Creemos que no podemos hacer nada sin la mente.
De pronto, el vacío, no es un vacío, la mente tiene diferentes
habitaciones o portales, sólo conocemos el más cercano o exterior, ese
que está en perpetuo salto de un lado a otro, el cual le llamo ego
programa.
La naturaleza de la mente es la raíz de la propia comprensión.
Es una consciencia primordial, pura y primigenia que es al mismo tiempo
inteligente, radiante y siempre despierta, se puede decir que es el
conocimiento del propio conocimiento.
Fundamentalmente, es
aquello que podemos asociar con un otro, con cualquier algo que se
percibe como distinto del perceptor, la mente cotidiana sin embargo es
la presa incesantemente cambiante e incambiable de las influencias
exteriores, de las tendencias habituales.
Y de lo que condiciona,
comparable con la llama de una vela en una corriente de aire,
vulnerable a todos los vientos de las situaciones que nos aquejan.
Desde cierto punto de vista, es parpadeante, inestable y ávida, siempre
entrometida en asuntos ajenos; nuestra energía se consume en esa
proyección disparada hacia afuera.
La mente cotidiana posee una
estabilidad falsa y desanimada, una inercia, una calma construida de
hábitos, es engañadora, escéptica y desconfiada, ducha en astucias y
embaucamientos, ingeniosa en los juegos del engaño.
Es dentro de
la experiencia de esta mente caótica, confusa, indisciplinada y
repetitiva, con esta mente ordinaria, donde una y otra vez sufrimos por
el constante cambio e inestabilidad.
Si pudiéramos detenerla
aparecen otras habitaciones más sutiles, en este castillo de la mente
que es conocido como el templo, conocerlo es una delicia y se manifiesta
cuando funcionamos en forma espontánea, con total inteligencia y
sabiduría.
El vedanta advaita es en esencia, una invitación al conocimiento de nuestra verdadera identidad.
Su objetivo no es otro que la superación de la ignorancia de nuestra
verdadera naturaleza, una ignorancia que es, en sí misma.ignorancia de
la realidad.
R.Malak.