HUMANIDAD MECÁNICAS, QUE DICE QUE NO SE IDENTIFICA, NI VIVE DE ILUCIONES (Miente)
La mecanicidad
La mecanicidad es la inclinación que tenemos de encarnar la actitud
repetitiva, fría inconsciente y rutinaria que caracteriza a las
máquinas. A lo largo de la vida nos acostumbramos a frecuentar patrones
existenciales repetitivos hasta el punto de convertirnos en muertos
vivientes, en autómatas, en criaturas mecánicas.
Las máquinas
pueden ser eficientes, precisas, útiles y productivas; pero su
funcionamiento está limitado y sujeto a seguir una programación. Solo
pueden repetir ciclos, procesos y rutinas siempre de la misma forma. No
tienen conciencia y por lo tanto no pueden expresar creatividad, vida,
amor, sensibilidad, originalidad, determinación, no son inteligentes y
no tienen la posibilidad de cambiar ni evolucionar.
Al frecuentar
una actitud mecánica hacia la vida se atrofian gradualmente nuestras
facultades humanas y quedamos atrapados en una tediosa programación
existencial viviendo con la conciencia dormida. Estudiar y revertir está
condición es un objetivo del auto conocimiento.
De ninguna manera podríamos negar la Ley de Recurrencia procesándose en cada momento de nuestra vida.
Ciertamente en cada día de nuestra existencia, existe repetición de
eventos, estados de conciencia, palabra, deseos, pensamientos,
voliciones, etc.
Es obvio que cuando uno no se auto-observa, no puede darse cuenta de esta incesante repetición diaria.
Resulta evidente que quien no siente interés alguno por observarse a sí
mismo, tampoco desea trabajar para lograr una verdadera transformación
radical.
Para colmo de los colmos hay gentes que quieren transformarse sin trabajar sobre sí mismos.
No negamos el hecho de que cada cual tiene derecho a la real felicidad
del espíritu, más también es cierto, que la felicidad sería algo más que
imposible si no trabajamos sobre sí mismos.
Uno puede cambiar
íntimamente, cuando de verdad consigue modificar sus reacciones ante los
diversos hechos que le sobrevienen diariamente.
Empero no
podríamos modificar nuestra forma de reaccionar ante los hechos de la
vida práctica, sino trabajáramos seriamente sobre sí mismos.
Necesitamos cambiar nuestra manera de pensar, ser menos negligentes,
volvemos más serios y tomar la vida en forma diferente, en su sentido
real y practico.
Empero, si continuamos así tal como estamos,
comportándonos en la misma forma todos los días, repitiendo los mismos
errores, con la misma negligencia de siempre, cualquier posibilidad de
cambio quedará de hecho eliminada.
Si uno de verdad quiere llegar
a conocerse a sí mismo, debe empezar por observar su propia conducta,
ante los sucesos de cualquier día de la vida.
No queremos decir
con esto que no deba uno observarse a sí mismo diariamente, sólo
queremos afirmar que se debe empezar por observar un primer día.
En todo debe haber un comienzo, y empezar por observar nuestra conducta en cualquier día de nuestra vida, es un buen comienzo.
Observar nuestras reacciones mecánicas ante todos esos pequeños
detalles de alcoba, hogar, comedor, casa, calle, trabajo, etc., etc.,
etc., lo que uno dice, siente y piensa, es ciertamente lo más indicado.
Lo importante es ver luego como o de que manera puede uno cambiar esas
reacciones; empero, si creemos que somos buenas personas, que nunca nos
comportamos en forma inconsciente y equivocada, nunca cambiaremos.
Ante todo necesitamos comprender que somos personas-máquinas, simples
marionetas controladas por agentes secretos, por Yoes ocultos.
Dentro de nuestra persona viven muchas personas, nunca somos idénticos; a
veces se manifiesta en nosotros una persona mezquina, otras veces una
persona irritable, en cualquier otro instante una persona espléndida,
benevolente, mas tarde una persona escandalosa o calumniadora, después
un santo, luego un embustero, etc.
Tenemos gente de toda clase
dentro de cada uno de nosotros, Yoes de toda especie. Nuestra
personalidad no es mas que una marioneta, un muñeco parlante, algo
mecánico.
Empecemos por comportamos conscientemente durante una
pequeña parte del día; necesitamos dejar de ser simples máquinas aunque
sea durante por breves minutos diarios, esto influirá decisivamente
sobre nuestra existencia.
Cuando nos Auto-Observamos y no hacemos lo que tal o cual Yo quiere, es claro que empezamos a dejar de ser máquinas.
Un sólo momento, en que se está bastante consciente, como para dejar de
ser máquina, si se hace voluntariamente, suele modificar radicalmente
muchas circunstancias desagradables.
Desgraciadamente vivimos
diariamente una vida mecanicista, rutinaria, absurda. Repetimos sucesos,
nuestros hábitos son los mismos, nunca hemos querido modificarlos, son
el carril mecánico por donde circula el tren de nuestra miserable
existencia, empero, pensamos de nosotros lo mejor...
Por donde
quiera abundan los "MITÓMANOS", los que se creen Dioses; criaturas
mecánicas, rutinarias, personajes del lodo de la tierra, míseros muñecos
movidos por diversos Yoes; gentes así no trabajarán sobre sí mismos... Y
hasta son con títulos, Que ni se dan cuenta de darse cuenta, Luis Luis
Gonzalez
Por qué adoptamos la mecanicidad
La mecanicidad
nos ofrece seguridad, confort y un patrón para orientar nuestro
desenvolvimiento existencial. Al refugiarnos en nuestros programas
permanecemos en el campo de lo conocido, en el cual somos hábiles,
capaces, conocedores, destacados, eficientes, etc. Cuando nos salimos
del margen de nuestros programas debemos enfrentar lo desconocido, para
lo cual somos torpes, frágiles, ineptos, ingenuos, incautos, inútiles,
etc.
La repetición nos ofrece seguridad y comodidad. Sabemos con
qué nos vamos a encontrar si hacemos las cosas del mismo modo y si
recorremos los caminos ya conocidos. En cambio, tomar un rumbo nuevo
implica enfrentarnos con el temor, con el riesgo de errar y con todos
los sentimientos de la inexperiencia.
Cuando en medio de la
repetición nos surge un chispazo consciente que nos sugiere una
posibilidad de creatividad, innovación, y cambio, inmediatamente
interviene la mente emitiendo frases cómo ¿Para qué? Y… ¿Qué tal que no
pueda? ¿Qué tal que pase esto o aquello?
Las personas sumidas en
la mecanicidad pueden vivir una vida de aspecto eficiente repitiendo lo
mismo todos los días. Pero si por algún motivo les toca cambiar, hacer
algo nuevo y salirse del programa se dan cuenta que se han vuelto
totalmente incapaces porque su potencial consciente se ha atrofiado.
La mente con sus programas y experiencia acumulada puede ser útil, pero
por sí sola es limitada y al sostenernos exclusivamente de ella solo
podemos repetir lo conocido. La conciencia es la que nos permite
discernir y descubrir en el momento posibilidades, alternativas, caminos
y opciones que no hacen parte de la experiencia ni de los contenidos de
la mente. Si comprendemos esto descubriremos que en la conciencia
despierta se encuentra la verdadera seguridad, libertad, eficiencia y
capacidad que ningún programa puede ofrecernos.
En nuestra
conciencia radica la capacidad de ver, cuestionar, descubrir, entender,
aprender, preguntar, corregir y responder a los retos nuevos si ponemos
la atención en lo que estamos haciendo. La conciencia es libre y
creativa y siempre nos va a invitar a innovar y a actuar por terrenos
nuevos, desafiantes y desconocidos así no tengamos un programa que nos
garantice seguridad y éxito. Lastimosamente este poder tiende a
atrofiarse por falta de uso ya que solemos elegir siempre el camino más
cómodo y seguro que consiste en repetir siempre lo conocido.
¿Cuál es el precio de la mecanicidad?
Los programas que desarrollamos a lo largo de la vida nos permiten
cumplir funciones repetitivas, ser eficientes y productivos dentro del
límite de lo conocido. A simple vista resuelven el problema de nuestro
mantenimiento y supervivencia existencial. Sin embargo, al vivir en base
a ellos se van atrofiando las cualidades más valiosas de nuestro ser
como la capacidad creativa, el amor a la vocación y la posibilidad de
evolucionar tanto en lo externo como en lo interno. La mecanicidad tiene
muchos efectos en nuestro ser, dentro de los cuales podemos analizar
algunos…
La agobiante rutina
Por medio de una vida
rutinaria y repetitiva tratamos de evitar el sufrimiento que implica
enfrentarse a lo nuevo. Lo que ignoramos es que la rutina es una cárcel
que también produce sufrimiento. Al sumergirnos en ella sentimos el
agobio de ver la vida a través de un itinerario que ya conocemos de
memoria. No podemos ver el cambio de las cosas ni ser sensibles o sentir
agrado hacia impresiones o actividades que no hagan parte del programa
de nuestros placeres. Solo encontramos gusto en repetir aquello que nos
causó agrado en un momento pasado. Si nuestra mente no puede identificar
un placer en algo responde con la frase… ¿Para qué?
La
conciencia es vida y atrapada en la sensación de repetición experimenta
gran malestar. Al sufrir no podemos entregarnos con amor y desinterés al
trabajo porque solamente queremos escapar de él, terminar rápidamente o
distraernos con cualquier cosa. Ignoramos que toda actividad por
insignificante que sea puede ofrecernos gozo si aprendemos a abstraernos
en ella, situándonos más allá de los valores y condicionamientos
provenientes del pensamiento.
La mayor parte de la vida consiste
en el mantenimiento de los pequeños detalles que la componen y si estos
nos causan agobio e infelicidad