Rusia no le teme al cambio climático

"Personas en la Plaza Roja de Moscú"

A pesar de que Rusia es el tercer emisor de dióxido de carbono del mundo, muchos rusos -quizás la mayoría- ven al cambio climático como un problema ajeno, una paranoia irracional creada por aquellos que tienen vidas demasiado cómodas.

Raya Corry-Fitton, una estudiante británica que vive en Moscú y suele escribir para nuestra página de internet, nos comentó que sus amigos rusos dicen que el cambio climático -y las emisiones de los automóviles enormes que tragan grandes cantidades de carburante- son "tonterías".

El presidente Dimitri Medvedev prometió que para 2020 reducirá las emisiones de gases de efecto invernadero entre 10 y 15% partiendo de los niveles de 1990.

Los ambientalistas rusos señalan que eso se traducirá en mayores esfuerzos para reducir las emisiones, porque la reducción prometida ya se logró, pero como un efecto secundario del colapso de la industria pesada rusa, a principios de los 90.

El principal asesor de economía de Medvedev, Arkadiy Dvorkovich, advierte que el futuro crecimiento económico de Rusia acarreará, inevitablemente, mayores emisiones de gas.

Ausencia "verde"

El desastre nuclear de Chernobyl en 1986 despertó un enorme interés de los ciudadanos rusos por asuntos medioambientales. Pero no duró mucho.

En el país no existe un movimiento "verde" establecido y muy pocos rusos consideran como una prioridad los problemas medioambientales.

Las iniciativas ecológicas -como la que propone que ciertos días no se usen coches- son vistas con burla y sarcasmo.

Siberia

"Siberia"

Uno de los ambientalistas rusos más conocidos, Aleksei Yablokov, presidente del Centro de Política Ambiental, dice que la actitud de Rusia hacia el cambio climático es "cínica".

Además insiste en que los líderes rusos están sacrificando el bienestar del futuro en pos del rédito económico inmediato.

Yablokov afirma que el gobierno ya había desmantelado las estructuras de protección del medio ambiente desde antes de la presidencia de Vladimir Putin y que esto se intensificó durante su gestión.

El especialista también rechaza la idea -muy expandida en Rusia- de que el cambio climático será incluso beneficioso por el simple hecho de que calentará partes del país que hoy son demasiado frías.

Científicos rusos calculan que, si bien esto hará que surjan nuevas tierras arables, la principal consecuencia será la pérdida de buenas tierras cultivables.

Los expertos también vaticinan consecuencias desastrosas en las regiones habitadas de la tundra siberiana a medida que se vayan derritiendo las capas subterráneas de hielo que sirven de base a pueblos y asentamientos.

"Estúpidos"

También hay voces contrarias. Por ejemplo la de Alexander Nikonov, conocido escritor y geólogo ruso, que opina que "las emisiones industriales dirigidas a la atmósfera están salvando al mundo de una nueva Era de Hielo".

Nikonov dijo a la BBC que Rusia, como "país más frío del mundo", puede "sólo beneficiarse" del calentamiento global.

El escritor señala que dos tercios del territorio ruso son actualmente inhabitables.

"La vida y la agricultura serán posibles en un área que es siete veces más grande que Francia", anuncia.

Al ser consultado sobre por qué tantos científicos fuera de Rusia no coinciden con sus predicciones, Nikonov responde de manera simple y concisa: porque son estúpidos.

Además los acusa de manipular la ciencia para que se adapte a la agenda política de la izquierda. "A todas las elites occidentales, a los graduados de las universidades prestigiosas de Estados Unidos y Europa se les metió una visión socialista del mundo".

"Sus estómagos están llenos y sus vidas felices. No tienen nada que hacer, entonces dicen '¡oye!, acá hay una oportunidad para ir a 'salvar algo'... Y no pueden resistirse".

En cambio, "Rusia es un país lleno de problemas reales".

La opinión pública rusa sigue convencida de que los científicos están divididos respecto a las causas del calentamiento global, entonces eligen creer lo que prefieran.

Motivaciones

Además, los rusos están cada vez más convencidos de que la teoría del calentamiento global fue creada por aquellos que tienen un odio innato por los grandes negocios.

También sospechan que hay una motivación ideológica, más que científica, y perciben que los ambientalistas critican duramente a EE.UU. pero a la vez le quitan importancia a la acción de países como China e India.

Sea por cuestiones de salud o de cambio climático, los rusos son mucho más fatalistas que sus vecinos europeos. De ahí su permanente amor por el alcohol, el tabaco, los coches veloces y la comida rica, aunque engorde.

Además, los gobernantes rusos recuerdan las privaciones materiales y la constante escasez de la era soviética y no piensan poner trabas al nuevo consumismo.

¿Será que las nuevas generaciones rusas, que crecieron después de la caída del comunismo, mirarán sus vidas y el futuro del planeta a través de otro cristal?

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