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ALEJANDRA STAMATEAS: SOY UNA MUJER CULPOGENA
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De: Alondra bat Yeshúa  (Mensaje original) Enviado: 21/11/2009 01:12

Soy una mujer culpogena

Filipenses 1:21

Debemos poner límites.

Un límite es la frontera que me distingue como un ser independiente de los demás. Existen dos tipos de límites: los físicos y los emocionales. Cuando pongo un límite estoy diciendo a los demás la manera como quiero que me traten si no me gustan sus comentarios, diciendo: "No me digas más eso porque no me gusta que me trates así."
Las mujeres creemos que si alguien las trató mal durante años, no pueden ponerle límite, especialmente si es un familiar, y no hay motivos para seguir aceptando lo que nos daña, aunque la persona se ofenda.

Oí de una chica que tenía su tía que, cada vez que la veía, hacía un comentario degradándola físicamente y ella nunca le pudo decir nada; se le hacía un nudo en la garganta y, aunque no le gustaba, hacía una leve sonrisa porque no se atrevía a ponerle límites; hasta que un día le dijo que nunca más le hablara así porque no le gustaba.

No somos culpables por poner límites.

Los límites se desarrollan en la infancia.

En una familia sana se enseña a los hijos que son únicos, individuales, que cada uno tiene sus gustos y preferencias y de esa manera comienzan a descubrir cuáles son sus límites. Pero si no se los trató como seres diferentes, ni hubo afectos cercanos, será muy difícil, con el avance de las edades, ponerle esos límites.

Los límites deben ponerse con seguridad y sin culpa.

Decir: "no me digas más esto", "no me gusta", "no quiero que me trates de esta manera", "no quiero hacerlo porque no me gusta" o "no te acerques tanto a mí, este es mi espacio y lo estás invadiendo", pedir lo que nos pertenece y que alguien nos sacó nos cuesta mucho, nos produce culpa y nos hace sentir incómodas.

Muchas chicas crecieron con el concepto de que si un hombre las manoseaba debían permitirlo porque creían que tenía derecho de hacerlo, entonces no le decían nada, porque en sus hogares les enseñaron que el más grande tenía derecho sobre los más pequeños.

"No contestes mal", "no respondas", nos decían y, aunque eso producía mucha bronca, nos callábamos.
"Dale un beso a todos". Y, ¿por qué?, si no quería, creían que era por respeto y en realidad era por no poner límites.

Nos enseñaron respeto por los demás y no por nosotras mismas.

¿Por qué ese tío que tenía barba y bigotes tenía que besarte si a vos no te gustaba?
No nos permitían hablar porque sólo lo hacían los adultos, y las mujeres crecimos con miedo a los límites.
Tenemos la capacidad de avanzar porque decidimos quienes entran en nuestra vida, pero podemos retroceder y elegir a quienes no queremos que estén.

Es nuestro derecho decidir.

Tengo derecho a decidir cuánta información personal quiero dar, pero si no quiero, no tengo por qué hacerlo. Hay gente metida y no estoy obligada a responder sus preguntas; decidiré qué comentarios voy a permitir y quien se me acercará.

Debes ser una mujer de fronteras fuertes, determinada y bien definida.

Al poner límites, tanto física como emocionalmente, no hay que ser antipática o de mal carácter, se puede hacer con amor y una sonrisa.

Poner límites es cuidarse.

Cuando llamamos a un perro acude enseguida, pero si es un gato, aunque captó la señal, vendrá cuando quiera.
Tendríamos que ser como el gato, analizar las señales que captamos, no acudir rápidamente como los perros, sin ver lo que nos conviene.
No respondamos a todo "sí" porque luego será difícil colocar el límite.

Los límites hay que ponerlos antes.

Muchas mujeres fantasean conque cambiarán a sus parejas: ".después yo lo manejo", ".después lo domino", ".después yo lo cambio", y después. ¡nada!

El límite se pone al principio, se respeta y se sostiene porque sino costará más.

"Cómo le voy a decir esto a mis hijos", "¿A mi marido? No se lo puedo decir", "A mi suegra., yo no la enfrento."
Nos enseñaron que teníamos que ser buenas y no pelear con nadie, por eso aguantamos lo que no nos gustó. Eso no es la palabra de Dios, debemos saber qué decir, a quién decirlo y cuándo, no ser una histérica con mal carácter pero decir lo que pensamos. Si soportamos todo es porque tenemos miedo de hablar y por culpa, ¡cómo le dije eso!, ¡cómo lo hice!

-Una madre culpógena que no puede poner límites, sobredimensiona el problema de sus hijos y todo es por su culpa. En vez de supervisar cómo actúa su hijo por sí mismo, cuestiona su maternidad: "lo hice bien o mal".

-La mujer culpógena no tiene definido el modelo de mujer que desea ser, y en vez de imitar y copiar el tipo de madre, esposa o cristiana que admira, repite el modelo de sus generaciones pasadas mezclando las costumbres de su abuela, madre y lo que ella misma hace, no teniendo en claro qué modelo es en realidad, porque está atada a una trenza generacional que debe desarmar, desenganchándose de los mandatos familiares que le dijeron y soltándose de los paradigmas que no le sirven para seguir adelante y le generan culpa.

Transformá y descubrí cuál es tu propio modelo de mujer.

No sabemos qué tipo de mujer queremos o debíamos ser, no copiemos el modelo de nadie porque somos únicas.

Dios te hizo única, único modelo.
Los hijos siempre te presionarán para que seas como "la mamá de.", pero deciles: "No, porque si yo soy única, vos también lo sos."

No hay copia ni repetición, Dios te llamó para hacer algo único.

Una mujer que pone límites sabe adonde va, y le será más fácil decir a unos "no" y a otros "sí".
Pablo decía: " Yo deseo partir y estar con Cristo, pero por el bien de ustedes es mejor que permanezca, convencido de esto permaneceré "
Siempre estamos entre dos pensamientos pero cuando si estamos convencidas de algo lo haremos con seguridad.

Debemos determinarnos, estar convencidas y saber qué queremos y hacia dónde vamos.

Si decidiste vivir y no morir, determiná qué debes cambiar en tu vida para que sea agradable, basta de cargar con culpas, de pensar "lo digo o no lo digo", "lo hago o no lo hago", ¡basta de dar vueltas! Da un corte a esas fábulas mentales que tenés.

La mujer que se determina soltará poder.

Por años las mujeres hemos sido muy obedientes pero eso no significa que seamos fieles. Fuimos obedientes, buenas mujeres, simpáticas con todo el mundo, atendiendo a todos, tratando de buscar la paz a cualquier precio, pero no hemos sido fieles a Dios.

Ser fieles.

No fuimos fieles por no haber cumplido el sueño que Dios puso dentro nuestro.
La desobediencia trae una consecuencia que deberemos pagar pero nunca debemos dejar de ser fieles y saber hacia adonde vamos a pesar de las circunstancias difíciles. Perseguí los sueños que Dios puso en tu interior hasta que se hagan realidad.
Determiná y enfocate en el sueño de Dios.
Si tenemos claro hacia donde vamos, sabremos qué límites y a quién se lo pondremos.

Poné límites para nadie más te lastime.

Rut es el ejemplo de una mujer determinada, ella cerró sus ojos físicos y miró con su espíritu. Fue a Belén a pesar de todas las contrariedades, era viuda, prácticamente sola, no se la consideraba importante, con la religión y nacionalidad diferentes, porque sabía, en su espíritu, que allí había algo para ella.

El espíritu es más grande que la mente y el cuerpo, debemos cuidarlo porque tiene ideas maravillosas y fuerzas únicas.
El cuerpo se debilita, por eso debemos delegar, dando a otras oportunidades para que hagan.
En la mente hay miles de ideas y un solo cuerpo que las sostiene.

Orfa tenía la misma posibilidad que Rut pero sin embargo prefirió quedarse con los viejos paradigmas familiares y sus viejas creencias religiosas, no se atrevió a determinarse a lo nuevo, prefirió ser la mujer que los demás armaron y no una mujer que se armaba y diseñaba así misma, hizo lo que le enseñaron: mis dioses, mi tierra, mi creencia, mis límites.
Rut sabía algo en su espíritu, y cuando llegó a Belén era la época de la cosecha y se puso a trabajar y, aunque nunca sembró, ella cosechó.

Aunque nunca hayas sembrado, Dios te dará la cosecha que esperas.

Una mujer determinada cosechará en el momento justo aunque no haya sembrado.
La culpa nunca te hará alguien determinado y lo más triste es que perderás la bendición que Dios ya te preparó.
Cada vez que decidas por lo que tu marido te dice, tu deseo será para él, pero cuando mires a Dios, Su deseo se hará en tu vida.
No hagas nada para agradar al otro porque te frustrarás y él te dominará.

¡Basta de agradar a los demás! Nuestro deseo debe ser agradar a Dios, porque es Él quien puso Su sueño en nuestro corazón.

Determinate:
-Por lo que estas luchando desde hace tiempo,
-Por tu propio modelo de mujer que te llevará a ser lo que querés y no, lo que los demás esperan.

No pidas más señales porque Cristo está con vos y todo te saldrá bien. ¡Movete! Hacé lo que te pide y llegarás en el tiempo de la cosecha; hablá el lenguaje de Dios, que es el lenguaje de la fe y Dios te escuchará y llegarás a la victoria.

Por Alejandra Stamateas

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