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EL CUARTO CAMINO DE GURDJIEFF-BENNETT
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General: TESTIMONIO DE WALKER- EL HOMBRE ESTA DORMIDO
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De: LUISWAYUU - ASHSHUA  (Mensaje original) Enviado: 09/06/2019 20:02
Gurdjieff-Movimientosy Danzas Sagradas

TESTIMONIO DE WALKER

EL HOMBRE ESTÁ DORMIDO
Poco tiempo después Ouspensky habló del importantísimo factor de la conciencia, y, como era característico en él, se zambulló directamente en el tema sin ninguna clase de preámbulos.
El hombre -nos dijo- está dormido. Dormido nace, dormido vive y dormido muere. La vida es para él sólo un sueño, sueño del que nunca despierta. Se me hace difícil recordar, después de todos los años que han pasado, cómo tomé este dramático anuncio, pero si mi memoria no me traiciona, no me ocasionó gran sorpresa. Mucha gente había estado haciendo comentarios sobre la calidad de sueño que tiene la vida, y recordé la historia narrada por aquel inimitable sabio chino de la antigüedad, Chuang Tzu, contemporáneo de Lao Tse. Cuenta cómo, después de haberse quedado dormido en su jardín, despertó y se vio en figurillas para saber cuál era el sueño y cuál era la verdadera vida.
Su narración es la siguiente: Ocurrió una vez que yo, Chuang Tz'u, soñé que era una mariposa que volaba de aquí para allá; una mariposa para todo fin y propósito. Sólo estaba consciente de seguir mi fantasía como mariposa que era, e inconsciente de mi individualidad como hombre. De repente desperté y me vi tendido ahí; había vuelto a ser yo mismo. Bien: no sé si entonces era un hombre que soñaba que era mariposa, o si ahora soy una mariposa que sueña que es hombre.
Pronto me di cuenta de que Ouspensky no estaba hablando en forma poética o figurativa sobre el hecho de que el hombre está dormido. Quería que tomáramos sus palabras literalmente, es decir, que todos nosotros estamos viviendo en un mundo de seres que caminan dormidos, mundo que está habitado por gente que se mueve dentro de un crepúsculo de conciencia, y sin embargo imaginan que están despiertos. Era una idea bien extraña, y sin embargo no del todo increíble. Un mundo dormido; gente que camina por las calles, se sienta en oficinas gubernamentales dirigiendo asuntos de Estado, se precipita a los lugares en donde tiene que depositar sus votos, imparte justicia desde los estrados tribunalicios, da órdenes, escribe libros, hace un sinfín de cosas; y todo eso en estado de sueño. Esto es lo que él quería decir.
Ouspensky dirigió enseguida nuestra atención al hecho de que en Occidente la palabra "conciencia" se usa en forma muy equivocada, no sólo en la conversación popular, sino también por parte de los psicólogos, que debieran saber algo más. La conciencia -dijo- no es una función, como afirman muchas obras occidentales sobre psicología, sino que es el conocimiento de una función. Por. ejemplo, hay- gente que emplea la palabra conciencia como si fuera sinónimo de pensar, si bien el pensamiento funciona sin el menor conocimiento de su existencia por parte del que piensa, y la conciencia puede existir sin que esté presente ningún pensamiento. La conciencia es una cosa variable que ejerce una influencia sobre la función, la presencia de un grado mayor de conciencia tiene el efecto de mejorar la calidad de nuestras distintas actividades.
Mientras más conscientes estuviéramos de estar haciendo algo, mejor lo haríamos. Ouspensky ilustraba lo que quería decir apelando a una analogía. Asimilaba los varios centros que habíamos estado estudiando en sesiones anteriores a otras tantas máquinas que se encuentran alojadas en una fábrica, máquinas que pueden muy bien trabajar en la oscuridad, pero que funcionan mucho mejor si se encienden velas en el hogar de la fábrica en que han sido instaladas.
Cuando la luz eléctrica sustituye a las velas, el desempeño de las máquinas mejora aún más, y cuando las persianas cerradas de las ventanas de las fábricas se abren de par en par y se deja entrar libremente la luz, las máquinas trabajan al máximo de su eficacia.
La luz representa aquí a la conciencia. Él nos decía que la experiencia habría de mostrarnos que el grado de nuestra conciencia varía a cada momento durante el día, siendo a veces un poco mayor y otras un poco menor. Si continuábamos observándonos a nosotros mismos con cuidado, veríamos que los momentos de "volver en sí" y darnos cuenta de nuestra existencia son muy cortos y están separados entre sí por largos lapsos de olvido de nosotros mismos, en los cuales pensamos, sentimos, nos movemos y actuamos sin estar conscientes en lo más mínimo de nuestra existencia. Es una insensatez decir, como lo dice mucha gente, que somos conscientes de nosotros mismos, y si fuéramos sinceros tendríamos que confesar que nos pasamos el día caminando dormidos, en un estado que se encuentra ubicado en algún punto entre el sueño que tiene lugar en la cama, y la vigilia o verdadero conocimiento de uno mismo. Hablamos, cumplimos con nuestros deberes, comemos y bebemos, escribimos cartas, hacemos la paz y declaramos la guerra, tomamos decisiones que creemos importantes, escribimos libros, todo ello en un estado de conciencia tan bajo que por lo general está más cerca de la condición de sueño, que de la de conocimiento de uno mismo. Sólo por un instante o dos nos tornamos ocasionalmente conscientes de nuestra existencia, y después, igual que una persona que se da vuelta en la cama y abre a medias los ojos, los volvemos a cerrar y volvemos otra vez a nuestros sueños.
Ouspensky señalaba que mientras más bajo fuera el nivel de nuestra conciencia, más ciegas y mecánicas habrán de ser nuestras acciones, y más subjetivos seremos en nuestras apreciaciones. Cuando una persona duerme en su cama durante la noche, interpreta los apagados mensajes que le llegan del mundo exterior en forma completamente subjetiva, incorporándolos a la estructura de sus sueños. Por ejemplo, la presión que hacen las ropas de la cama sobre sus pies, se convierte en un sueño en el que se imagina a sí mismo atrapado por el barro de un pantano, justo en el momento en que estaba escapando de algún enemigo. O una picazón a lo largo del nervio de los dedos, será interpretada por la persona que sueña como un ataque lanzado contra él por abejas irritadas. En otras palabras, las opiniones de un hombre sobre lo que le está sucediendo mientras duerme en su cama por la noche, son enteramente subjetivas, y tienen muy poco que ver con la realidad.
Cuando se levanta por la mañana es capaz de ver las cosas en forma un poco menos subjetiva, pero aun entonces es incapaz de verlas tal como realmente son.
Sólo en un estado superior de conciencia le es posible a un hombre verse a sí mismo y a las cosas que lo rodean como realmente son, y no simplemente como él imaginaba que eran. Ouspensky seguía diciendo que hay para el hombre cuatro estados posibles de conciencia, y que nosotros sólo conocemos dos de ellos, o sea, el sueño en la cama por la noche, y el estado de conciencia en que pasamos el día, estado que él proponía que llamemos "caminar en sueños". Por encima de estos dos estados que nos son habituales existen otros dos niveles superiores de conciencia, el primero de los cuales es el estado a que antes nos hemos referido como de recordación de sí mismo o verdadera autoconciencia. Ouspensky decía que éste está asociado con un nítido sentido de nuestra propia existencia, como asimismo con todo lo que ocurre a nuestro alrededor. Es un estado de conciencia que alguno de nosotros puede haber experimentado accidentalmente, especialmente en la infancia. El cuarto, y más elevado estado de conciencia, es la Conciencia Objetiva, denominada a veces en la literatura como Conciencia Cósmica. Pueden también presentarse relámpagos de este estado de conciencia, que es el máximo, en hombres y mujeres completamente comunes, y aparentemente por casualidad, pero si uno se sumerge con más cuidado en la historia de los que lo han experimentado, encuentra con suma frecuencia que se habían sometido anteriormente a ciertas disciplinas interiores, y habían sido profundamente conmovidos en el plano emocional.
Las mejores narraciones sobre el estado superior de conciencia pueden hallarse en la literatura religiosa bajo el título de iluminación. Ouspensky afirmaba que en un estado de verdadera autoconciencia, un hombre es capaz de verse a sí mismo objetivamente, tal como realmente es, y que en el estado más elevado de todos, puede ver todas las cosas objetivamente. Es por esta razón que a este estado máximo de conciencia se le ha dado el nombre de Conciencia Cósmica u Objetiva. El camino que lleva a estos estados superiores de conciencia pasa a través del estado que está inmediatamente por debajo de él. De este modo la Conciencia Objetiva se alcanza por vía del estado intermedio de verdadera conciencia de sí mismo, de modo que el hombre que ha alcanzado este nivel, puede ocasionalmente experimentar relámpagos del nivel que está por encima de aquel, del mismo modo que la gente común que vive en un estado de andar despierta, puede ocasionalmente experimentar relámpagos accidentales de verdadera autoconciencia.
Cualquier persona puede alcanzar por su sola voluntad estos estados superiores, pero no en forma simplemente casual sino sometiéndose a un prolongado trabajo sobre sí misma y a una severa lucha interior. No obstante eso, el hombre tiene el derecho natural de poseer el tercer estado de conciencia. es decir; el estado de conocimiento de sí mismo, que había perdido por causa de una educación equivocada, erróneos métodos de vida y el descuido constante de las partes más elevadas de su naturaleza. Ouspensky decía que el sueño en que ha caído no era tanto un sueño natural, como un estado de trance que ha inducido en él los errores que hemos citado, y, siendo así, le es posible despertar de él y reclamar el derecho que tiene de un verdadero conocimiento de sí mismo. Pero para que esto ocurra, tres cosas son esenciales: primero, que el hombre se dé cuenta de que está realmente dormido; segundo, que reciba ayuda de alguien que se las haya arreglado para despertar, y que sepa por consiguiente cómo hay que hacerlo; y tercero, que esté dispuesto a trabarse en una lucha larga y muy difícil. Al llegar a este punto Ouspensky nos recordó que, aunque la idea de que el hombre está dormido es nueva para algunos de nosotros, no hay en ella absolutamente nada de novedoso. Se la puede encontrar en los Evangelios, donde palabras tales como "despertar", 'vigilar" y "dormir" eran repetidamente utilizadas por Cristo. Por ejemplo, se narra en el Evangelio que los discípulos de Cristo fueron negligentes y se quedaron dormidos en un momento crítico de la vida de su Maestro, cuando Él se había separado por un momento de ellos en el Jardín de Getsemaní para poder aislarse y orar solo. Pero -dijo Ouspensky- la gente no se da cuenta del sentido en que las palabras "dormir", "despertar" y "vigilar", son usadas en el Evangelio, sino que las interpreta equivocadamente o con un vago sentido poético. y aun cuando a esas personas se les hablara de este tercer estado de conciencia -de que es un estado de conocimiento de sí mismo, una sensación de estar presente, de estar allí, de pensar, percibir, sentir y moverse con un cierto grado de control y no simplemente en forma automática- dirán con frecuencia que éste es su estado usual, y que no ven razón alguna para considerarlo en alguna forma desacostumbrado. En otras palabras, se aferran a sus reconfortantes ilusiones de que son seres conscientes, capitanes de sus almas y dueños de su propio destino. Así las cosas, es de esperarse que gente como esa diera la explicación acostumbrada a las palabras "Velad y Orad", que pronunció Cristo.
Ouspensky nos aconsejó examinar por nosotros mismos esta idea de que el hombre está dormido, y ver si es verdadera o no. Sería un error -decía- aceptarla ciegamente o desecharla sin haberla examinado, como lo hace mucha gente, más particularmente porque es posible para nosotros despertar, aun cuando sea por un minuto o dos, en momentos críticos de nuestras vidas, en que una clara visión y una acción correcta son especialmente necesarias. Nos recordaba el hecho de que un aumento, por leve que fuera, de la conciencia, es suficiente para cambiar para mejor el funcionamiento de nuestras máquinas. "Pero -Ouspensky hablaba en ese momento con fuerte énfasis- el primer paso que deben dar es descubrir por sí mismos si es cierto o no, que no están presentes cuando están haciendo cosas, que tienen poca o ninguna responsabilidad por lo que está ocurriendo. Obsérvense a sí mismos con mucho cuidado, y verán que no son ustedes, sino ello, quien habla dentro de ustedes, se mueve, siente, ríe y llora en ustedes, tal como ello llueve, aclara y vuelve a llover fuera .de ustedes. Todas las cosas suceden en ustedes, y su primer tarea es observar y vigilar cómo sucede". Ouspensky sugería que hiciéramos solos un experimento muy simple, que él mismo había hecho cuando escuchó por vez primera esta idea del sueño y comenzó a trabajar sobre sí mismo. Nos recomendaba sentarnos solos en una habitación en la cual no corriéramos el peligro de ser molestados, mirando las agujas de un reloj colocado sobre una mesa cerca de nosotros, y ver durante cuánto tiempo podíamos mantener la siguiente idea y sensación:
Yo estoy sentado aquí mirando las agujas de un reloj, y tratando de recordarme a mí mismo".
Esto no le parecía a la mayoría de los oyentes de Ouspensky una empresa muy formidable, pero dos o tres experimentos sobre "Recuerdo de Sí" fueron suficientes para mostrarnos lo difícil que es en realidad. Pensamientos errantes no dejaban de invadir el círculo de nuestro autoconocimiento y arrojarnos fuera de él, de modo que repetidamente perdíamos la sensación de "Yo", para despertar uno o dos minutos después al hecho de que nos habíamos perdido completamente .en nuestra imaginación, y que estábamos ahora ante una mesa, mirando sin ver las agujas de un reloj. La sensación de "Yo" era evidentemente tan débil en nosotros -que no había nada que fuera tan insignificante como para no poder disiparla. Nos resultaba humillante descubrir con cuanta frecuencia desaparecíamos dentro de un terreno de nebulosa durante el experimento, para regresar sólo mucho después a lo que se suponía que debiéramos de estar haciendo. Pero Ouspensky nos urgía a que continuáramos repitiendo estos esfuerzos a pesar de todos nuestros fracasos, diciendo que el primer paso para poder recordarnos a nosotros mismos era que nos diéramos cuenta a fondo de nuestra incapacidad para hacerlo. También decía que mientras más notáramos nuestro actual estado psicológico de sueño, tanto más apreciaríamos la urgente necesidad de cambiarlo, Para mí la idea de que el hombre está dormido no presentaba dificultades particulares, y la acepté con mejor disposición que la anterior afirmación de Ouspensky de que somos máquinas, que todo sucede en nosotros y que no poseemos voluntad. La razón de la diferencia en mis actitudes hacia estas dos teorías complementarias puede explicarse fácilmente yo no había sentido todavía en mí mismo toda la fuerza de mi mecanicidad, mientras que había experimentado en mi infancia esas agitaciones en el sueño que Ouspensky había descripto como momentos de autorecordación casuales. Podía recordar cómo mientras corría en una cierta pradera en Suffolk me había detenido de repente mirando con sorpresa a mi alrededor, experimentando al mismo tiempo una sensación muy elevada de mi propia existencia. Esta aguda sensación de ser fue tan abrumadora que llegó en un momento a asustarme, y cada vez que se repetían esos instantes generalmente me quedaba parado en silencio hasta que hubieran pasado. Entonces la fuerte corriente de la vida se apoderaba de mí y me llevaba como ella, de modo que volvía a sumergirme en lo que había estado haciendo anteriormente. Después que hube crecido leí muchas ilustres obras psicológicas de autores occidentales, pero no pude encontrar en ninguna parte referencia alguna a los extraños cambios de conciencia que había experimentado. Ahora, por primera vez, estaba escuchando algo que echaba sobre ellos una luz nueva. Es por cierto asombroso que ningún psicólogo occidental haya mostrado el menor interés en estas fluctuaciones de la conciencia.
Es particularmente sorprendente que Freud, el hombre que tanto hizo por explorar las regiones del subconsciente y del inconsciente de la mente, jamás haya postulado la existencia de estados que están por sobre el nivel acostumbrado de conciencia. Si existen estados que están por debajo de este nivel, entonces seguramente es probable que existan también estados que están por encima de él. Sin embargo, Freud les dio deliberadamente la espalda a fenómenos de la superconciencia, a la que se conoce en la literatura religiosa como "iluminación". Su desdén por este tema probablemente pueda explicarse por el hecho de que era médico, y como tal se interesaba más profundamente por la psicopatología que por la psicología misma. Además sentía profundos prejuicios contra toda forma de sentimientos religiosos, y los desechaba por ilusorios. Sólo después de terminar mi examen de Freud, me volqué a William James, un genio psicológico con una visión mucho más amplia que la visión de Freud, cuando pude encontrar algo aplicable al tema en el que estaba tan profundamente interesado.



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