LA IMPORTANCIA DEL RECUERDO DE SÍ.-
En “Fragmentos de una enseñanza desconocida”, Ouspensky le hace una
pregunta a Gurdjieff acerca de la consciencia. G. en su respuesta
resalta la importancia de “recordarse a uno mismo” y explica que el
hombre, aunque este despierto, pasa por momentos de completa
inconsciencia. Luego O. nos cuenta acerca de los resultados de sus
experimentos y observaciones referidos al recuerdo de sí mismo:
°...al observar en usted mismo las apariciones y desapariciones de la
conciencia verá inevitablemente un hecho que nunca ve, del cual jamás se
ha dado cuenta, y es que los momentos de conciencia son muy cortos y
están separados los unos de los otros por largos intervalos de completa
inconsciencia, durante los cuales su máquina trabaja en forma
automática. Verá que puede pensar, sentir, actuar, hablar, trabajar, sin
estar consciente. Si usted aprende a ver en usted mismo los momentos de
conciencia y los largos períodos de mecanicidad, verá en los otros, con
la misma certidumbre, en qué momentos son conscientes de lo que hacen y
en qué momentos no lo son.
"Su principal error es el creer que
siempre tiene conciencia, el creer, en general, que la conciencia
siempre está presente o que nunca está presente. En realidad, la
conciencia es una propiedad que cambia continuamente. Ora está presente,
ora no lo está. Hay diferentes grados, diferentes niveles de
conciencia. (...)
—Hasta ahora, dijo él, ninguno de ustedes ha
captado la importancia capital del punto que, sin embargo, yo les había
señalado. Ustedes siempre se olvidan, nunca se acuerdan de sí mismos.
(Pronunció estas palabras con una insistencia especial.) Ustedes no se
sienten a sí mismos; no son conscientes de sí mismos. En ustedes, «se
observa», o bien «se habla», «se piensa», «se ríe»; ustedes no sienten:
«Soy yo el que observa, yo observo, yo noto, yo veo.» Todo se nota por
sí solo, se ve por sí solo... Para llegar a observarse realmente, ante
todo hay que recordarse a sí mismo (insistió de nuevo). Traten de
recordarse a sí mismos cuando observen, y más tarde me dirán lo que ha
pasado, cuál ha sido el resultado. Tan sólo tienen valor los resultados
obtenidos durante el recuerdo de sí. De otra manera, ustedes mismos no
existen en sus observaciones. Y en este caso, ¿qué valor pueden tener?"
Estas palabras de G. me hicieron reflexionar mucho. De inmediato me
pareció que eran la llave de todo lo que había dicho antes sobre la
conciencia. Sin embargo, decidí no sacar de ellas conclusión alguna,
sino solamente tratar de recordarme a mi mismo mientras me observaba.
Desde las primeras tentativas, pude ver cuán difícil era esto. Al
comienzo, las tentativas de recuerdo de sí no me dieron ningún
resultado, pero me mostraron que de hecho nunca nos recordamos a
nosotros mismos.
—¿Qué más quiere usted? dijo G. Comprender esto
tiene en sí una importancia capital. Los que saben esto ya saben mucho.
Todo el problema es que nadie lo sabe. Si usted le pregunta a alguien si
puede recordarse a sí mismo, naturalmente le contestará que si. Si le
dice que no puede recordarse a sí mismo, se enojará o pensará que usted
está loco. Toda la vida está basada en esto, toda la existencia humana,
toda la ceguedad humana. Si un hombre sabe realmente que no puede
recordarse a sí mismo, ya está cerca de una comprensión de su ser."
Todo lo que decía G., todo lo que yo pensaba y sobre todo lo que me
habían mostrado mis tentativas de "recordarme a mí mismo" me
convencieron muy rápidamente de que me encontraba en presencia de un
problema enteramente nuevo que hasta ahora la ciencia y la filosofía
habían descuidado.
Pero antes de hacer deducciones, trataré de describir mis tentativas de "recordarme a mí mismo".
Mi primera impresión fue que los ensayos de recuerdo de sí, o de ser
consciente de sí, de decirse: Soy yo el que camina, soy yo el que hace
esto, al tratar continuamente de experimentar la sensación de este yo —
detenían los pensamientos. Cuando tenía la sensación de mí, ya no podía
ni pensar ni hablar: las mismas sensaciones se obscurecían. Por eso no
se puede "recordarse a sí mismo" de esta manera sino por algunos
instantes.
Yo había ya hecho ciertos experimentos en "detener el
pensamiento" del tipo de aquellos que son mencionados en los libios
sobre el yoga, por ejemplo el libro de Edward Carpenter: From Adam's
Peak to Elephanta, aunque en este caso se trata de una descripción muy
general. Los primeros ensayos de "recuerdo de sí" me hicieron recordar
mis tentativas anteriores. En efecto, ambas experiencias eran casi
idénticas, con la única diferencia de que al detener los pensamientos la
atención está totalmente orientada hacia el esfuerzo de no admitir
pensamientos, mientras que en el acto del "recuerdo de sí" la atención
se divide: una parte se dirige hacia el mismo esfuerzo, otra hacia la
sensación de sí.
Esta última experiencia me capacitó para llegar a
una cierta definición, posiblemente muy incompleta, del "recuerdo de
si", que sin embargo probó ser muy útil en la práctica. Yo hablo del
recuerdo de sí, en lo que se refiere a la división de la atención:
siendo ésta su rasgo característico.
Me la representé de la siguiente manera:
Cuando observo algo, mi atención está dirigida hacia lo que observo.
Yo ————————————> el fenómeno observado.
Cuando, al mismo tiempo, trato de recordarme a mí mismo, mi atención
está dirigida a la vez hacia el objeto observado y hacia mí mismo.
Yo <————————————> el fenómeno observado.
Habiendo definido esto, vi que el problema consistía en dirigir la
atención sobre uno mismo sin permitir que se debilite o se eclipse la
atención dirigida sobre el fenómeno observado. Más aún, este "fenómeno"
podía estar tanto dentro de mi como fuera de mí.
Las primeras
tentativas de hacer tal división de la atención me mostraron su
posibilidad. Al mismo tiempo hice otras dos comprobaciones. En primer
lugar vi que el "recuerdo de sí" resultante de este método no tenía nada
en común con la "introspección", o el "análisis". Se trataba de un
estado nuevo y muy interesante, con un sabor extrañamente familiar.
En segundo lugar comprendí que momentos de recuerdo de sí ocurren de
hecho en la vida, aunque raras veces, y que sólo la producción
deliberada de estos momentos creaba la sensación de novedad. Yo había
tenido además la experiencia de tales momentos desde mi más temprana
infancia. Llegaban, ya sea cuando me encontraba en circunstancias nuevas
o inesperadas, en lugares nuevos, entre extraños, por ejemplo durante
un viaje; uno súbitamente mira a su alrededor y se dice: "¡Qué extraño!
¡Yo, y en este lugar!", o en momentos muy emocionales, en momentos de
peligro, en momentos en que es necesario conservar la cabeza, cuando uno
oye su propia voz y se ve y se observa a sí mismo desde afuera.
Vi muy claramente que los primeros recuerdos de mi vida, que en mi
propio caso eran muy tempranos, habían sido momentos de "recuerdo de
sí". Y en el mismo instante tuve la revelación de muchas otras cosas. De
esta manera pude darme cuenta que no me acordaba realmente, sino de los
momentos en que me había recordado a mí mismo. De los otros momentos
sólo sabía que habían transcurrido. No era capaz de revivirlos
enteramente, ni experimentarlos de nuevo. Pero los momentos en que me
había "recordado a mí mismo" estaban vivos y no diferían en manera
alguna del presente. Aún temía el llegar demasiado rápido a
conclusiones, pero ya veía que me encontraba en el umbral de un gran
descubrimiento. Siempre me había asombrado ante la debilidad y la
insuficiencia de nuestra memoria.
P.D Ouspensky
Aportado por Carlos De La Garza