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General: Juan Martín Guevara ( el hermano menor del CHE)
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Respuesta  Mensaje 1 de 6 en el tema 
De: Gran Papiyo  (Mensaje original) Enviado: 17/10/2017 00:38
LA ENTREVISTA 

Juan Martín Guevara por Felipe Pigna

Juan Martín Guevara, el hermano menor del Che, recuerda el entorno familiar de donde surgió una de las figuras indiscutidas de la Revolución Cubana. La vida cotidiana, los intereses de Ernesto antes de convertirse en el guerrillero que conmovió al mundo. Y también anécdotas y confesiones de la vida pública.

 
La entrevista

Por Felipe Pigna. Cómo era el clima familiar y la casa donde se criaron?

–Mis hermanos eran cuatro y estaban muy unidos en cuanto a edad. Yo nací diez años después, así que la realidad familiar que viví fue diferente. Ellos tenían alrededor de 20 años cuando yo empecé a jugar al fútbol en la calle. Mi vida era la calle, distinta a la de ellos, que era una vida de estudiantes. Todos los hermanos eran profesionales, estudiantes, todos se recibieron de algo y yo me dediqué a la calle. Mi viejo, aunque no era un profesional, era un amante de la fotografía y la imagen. El viejo representaba eso, y la vieja, los libros. En la casa no podían faltar ni libros ni cámaras, filmadoras, fotos. Era una gran mezcla.

–Era raro tener filmadora en esa época.

–Sí, el viejo le trasladó a Ernesto el gusto por la fotografía y la imagen. Un día en Cuba, cuando Ernesto ya era el Che, un fotógrafo cubano le preguntó si le podía hacer una sesión de fotos. Él le contestó que pasara al otro día a las seis de la mañana por el Ministerio de Industria. Cuando el fotógrafo llegó al lugar, el Che le pidió que se subiera a un ómnibus con él. Se fueron a realizar trabajo voluntario en una plantación de caña de azúcar. Ernesto lo hizo trabajar hasta el mediodía y después le dio la sesión de fotos. Después de eso, se formó una especie de vínculo y un día, en un discurso grande, el fotógrafo también estaba sacándole fotos a él pero con una cámara mucho más moderna. Cuando el Che lo vio, le pidió que le prestara la máquina y comenzó a sacar fotos al público. Las fotos quedaron y cuando este fotógrafo realizó una exposición sobre fotos que le había sacado al Che, también expuso las fotos que él sacó. Les puso un epígrafe que decía: “Estas fotos fueron sacadas por el Che con mi máquina”.

–También se lo vio con sus cámaras en su viaje a Europa.

–Ernesto estaba de viaje a Checoslovaquia y tenían que hacer escala en Madrid y París. Pidieron un permiso para él y su escolta y se lo dieron. Había un fotógrafo en Madrid que seguía a Ernesto por todos lados y le sacó varias fotos que hasta el día de hoy siguen apareciendo. Era una cosa medio clandestina porque habían salido del aeropuerto con un permiso estatal en tránsito. Hay otro documental donde aparece José Mendoza Argudin, que fue escolta del Che en su primera gira por la Europa comunista.

–Hay una anécdota muy interesante en la Capilla Sixtina.

–Sí. En un viaje que estaban haciendo para Checoslovaquia en 1959, hicieron escala en Roma, pidieron permiso y bajaron del aeropuerto para recorrer la ciudad. Entonces decidieron ir al Vaticano a visitar la Capilla Sixtina. Ninguno de los que formaban la escolta entendía mucho de ese lugar ya que todos venían de la Sierra Maestra. Cuando llegaron a la capilla, un guardia le dice a Argudin que mujeres con pantalones no podían entrar, haciendo referencia a su pelo largo. El teniente se pone mal y empieza a discutir con el guardia. El Che interfiere: “Bueno, bájate los pantalones y demuéstrale que eres hombre”. Cuando ya estaba por bajárselos, el guardia los dejó pasar. En ese documental, Argudin cuenta lo maravilloso que le resultaba este jefe, que había sido jefe de él en la guerra, hablando de la Capilla Sixtina, de los frescos, de Miguel Ángel. Haciendo de guía artístico y turístico en la Capilla Sixtina.

–¿Qué edad tenías cuándo él partió de viaje?

–Para el segundo viaje tenía 10 años. En 1953. Y lo volví a ver recién en 1959, seis años después.

–Ya como el Che.

–Sí, él comenzó a ser el Che hacia 1957. Entonces empezó a aparecer en los diarios como un médico argentino comunista. El primer reportaje que le hicieron es de un estadounidense llamado Matthews, después viene el de Jorge Masetti. No recuerdo cuándo él empieza a firmar como “Che”. Salvo para la familia, que firmaba Ernesto o Ernestito. En una firmó Teté porque era una carta donde nos decía que estaba bien. Firmaba Teté para que supiéramos que era de él ya que ese era un sobrenombre de cuando él era bebé. Después fue teniendo sobrenombres a medida que fue creciendo. Lo del Che ya es un nombre.

–¿Cuál fue la reacción de la familia cuando se enteraron del triunfo de la Revolución Cubana?

–El proceso de modificación del viajero al político y luchador definitivo lo fuimos viendo a través de las cartas. Él inició la carrera de Ingeniería en Córdoba, y entonces mi abuela Ana tuvo un derrame. Él tenía adoración por su abuela, entonces vino a Buenos Aires y se quedó cuidándola. Cuando murió la abuela, él decidió salir de Ingeniería y anotarse en Medicina. Nunca lo dijo claramente, pero todos dedujimos que fue una reacción frente a la impotencia de no haber podido hacer nada por la abuela. A partir de su estudio él fue viendo la imposibilidad de resolver los problemas de salud individuales y de resolver los problemas sociales. En cada viaje se encontraba con gente con menos posibilidades de acceso a la salud. Él siempre tuvo  esa tendencia de ir a buscar abajo, de ir a buscar la base. Además de ser investigador. Él fue un médico investigador. Incluso acá en la Argentina, él como médico hizo investigación, no medicina. La única medicina que hizo fue estudiando cuando tuvo querealizar las prácticas en los hospitales.

–¿Su estadía en Guatemala implicó un antes y un después en su vida?

–Guatemala indicó un cambio ya que ahí hubo una definición: él dice que Jacobo Árbenz tiene pelotas. Después dice que Árbenz se comportó como un buen militar y no dio las armas que tenía que dar. Él ya estaba tratando de crear milicias. En fin, se mostró desencantado con la no resistencia en Guatemala, pero ya él estaba hablando de los yanquis. Entre joda y joda, él ya iba definiéndose políticamente. A cada uno le ponía lo que más le molestaba. Él se definía a sí mismo como una mezcla entre turista y socialista. De ahí llegó a México y entonces las cartas empezaron a decir muy poco. Fue cuando ya estaba metido hasta las manos. Hablaba de que vendía estampitas, de las fotografías de los Panamericanos, hasta que lo metieron en cana, y le dice a mi familia que está metido con la gente de Fidel Castro. Después desapareció por tres meses y le mandó una carta a Tita Infante donde decía que el embajador argentino, Nicasio Sánchez Toranzo, había tenido la mala idea de creer en su palabra de que se iba a ir para la Argentina. Estaba hacía tres meses escondido esperando por subirse al Granma.

–¿Cómo se enteraron del desembarco en Cuba?

–Nos enteramos por los diarios de que el desembarco se había producido, que había sido un desastre y habían muerto todos. Un desastre fue, pero no murieron todos. La primera noticia que recibimos fue esa carta a Tita. Hay una que trajo Nicolás Guillén a casa. Después otra que trajo Jorge Masetti. Y así fuimos teniendo algunas noticias esporádicas. Las peores eran las que salían en los diarios y las que los contradecían eran las directas. No eran muy continuas pero existían. Hasta que se dio el 1° de enero, cuando apareció en todos los diarios que Batista se había ido de Cuba y que dejaba el gobierno. En ese momento, Camilo Cienfuegos organizó un viaje de todos los exiliados. Es algo que se desconoce bastante de Cuba, cómo fue la dictadura de Fulgencio Batista. Hubo 20 mil muertos en Cuba durante el batistato. Cuba era un país de seis millones de habitantes, es decir que fue una dictadura muy sangrienta, violenta, corrupta y proyanqui. Por eso hubo muchísimos exiliados, algunos en la Argentina, otros en Venezuela y en distintas partes del continente. Entonces fletaron un avión de Cubana Aviación para recoger a los exiliados. Camilo hizo todos los trámites para que nosotros pudiéramos ir en ese avión, pero no le avisó nada a Ernesto hasta que llegamos a Cuba.

–¿Quiénes viajaron?

–Varios que viajaron ahí después formaron parte del gobierno, personas del 26 de Julio que estaban desparramadas porque tuvieron que exiliarse. De la familia viajamos la vieja y el viejo; Celia, mi hermana; Luis Rodríguez, el marido de Celia; yo y algunos que el viejo coló. Llegamos y ahí se produjo la famosa foto de Ernesto dándole un abrazo a la vieja. Siempre digo que la foto es igual a la realidad, porque es estática y ellos estaban estáticos, era un abrazo que no terminaba más.

–¿Cómo fue tu reacción al ver a ese hermano que habías dejado viajando y ahora era el comandante Guevara, el Che?

–Ya había ocurrido para mí ser hermano del Che, con todo lo que eso significaba. Tuvimos algunos atentados en mi casa. La etapa de la lucha en la Sierra para mí fue de aprendizaje. Cuando llegué a Cuba a los 15 años, ya era diferente a los pibes de 15 años de la Argentina. Quería hablar con un hermano pero no podía hablar como hermano. No se podían hacer las mismas jodas de antes. A esa altura él también estaba necesitando ser hermano y dejar de ser el Che conmigo. Entonces empezaba a joder, no se nos ocurría hablar de otra cosa más que de pelotudeces. Era lo que él necesitaba, y yo también.

–¿Y pudo darse ese momento de distensión entre hermanos?

–Sí, se dio en varias oportunidades. Nosotros teníamos una forma de llamarnos. Él me decía “tudito” por pelotudito y yo le decía “tudazo” por pelotudazo. Era nuestra forma de conversar. En la casa mi vieja era la vieja, no era mamá. Mi viejo era el viejo. Como Ernesto había estado en una revista Tackle y firmaba “Chanchito”, entonces toda la familia era la familia de los chanchos: el chancho padre, la chancha madre y los chanchitos. Mi viejo, enfurecido porque le decían chancho. La formalidad no era lo nuestro, pero había que guardarla frente al comandante. Entonces cuando desaparecían los demás, desaparecía el comandante y podíamos empezar a joder.

–¿Y tu madre qué te comentaba de lo que veía en tu hermano?

–Es que con mi vieja, ya desde antes y con la revolución consumada, los dos fuimos militantes. Ella militaba en el Malena, el Movimiento de Liberación Nacional, donde estaba Ismael Viñas. Ellos se habían abierto del frondizismo y la vieja militaba ahí. Yo militaba en una agrupación escindida del socialismo que era pro-Cuba. Con la vieja teníamos conversaciones muy politizadas. Hablábamos mucho de Cuba, por supuesto. La vieja fue una difusora de la Revolución Cubana, se jugó mucho en atentados que sufrió, estuvo en cana en la época de José María Guido. Viajó a Cuba varias veces. Para ella fue un revivir y para mí fue una sorpresa ver a mi vieja en ese rol. La vieja había estado muy jodida, tuvo dos veces cáncer y operaciones muy grandes. Estaba deprimida, se había separado del viejo, la familia toda desparramada, y esto la convirtió en otra vieja.

–Después lo volvieron a ver en Punta del Este, ¿no?

–Sí, lo vimos en agosto de 1961 en Punta del Este, donde se hizo la reunión de la OEA para debatir la Alianza para el Progreso. Esa fue la última vez que estuvimos los siete miembros de la familia juntos: los cinco hermanos, la vieja y el viejo.

–Hubo momentos complicados en Punta del Este.

–Sí, él venía del triunfo de Playa Girón y planteaba en su discurso que todo lo que recibieran iba a ser gracias a Cuba. Todas las dádivas que les pudiera dar Estados Unidos iban a ser gracias a la posición cubana. Luego Ernesto vino a la Argentina, donde se reunió con Frondizi, y pasó por la casa de la tía María Luisa, que estaba postrada porque tenía una hemiplejia. Después volvió a San Fernando y se fue con la avioneta con la que había llegado. Prácticamente era un viaje clandestino.

–Le trajo a Frondizi una cantidad de dolores de cabeza por los riesgos que corría y el peligro inminente de un atentado.

–Sí, estaba con toda la escolta. Estaban todos armados y constantemente cuidándolo. Estaba en un territorio que no era el suyo. Él decía que cuando estaba por subir a la avioneta uno de los contactos no iba a viajar y Ernesto dijo: “No, vos viajás también, si me caigo yo nos caemos todos”. Hay cosas que van apareciendo con el tiempo y, probablemente, algo se aclare de aquel gran peligro que asumió viajando desde Montevideo hasta Buenos Aires.

–¿Qué pasó después del fracaso de África?

–Ya en el discurso de Argelia había un planteo directo del Che de que el socialismo no estaba actuando como tenía que actuar. Entonces los países que se quisieran liberar se tendrían que liberar por sí mismos. Como en El Congo no dio resultado y los congoleses se abrieron cada uno por su lado, fue un desastre. Incluso hay una carta de Fidel Castro que le dice que fuera directo primero para Cuba, que no fuera de Praga a Bolivia, cosa que hizo. Los cuadros que se sumaron indicaron que el gobierno o Fidel estaban apoyando claramente. Antes de que se cortaran las comunicaciones, hubo un par de contactos que se hicieron desde Bolivia que ya se estaban vislumbrando como una traición de la dirección del Partido Comunista boliviano. Estuve en Bolivia hace muy poco y me preguntaron si en la ruptura con Fidel el Che buscaba un lugar donde hacerse fuerte y ser protagonista. Mi respuesta fue que no, ya que siempre había habido la necesidad de la liberación de América para poder triunfar en general, algo que Cuba no podía hacer sola. Eso lo tenía claro Fidel como cualquier otro. Podía haber diferencias en la dirección cubana. Pero entre Fidel y el Che, respecto del concepto y la estrategia de liberación y la dependencia, no había ninguna duda, había que ser independiente para liberarse.

–¿Cuál es tu hipótesis sobre la elección de Bolivia?

–El criterio del viaje a Bolivia era un concepto continental. Lograr la liberación de América, pensando en la Argentina con una gran cercanía. No hay que olvidarse de que ya Masetti había estado acá, había gente en Perú, en Guatemala, en Venezuela. Todos apoyados por Cuba, es decir que no era una novedad que Cuba apostaba por la liberación de América. Esta ruptura entre el concepto fidelista y el concepto guevarista que se quiere plantear es algo que no coincide realmente con aquella etapa. Lo cual no quiere decir que todo el gobierno cubano estuviera de acuerdo.

–¿Qué te dejó el Che en cuanto a tu voluntad de compromiso político? ¿Cómo te marcó ese hermano?

–Volví a militar. Hubo un ínterin después de que salí de la cárcel en el que descubrí que los compañeros se peleaban más entre ellos que en afrontar a los verdaderos enemigos. Yo dije que iba a trabajar donde yo sé, en el nido tienen que estar los huevos, y me puse a trabajar con Cuba. Fui representante del tabaco, con lo que me aparté de la vida política. Pero sí estuve muy cerca de lo que era Cuba. Como en el tabaco fui más un empresario, me separé bastante de la militancia de la calle. Lo que había sido mío siempre. Fui camionero, sindicalista, dirigente estudiantil, fui calle. La empresa no me cerraba. Hoy, con la asociación Por las Huellas del Che, siento una reivindicación por un lado, mandato por otro, legado por otro. Pero para mí es una nueva militancia. Me siento como la vieja después de 1959, estoy renaciendo. Eso es lo que me dejó.

Colaboró Tomás Montalá

SALUDOS REVOLUCIONARIOS 

(Gran Papiyo)        



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Respuesta  Mensaje 2 de 6 en el tema 
De: Nobotuma Enviado: 17/10/2017 03:25
     Gracias Papiyo, me encantó leer esta entrevista porque desconocía a ese hermano del Ché y lo de la militancia de la vieja (madre del Comandante Ché). He leído bastante en relación al Guerrillero Heroico, pero desconocía esta parte. Muy buena y me encargaré de buscar más información


Respuesta  Mensaje 3 de 6 en el tema 
De: Gran Papiyo Enviado: 20/10/2017 17:55
Hola compañera ! ! ! 
Por cierto, encontrarás abundante material en YouTube. Hay muchas entrevistas.
El hermano menor del CHE cuenta muchísimas cosas interesantes y otras muchas graciosas.
Por ejemplo, relata que el CHE le decía a él "TUDITO". Y él, en represalia, lo llamaba "TUDAZO". 
Por "pelotudito" y "pelotudazo".
En otro momento, contó que una mujer (de la familia o cercana a ella, no me acuerdo ahora) asombrada por las cosas que hablaban sobre Ernesto decía "¿cómo van a decir que él es comunista... si es tan bueno? ¡Si es bueníiiiiiiiiiiiiisimo!"
 
 
PD : Tiene un hijo (Martín Guevara) que le salió medio torcido, y anda por España hablando cosas feas de la Revolución cubana (luego de haberse formado en ella).

SALUDOS REVOLUCIONARIOS 
(Gran Papiyo)           

Respuesta  Mensaje 4 de 6 en el tema 
De: adamar okoye Enviado: 20/10/2017 21:08
otro cara de tabla que quiere vivir de la  imagen y tu lo sabes papiyo deja el descaro,la imagen en camisetas.calzoncillos y material sexual la imagen papiyo la imagen  jajajaja...

Respuesta  Mensaje 5 de 6 en el tema 
De: adamar okoye Enviado: 20/10/2017 21:10
ps se me olvido torcido el hijo nooooooo que la kaka se conoce a la milla....

Respuesta  Mensaje 6 de 6 en el tema 
De: Gran Papiyo Enviado: 03/11/2017 05:04
Dejá de decir gansadas y seguí leyendo, Adamar.
Acá te traigo una entrevista anterior a la primera :
 
Jueves, 1 de junio de 2006
JUAN MARTIN GUEVARA, EX PRESO POLITICO

“Ser hermano del Che nunca fue neutral”

El hermano menor del Che estuvo ocho años preso durante la dictadura y, en su caso, la Secretaría de Derechos Humanos amplió el beneficio de la indemnización. “Dos veces tirotearon mi casa y una vez pusieron una bomba”, dice el Tin Guevara.

Por Victoria Ginzberg
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“Ser el hermano del Che es una parte mía: en dos oportunidades tirotearon y ametrallaron mi casa, una vez pusieron una bomba. No era algo más, algo que no importaba. Ni siquiera era algo muy divertido. No era como ser el hermano de Soledad y salir a revolear el poncho”, dice Juan Martín Guevara, que mantiene un riguroso perfil bajo y que será recordado como el Tin por el que preguntaba el mítico jefe guerrillero en las cartas que escribía a su madre. El hombre estuvo ocho años en diferentes cárceles del país y recibió la indemnización que le correspondía por haber sido preso político. Su caso abrió un camino, ya que no sólo fue resarcido por el tiempo que estuvo a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN), sino también por el período que pasó detenido luego de ser condenado por la Justicia Federal.

La ley de indemnización de presos políticos establece que son beneficiarios quienes estuvieron a disposición del Poder Ejecutivo nacional o de tribunales militares. Guevara, que fue arrestado en marzo de 1975, fue un “preso PEN” hasta el 6 de marzo de 1979. Desde ese día, hasta que consiguió la libertad condicional, el 10 de marzo de 1983, quedó detenido por decisión de la Justicia, que lo condenó en base a la ley 20.840. Esa norma, sancionada en 1974, castigaba las “actividades subversivas en todas sus manifestaciones”. Ahora, explica su abogado, Tomás Ojea Quintana, se reconoce con status de perseguidos políticos a quienes fueron juzgados en virtud de esa ley, aunque no hayan estado a disposición del PEN.

Cuando salió de la cárcel, Juan Martín, militante del Frente Antimperialista por el Socialismo, tenía 26 pesos y un pasaje Trelew-Buenos Aires-Rosario. Con el tiempo rearmó su vida y ahora tiene una tienda de habanos, vinos y exquisiteces en Las Cañitas. Allí habla con Página/12 de sus días como prisionero, de Cuba y de los recuerdos que lo unen a su hermano.

–¿Cómo era la vida cotidiana en la cárcel? ¿Cómo se organizaban?

–Hubo etapas de mayor violencia, mayores restricciones, de más golpes, más torturas. Uno nunca sabe cómo quedó o cómo estaría si no hubiera pasado, pero la organización fue lo que hizo que pudiéramos llegar a la democracia teniendo valoraciones positivas, incluso pudiendo haber sacado enseñanzas y cosas que uno incorporó a la etapa de preso. Fue la organización la que lo logró, no la organización previa, que era imposible reflejar en la cárcel, sino una nueva organización en la que había parte de lo que traías como experiencia. La organización te permitía sobrevivir mentalmente, emocionalmente, en tu manera de pensar, de ser, tu cultura.

–¿Puede explicarlo con algún hecho concreto?

–Nunca pudieron impedir que nos comunicáramos. Nos escribíamos entre nosotros. La cárcel de Sierra Chica tenía esta forma (extiende la palma de la mano en la mesa con los dedos separados), tenía doce pabellones. El pabellón 12 era el de castigo, que estaba absolutamente separado, aislado. Los otros tenían un patio en el medio. Durante un tiempo nos permitían salir sólo tres veces por semana. No podíamos caminar en grupos de más de tantos, no podíamos acercarnos a la ventana. Cuando algo no funcionaba como ellos querían, al pabellón 12. Hacían requisas a cualquier hora, entraban y revolvían todo, te pateaban, te echaban agua fría. En un fin de año entran a un grupo de celdas, no me acuerdo si era 24 o 31 de diciembre, del pabellón que estaba más cerca del pabellón 12 –que era de los que estábamos destinados a ser fritos en primer lugar–, y encuentran pan dulce, cosas de fin de año y se ponen locos. Esas cosas nunca las pudieron parar.

–¿Y cómo hicieron para tener esas cosas?

–No te lo voy a decir porque a lo mejor en algún tiempo alguno va a necesitar algún pan dulce, y Sierra Chica sigue existiendo.

–¿Cómo se enteraban de lo que pasaba afuera?

–En el ’75 teníamos radio, diario, visitas. Desde el golpe para adelante dejamos de tener visitas, diarios. Empezamos a no salir a recreo. Debo haber estado en total tres años y medio en celdas solitarias. A veces pasaba hasta seis meses en la celda de castigo. No tenías noción ninguna de lo que estaba pasando, no fuera de la cárcel, sino en el pasillo. El objetivo era rechiflarte, que te volvieras loco.

–¿Cuándo se enteran de las desapariciones, la masividad de la represión?

–De la masividad mucho después. Sabíamos de los secuestros porque muchos de los que llegaban en el último tiempo venían secuestrados. Era evidente que había algunos que pasaban a ser presos, otros los liberaban y otros no se sabía. Más adelante, cuando desaparecen familiares directos de los que estábamos presos, ya íbamos teniendo noción de que la represión se hacía cada vez más profunda y más extensa. Y de que uno de los métodos que existía era tomar a una persona y no aparecía. En Sierra Chica hubo dos desapariciones de familiares.

–¿Los guardias y oficiales sabían que era hermano del Che?

–Eso me jugó a favor o en contra. Nunca era neutral. A veces, como era el bicho raro, me trataban más o menos bien. Pero no muchos sabían. En Sierra Chica teníamos un número, yo era 449. Durante años fui el 449.

–¿Y cómo jugó su apellido durante la militancia?

–Yo fui hermano del Che siempre, pero en determinadas circunstancias era cualquiera y además no se sabía de quién era hermano ni cuántos hermanos tenía. Uno de los oficiales que me interroga sí, directamente, se empieza a meter con el parentesco. Me acuerdo, creo que era un mayor, que decía “‘que lástima que agarró para el lado que agarró, porque ese tipo sí valía”. Me comentaba cosas para demostrar que sabía, que había leído.

–Pero había como un respeto...

–Había un respeto a través mío a la imagen, la figura. Y los que te fajaban también. Sin duda, porque si no, no te diferenciarían.

–¿Y cómo llevaba la diferenciación?

–Nosotros le llamábamos poner cara de candado, cara de nada. Porque no sabías qué podía pasar. Como cuando nos preguntaban “¿Leíste tal libro?” No. “¿Vos hacés gimnasia?” No. “Pero vos no hacés nada”, decían. Me acuerdo de una vez en que estaba con otro preso al que le preguntaban si era montonero. “No, yo soy peronista”, decía. Le insistían y él seguía con que era peronista. Entonces me preguntan a mí “¿vos sos del PRT?” “No, yo soy socialista”, dije. Es que si ése era peronista, yo era socialista. Pero en todas las oportunidades en que saltaba que yo era hermano del Che, venían a ver.

–¿Le molesta que lo identifiquen como el hermano de...?

–Desde el año ’56, ’57 paso a ser, además de Juan Martín Guevara, hermano de Ernesto Guevara y después de El Che. Es una parte mía, está incorporado. Yo tenía quince años cuando fui a Cuba. Llegué el 6 de enero del ’59, cinco días después del triunfo de la revolución. Fidel todavía no había entrado en La Habana. En el período anterior, estábamos siempre alerta de las noticias que llegaban. En cinco oportunidades a mi hermano lo publicaron como muerto en los diarios. Siempre estábamos a la espera de una esquela que dijera que no. Y llegaban. En mi casa en dos oportunidades tirotearon y ametrallaron, una vez pusieron una bomba. No era algo más, algo que no importaba. Ni siquiera era algo muy divertido. No era como ser el hermano de Soledad y salir a revolear el poncho. Era un tema. Recibíamos llamadas telefónicas.

–¿A Cuba fue sólo de visita?

–Fui como un familiar. Hacía años que no lo veíamos. Estuve dos meses y algo. Justo en la época de verano. Se ve que ellos decidieron hacerlo en enero para que no faltara al colegio.

–¿Qué relación tiene hoy con Cuba?

–Trabajé muchos años con libros de Cuba. Y en la Feria del Libro ponía el stand de Cuba. Viajaba bastante. Después, por razones económicas, fui acercándome al habano. Hasta que puse una distribuidora. Pero Cuba, más allá de lo que políticamente pueda tener de cercano, para mí es algo mucho más importante que eso: amigos, familia, es un segundo hogar, es un lugar familiar. Conozco Cuba de un lado al otro y la he ido viendo del ’59 a hoy.

–¿Y cómo era Cuba el 6 de enero del ’59?

–Era algo muy impactante. Era impactante desde una cuestión personal, familiar e histórica. Había cosas sorprendentes. Yo me encontré con gente de mi edad o un año más que eran capitanes del ejército rebelde con responsabilidades. Además estaba mi hermano. En nuestra familia el trato nunca fue formal, y de pronto encontrar una persona... primero militar, con orden y mando, es decir que había que cuadrarse; segundo, con un poder de atracción sobre los demás increíble. Y a la vez seguía siendo mi hermano. Cuando estábamos juntos, seguíamos con las mismas jodas y los códigos de antes. Pero había un cambio sustancial.

–Se lo tengo que preguntar, ¿cómo es encontrar a un hermano en banderas, remeras?

–Eso ya es otra historia. Tuve experiencias con gente en la montaña que me contaba anécdotas y me doy cuenta de que vivió con él. Es distinta la emoción de ver a una persona que se pone a llorar porque tiene recuerdos muy concretos, a ver algo que puede ser muy superficial, que puede ser los Bee Gees, la lengua afuera de los Stones o El Che. Obviamente que también es una forma de estandarizarlo o banalizarlo. Vos podés hablar del guerrillero, del estadista o del médico. Se puede hablar de lo que dijo, hizo o del que dejó cargos importantes y entregó su vida. Vos podés separar, pero cuando lo juntás se te genera un problema. Si juntás todo el personaje se problematiza. Lo complejo es ver cómo se toma la figura.

SALUDOS REVOLUCIONARIOS 

(Gran Papiyo)          



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