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♥ BUZÒN DE LOLY-AMOR ♥: LA TUMBA PERDIDA DE JESUS
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De: LOLY-AMOR  (Mensaje original) Enviado: 01/02/2010 12:54

LA TUMBA PERDIDA DE JESUS








Leopoldo, es un hombre culto, educado, sencillo, tradicional y buen cristiano. Somos vecinos. Nos conocemos desde hace más de cuarenta años, cuando los dos con nuestras familias nos vinimos a vivir al mismo barrio. Nos llevamos bien, nos tenemos simpatía.
Desde su jubilación hace unos años en la enseñanza pública, charlamos con más profundidad, que en tiempos pasados cuando ambos nos encontrábamos inmersos en el mundo laboral.
Hace unos días a la salida de una función religiosa, me comentó con un tono de cierta amargura, que este viejo mundo cristiano en el que estamos viviendo, está lleno de pequeñas sombras, aunque su deseo sería que esas sombras desaparecieran y se alumbraran con la intensidad de los luceros.
A este respecto, me comentaba que se encuentra últimamente muy afectado, debido a esos descubrimientos que han realizado recientemente unos investigadores y arqueólogos, que pretenden demostrar que Jesús al morir no resucitó ni ascendió a los cielos en cuerpo y alma, tal como la Biblia no lo expone.
Y le perturba, que estos señores señalen como principal causa de sus afirmaciones, el hecho de que sus posibles restos, fueron hallados en una tumba situada a medio camino entre Jerusalén y Belén, depositados en un osario a consecuencia de haberse producido en el año 1.980 una explosión al construir unos apartamentos en la ciudad de Talpiot, que dejara al descubierto una tumba, que según ellos, era propiedad de la familia de Jesús.
Sus averiguaciones tecnológicas les permiten declarar, que el cuerpo de Jesús al fallecer fue enterrado en una primera tumba hasta que se pudrieran sus restos, pues siguiendo las leyes antiguas, era preceptivo esta situación para los reos que morían habiendo sido torturados. Y una vez conseguido esto llevarían sus huesos a un osario situado en una segunda tumba que consideran era la familiar, y que fue descubierta por medio de la explosión.
Por tal motivo, los investigadores se aventuran a certificar que las probabilidades de que esta tumba fuera la de Jesús de Nazaret y su familia sean altamente considerables. Y todo ello, basándose tan solo en el hallazgo de un osario en el que figuraba la inscripción “Jesús hijo de José” y que en su interior se hallaban unos huesos allí introducidos por alguien desconocido, después del fallecimiento de un cadáver totalmente descompuesto.
Y uno, sin dejar lugar a la duda ante las Escrituras, comento con mi amigo Leo (como familiarmente se le conoce) que no llego a entender los hechos en los que se apoyan estos científicos, para señalar que aquel osario con la inscripción antes mencionada, perteneciera a Jesús de Nazaret, teniendo como base una sencilla y mera coincidencia de inscripciones con nombres del Nuevo Testamento, que figuraban en otros osarios cercanos.
En cualquier caso y aún aceptando que en la entrada a la tumba figurara un símbolo achacado a los primeros cristianos, reproduciendo una uve invertida con un círculo en su interior, las preguntas asaltan nuestra curiosidad: ¿En aquellos tiempos los nombres de Jesús, José, María, Pablo, Felipe etc. eran determinantes para personas concretas? ¿No existían otras gentes con igual nombre, que también fueran cristianos y enterrados en aquel lugar?
Así las cosas, pienso que sin dar demasiado crédito a la auténtica veracidad científica de esos posibles descubrimientos, conviene señalar que la vida de Jesús termina con el descubrimiento del sepulcro vacío según leemos en el Evangelio de Mateo (28,1.10). De este modo ya no es el Jesús de la tierra, sino el Resucitado, nacido nuevamente del Padre, para no morir jamás, como nos dice el salmo “Tu eres mi Hijo, hoy mismo yo te he dado la vida”.
Por eso ante hechos de esta naturaleza, sería muy necesario amparándonos en la fe, intentar entender mejor a los evangelistas, cuando relatan lo sucedido después de la muerte de Jesús, incluso nombrando a los testigos que lo vieron resucitado, sin importarnos en realidad que fuesen muchos o pocos, sino que sepamos aceptar que el espíritu de Jesús se acercó a ellos y que con su Resurrección volvió al Padre y allí, como prometió, nos espera sin importarnos demasiado que el Nazareno resucitara y ascendiera a los cielos en cuerpo físico.
No obstante lo importante para mi, es que existe un fondo básico de verdad, convirtiendo la Resurrección en un episodio histórico y auténtico, aunque esté lleno de incógnitas teniendo en cuenta que los evangelistas no presenciaron los hechos, sino que escribieron aquello que les habían contado.
En cualquier caso, relataron las distintas apariciones de Jesús, incluidas las de aquellos que aún no admitiendo tal hecho, tampoco negaban abiertamente que los Apóstoles hubieran creído ver al Maestro a tenor de experiencias que pudieran declararse como “visiones” o “apariciones”.
Por ello, los Apóstoles conocedores de que Jesús resucitado ya vive en la Gloria del Padre, esperan que se les haga visible al no entender que los hubiera abandonado, perdiendo físicamente para siempre a un Hombre que para ellos había sido el más grande de los que habían existido, predicando una doctrina que defendía a los humildes, con los que había vivido tomando sus vestidos, sus costumbres y sus pensamientos y enfrentándose a los poderes establecidos por el bien de los más desfavorecidos.
De cualquier forma, pensemos amigo Leo, que la Resurrección de Jesús ha sido el triunfo sobre la muerte que sigue resplandeciendo hasta nuestros días.
La Iglesia resucitada que ha pasado en determinadas épocas por situaciones en las que aparentemente no había esperanza de salvación, sin embargo ha resurgido por la Gracia de Dios. Y lo contemplamos en cada generación, cuando creemos que la Iglesia está condenada a muerte por la vejez de sus estructuras, por los cambios del mundo o por las persecuciones organizadas, pero que no le falta la mano del Dios resucitado que le envía nuevas energías y nuevos apóstoles para su Iglesia.
Y este es el caso de Andrés Montes, eminente teólogo que con su voz desgarrada fruto de su larga vida impartiendo conferencias y cursos sobre los Evangelios, nos habla sobre la hermenéutica (arte de interpretar textos, para fijar su verdadero sentido, especialmente los textos sagrados), para hacernos ver que las Sagradas Escrituras, hay que leerlas, no como un texto literario que nada te revelará, sino situándonos en ellas con un espíritu puesto en la palabra del Hijo, que nos descubre al Padre por obra del Espíritu Santo.
Y no olvidar que las teorías y una de ellas puede ser el descubrimiento de la tumba de Jesús, no dejan de ser teorías más o menos acertadas, y lo demás son historias que nos crean duda, cuando tenemos una fe escasa o un no entendimiento de las lecturas bíblicas, que por supuesto son las que nos salvan a cada uno de nosotros, siempre y cuando deseemos salvarnos en clave de fe.
Al final, mi buen amigo Leo no nos engañemos, aún cuando se hubiesen publicado diez mil entrevistas con personas que sostuvieran haber visto a Jesús y fotos a todo color afirmándolo, siempre habría quedado lugar para la duda, en este viejo mundo cristiano en el que vivimos, que según tu comentas está lleno de pequeñas sombras, como puede ser ese reportaje que tanto te ha afectado.
Lo cierto y real es que no deja de ser simple y llanamente la interpretación de unos investigadores.


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