 80, cuando Trama abrió sus puertas en Madrid. 25 años más tarde, hay seis locales en la capital y poco más de cien en España. Trama ya ha echado el cierre y sus dueños se han retirado, pero sus hijos se han encargado de seguir con el negocio familiar situar otro local como la referencia del ambiente madrileño.

Patricia es una de las dueñas y ejerce de relaciones públicas en Fusión Vip, uno de los tres establecimientos de la familia. Se encarga de enseñar el local a los que cruzan la cortina sin saber muy bien qué van a encontrar dentro. Por un precio de entre 30 y 50 euros, cada viernes y cada sábado, son más de 120 parejas las que entran con ganas de divertirse, de las que entre un 60 y un 70 por ciento no son habituales. «Les explico todo desde cero y les enseño las reglas básicas», indica. Todo está permitido, pero «siempre desde el respeto».

Los swingers, sin embargo, no son un invento actual. En la antigua Grecia, las fiestas y las comedias celebradas en honor al dios Dionisos se caracterizaban por el erotismo. Las orgías se desarrollaban en la noche del solsticio de invierno, en la que hombres y mujeres se disfrazaban de sátiros y ninfas. En ellas, «más de uno se atrevía a indagar en inéditos caminos de la sexualidad que en circunstancias normales nunca hubiera soñado recorrer», como asegura el escritor Juan Eslava en su obra Amor y sexo en la Antigua Grecia. Todo por la diversión.

NO DEBE SER UN TABÚ

Los sexólogos avalan este tipo de prácticas, especialmente en matrimonios que han perdido la fogosidad del inicio de la relación. «Es una opción. La mayoría no la elige, solo lo hace entre un tres y un cinco por ciento de las parejas, pero todas tienen esa posibilidad», señala Miguel Ángel Cueto, secretario general de la Federación Española de Sociedades de Sexología.

Se trata de una opción que Laura tiene en la cabeza desde hace unos meses. Tiene 47 años y su terapeuta se lo recomendó al contarle que tenía problemas en la cama con su marido. Aún no se ha atrevido porque cree que es una decisión que no se debe «tomar a la ligera» y que debe ser «consensuada por la pareja», algo que confirma Cueto. «Los dos deben ser maduros y tener mucho cuidado con los elementos que matan la relación: los celos y la culpa», indica el sexólogo antes de rechazar todos los tabúes que rodean al entorno swinger. «No se acaba de entender culturalmente que haya una pareja de tipo abierta, pero el sexo nunca se debe considerar como algo prohibido». Ya lo dijo Woody Allen, «existen dos cosas importantes en la vida: una es el sexo y de la otra no me acuerdo».



 
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