SANTA MARÍA DE GUADALUPE, PRIMERA EVANGELIZADORA DE MÉXICO

El México indígena, el indio colonizado, humillado, derrotado y levantado de su postración, fue el destinatario de la gran promesa: el escogido como señal mesiánica del Reino: <> (Lucas 4,18).

En el acontecimiento de Guadalupe, católicas y católicos de todas las generaciones descubrimos nuestra vocación a la fraternidad. María nos ofrece la misericordia, la concordia, la justicia y la igualdad social; esta es la pedagogía, es decir el aprendizaje ético de la vivencia del corazón del Evangelio de Jesucristo.

Fuimos aprendiendo de María de Guadalupe nuestra vocación a la fe; en María hemos descubierto el rostro materno del Evangelio (Puebla, #282). Empezamos un camino a través del cual fuimos asimilando los nuevos valores del Pueblo de Dios que es la Iglesia; comprendiendo que mucho de la herencia de nuestros antepasados/as era la fuerza espiritual que nos impulsaba a seguir construyendo la reforma de nuestra conducta personal y colectiva. El Evangelio nos proponía otras formas de vida, y por tanto, había que dejar antiguas costumbres opuestas al mismo. Había que liberarse del colonialismo español, a ejemplo del pueblo Hebreo que se liberó de la esclavitud de Egipto.

El guadalupanismo es una admirable construcción religiosa-cultural-social que ha dado identidad al México Independiente, y se le conoce como acontecimiento guadalupano porque es en realidad un conjunto de elementos teológicos, históricos y culturales que constituyen “las apariciones de la virgen María al indio Juan Diego”. Tanto el mensaje dejado por ella al indio Juan Diego, como el simbolismo de su túnica y la preparación evangelizadora suscitada por estos hechos a lo largo del tiempo, más que un suceso acaecido en el pasado, se hace referencia a éste, como acontecimiento permanente; es decir, como la presencia maternal de la Virgen María que anuncia a Jesucristo y acompaña y acoge al pueblo, intercediendo con ternura de madre, por todas y todos sus devotos/as.

El guadalupanismo es uno de los relatos esenciales para entender el origen y desarrollo de la nación mexicana a través de su historia.

Desde el punto de vista cristiano, la guadalupana es un don devocional y extraordinario en nuestra historia de la salvación; gracia providencial para darle raíces al movimiento de la Iglesia mexicana tan conservadora, empezando por nuestra actual jerarquía, con algunas excepciones. Tradicionalmente, dos ideologías: la conservadora y la liberal se habían apropiado de esta devoción para sus propios fines, desfigurando el mensaje del Nican Mopohua (relato náhuatl atribuido a Antonio Valeriano). A mediados del siglo pasado muchos empresarios organizaban desde arriba misas y rituales el 12 de diciembre, año por año, para controlar a los obreros en connivencia con los líderes “charros” de los sindicatos de la CTM, (Confederación de Trabajadores Mexicanos) y así, evitar huelgas y aumento de salarios.

Después de la celebración del Concilio Vaticano II y de las Conferencias de Medellín y de Puebla se ha recuperado el sentido liberador del acontecimiento guadalupano. María se presenta como liberadora y no como conquistadora, como sucede con otras advocaciones marianas en algunos santuarios de América Latina.

Como todo vidente, Juan Diego se enfrentó a las dificultades que tuvo para convencer al obispo Fray Juan de Zumárraga. El indio pobre y despreciado tuvo tres encuentros frustrados con el obispo. Se añade como impedimento grave, la enfermedad de su tío Juan Bernardino. En la madrugada del martes 12 de diciembre Juan Diego pasa por su peor momento como embajador de la Guadalupana. Se le esconde en la Tercera Aparición, pero la Virgen le sale al encuentro: << ¿Acaso no estoy yo aquí que soy tu madrecita?/ ¿Acaso no estás bajo mi sombra, y en resguardo?/ ¿Acaso no soy yo la razón de tu alegría?/…Que no te acongoje la enfermedad de tu tío/ Esté en tu corazón el que ya sanó>> (Traducción de Miguel León Portilla). Animado por tan tiernas palabras, Juan Diego acepta ser el mensajero eficaz de María de Guadalupe.

Primer triunfo de Juan Diego: curación de su tío; segundo triunfo de Juan Diego: llevar la prueba al obispo y el culmen de su misión: la estampa de la Guadalupana en su tima y convencer al obispo para que le construya en el Tepeyac su primera <> (<>, según el relato en lengua náhuatl del Nican Nopohua.

El relato tiene una finalidad explícita: De alguna manera el obispo se convierte y entiende el mensaje de la Guadalupana: El obispo, como diría hoy el papa Francisco, debió salir de su palacio para ir al encuentro de los indígenas que habitaban en la periferia de Tlaltelolco; acercarse y evangelizar al pueblo pobre y creyente; es decir, a los macehuales. El mensaje Guadalupano es claro: ir al encuentro de los que más nos necesitan y tienen puesta su esperanza en los pastores, religiosas y el laicado mexicanos para atender a quienes más nos requieren en este país tan desigual, en muchos aspectos. Ser guadalupano/a significa hoy luchar por la solidaridad social; superar la impunidad; y luchar por un México justo y fraternal. Que nuestra devoción a la Virgen de Guadalupe nos lleve a una verdadera reforma de nuestra conducta moral.