Si pudiésemos darnos cuenta de lo efímera que es
nuestra vida.
Quizás pensaríamos dos veces antes
de desperdiciar las oportunidades que tenemos
de ser y hacer felices a los demás.
Nos entristecemos por cosas pequeñas,
perdemos minutos y horas preciosas.
Perdemos días, a veces años.
No podemos adivinar cuanto tiempo estaremos aquí
y descuidamos de nosotros y de los demás.
Callamos cuando deberíamos hablar.
Hablamos demasiado cuando deberíamos estar en
silencio.
No damos el abrazo que nuestra alma
tanto pide porque algo nos impide esa aproximación.
No damos un beso cariñoso porque no estamos
acostumbrados a ellos.
No decimos cuánto amamos, porque creemos que el otro
sabe automáticamente lo que sentimos.
Y pasa la noche y llega el día, el sol nace y se adormece.
Y continuamos encerrados en nosotros mismos.
Reclamamos que no tenemos tiempo suficiente.
Pedimos a los demás, a la vida.
Nos consumimos y el tiempo pasa.
Pasa la vida sintiendo que no vivimos.
Sobrevivimos,
pues no sabemos hacer otra cosa, hasta que,
inesperadamente, nos levantamos, miramos hacia atrás,
y nos preguntamos:
¿ Y ahora?
Hoy…
Ahora…
Aún es tiempo de reconstruir,
de dar ese abrazo que tanto quisimos,
de pronunciar una palabra cariñosa.
Nunca se es demasiado viejo o demasiado joven
para amar desde el fondo del corazón.
Sin mirar hacia atrás…
Lo que pasó, pasó.
Lo que se perdió, se perdió.
Miraremos hacia adelante.
Aún es tiempo de apreciar las flores:
- enteras están en torno nuestro -
Aún es tiempo de
vivir la alegría y el amor intensamente!
Agradezcamos por “LA VIDA”.
Que, aunque efímera, aún está en nosotros.
Esa copa se nos brinda cada día llena de vida!
Disfrutar cada gota hasta acabarla:
“Es nuestra decisión.”
Leticia Thompson