Aún en la iglesia hay matrimonios que en público parecen estar en paz pero, sin embargo, estan en guerra. Se atacan, defienden terreno, usan tácticas manipuladoras como si fueran guerrilleros y declaran treguas temporarias.
Aunque cuando se ha declarado la guerra hay pecado por ambas partes, generalmente en las guerras matrimoniales violentas un hombre fuerte oprime a una mujer. Por la gracia de Dios estas mujeres afligidas comenzarán a buscar ayuda en la iglesia. Cuando lo hacen, ¿cuáles son algunos parámetros bíblicos básicos que guiarán su ministerio a tales mujeres?
- Debe oír el llanto del oprimido.
La víctima debe ser oída. Como imitador de Cristo, usted comienza escuchando el llamado del afligido (Salmo 10:17; 22:24). Esto es evidente. No puede haber otro punto de partida. Pero escuchar es más que simplemente recaudar información o dar un primer paso superficial. En primer lugar, nuestro Señor alienta el llanto del oprimido. La cantidad de salmos en los cuales el autor clama a Dios pidiendo protección lo demuestra. Servimos a un Dios amoroso que nunca se cansa de escuchar y socorrer a los necesitados. Dios es el juez justo que oye la injusticia y odia la opresión, pero es más que un juez. Él, en su amor perfecto, se acerca a su pueblo oprimido. Dios es el Oidor y Pastor compasivo que escucha al débil.
Muchas víctimas de la violencia se resisten a hablar abiertamente. Temen que su franqueza cause represalias por parte del abusador. Aunque no son responsables por la violencia que han sufrido, pueden sentirse avergonzadas de haber contribuido a la guerra. A veces consideran que sus problemas no son dignos de la atención de un pastor o una amiga, o se sienten avergonzadas de desagradar tanto a sus maridos que ellos acuden a la violencia.
Algunas son reacias a hablar porque algunos pastores tienden a decir enseguida «Perdone y olvide». En otras palabras, en cuanto el abusador pide perdón, la víctima es responsable de perdonar y nunca más hablar del asunto. Esta idea de olvidar el pecado inmediatamente es cuestionable. Hacer de este «perdonar y olvidar» el consejo bíblico principal es dejar a las mujeres sintiéndose como si ahora ellas fueran las culpables porque no pueden dejar de sacar el tema. A la luz de estas enseñanzas y tendencias, es imposible enfatizar demasiado la importancia de escuchar a la mujer afligida. Comenzamos a ayudar a la mujer cuando la escuchamos como un hermano o hermana que llora con los que lloran (Ro. 12:15).
Ya que el escuchar bíblico implica acción, usted puede concluir que escuchar (especialmente si la violencia ha sido personal y peligrosa) implica llevar a la víctima al médico, llamar a la policía, o proveer un lugar de refugio temporario. Si es posible que el hogar sea peligroso, es sabio informar al abusador que su esposa ha revelado la violencia y está en un lugar seguro y secreto.
Si la mujer tiene certeza de que regresar a su hogar no resultará en daño físico, usted debe escuchar con una actitud de análisis sistemático, buscando evaluar los modelos de violencia y control del matrimonio. Esta información es más útil cuando está escrita y es específica. Entonces se puede confrontar al abusador de acuerdo con Mateo 18:15-20, y hacerle entender que el liderazgo de la iglesia toma la violencia doméstica muy en serio y actuará para proteger a la esposa al mismo tiempo que buscan ministrar al hombre y hacerle rendir cuentas.
- Usted enseña al oprimido a poner su esperanza en Dios.
La víctima debe ser alentada en su fe. Como en todo sufrimiento, puede pensar que Dios es indiferente y esto no le importa, o puede pensar que el abusador es todopoderoso. De cualquier manera, la aflicción siempre es una oportunidad para que el pueblo de Dios conozca y cuente con nuestro Dios, que oye. Además, si la víctima va a acercarse en amor a un abusador arrepentido y abrirse a amarlo y confiar en él, debe ser sostenida por una fe robusta. Saber lo siguiente será muy importante para ella:
1. Dios no se olvida (Salmo 10; 56:4). Los problemas personales no significan que Dios ha abandonado a su pueblo. Por el contrario, la Biblia constantemente nos recuerda que Dios responde a las oraciones de los oprimidos. Aunque no siempre vemos esta liberación inmediatamente, Dios sin duda libera a su pueblo. Dios no ha terminado su obra en nosotros. Recuerde a las víctimas que mantengan los ojos bien abiertos, observando la mano poderosa de Dios en sus vidas.
2. Jesús conoce nuestros sufrimientos. Jesús experimentó violencia de parte de su propio pueblo en su propio cuerpo. De hecho, su experiencia es aún más intensa que la nuestra porque sufrió hasta la muerte. Considerar este sufrimiento puede aminorar el pesar de la mujer.
Para la mujer que se siente abandonada por Dios, el sufrimiento de Jesús puede ser un gran consuelo que excede la comprensión de mujeres que han sufrido experiencias similares. En un lugar de refugio para mujeres que han sufrido violencia, estará rodeada de personas que comprenden. Ante el trono de Dios, en cambio, será abrazada por Uno que comprende perfectamente, sufre profundamente, y ama completamente.
3. La cruz es evidencia constante del amor de Dios para con Su pueblo y la seriedad del pecado. El pecado y el sufrimiento siempre serán un misterio. Ninguno tiene sentido en un mundo que Dios creó como bueno. Sin embargo lo que está claro es que el amor de Dios, demostrado en Jesús, excede los límites de nuestra imaginación, y Su justicia deja en silencio a los observadores.
En un mundo donde una mujer no puede confiar en la persona más íntima, la mayor bendición que usted le puede ofrecer es la seguridad de la presencia amorosa y observadora de Dios.
- Usted le enseña a la víctima a desarmar al abusador.
La víctima debe saber cómo prevenir y responder al enojo humano. Ya sea que vuelva o no al hogar inmediatamente, debe aprender a apropiarse de «un espíritu de poder, de amor y dominio propio» (2 Ti. 1:7). Con demasiada frecuencia respondemos a la violencia con timidez o venganza. Ambas revelan el continuo control y dominio del perpetrador en la vida de la mujer. En lugar de ir a estos extremos, las esposas deben ser guiadas en una dirección bíblica que es humilde y poderosa.
Un versículo clave es Romanos 12:21: «No seáis vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal». En el contexto de Romanos 12 el pasaje sugiere que uno se libera del perpetrador amando al enemigo más, no menos. En lugar de preguntarnos «¿Qué necesito de él?» nos cuestionamos «¿Cómo me sobrepongo con el amor de Cristo?»
1. Cuando en duda, debe confesar sus pecados al perpetrador. Posiblemente esta sea la respuesta más poderosa al pecado de otros. Todos sabemos lo difícil que es confesar nuestros pecados a otra persona, pero confesárselos a un abusador violento parece completamente imposible. Sin embargo, una mujer fuerte en el Señor no cuenta con su propia justicia sino con la justicia de Cristo. Por lo tanto puede confesar su propio pecado. Esto, por supuesto, no implica que sus acciones hayan causado la violencia ni el abuso. Simplemente confiesa el pecado que Dios ha revelado en su vida.
2. "Entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano" (Mt. 7:5). Para algunas mujeres, confrontar puede ser más difícil que la confesión. Para algunas es más fácil suponer que merecían ser tratadas en forma pecaminosa que tomar una posición contra el pecado. Puede que tengan miedo de que la confrontación lleve al divorcio. Sin embargo, una forma de amar al perpetrador es mostrar claramente el pecado y sus consecuencias. Minimizar o ignorar esto, para ambas partes, puede ser espiritualmente mortal. Tal confrontación debe llevarse a cabo en la presencia de un tercero.
3. Perdone pronto, pero no permita que el pedido de perdón del perpetrador sea el fin de la discusión. La reconciliación comienza cuando el perpetrador pide perdón. En situaciones donde ha habido violencia, es evidente que el control y la arrogancia son una forma de vida. Estos hábitos nunca deben ser ignorados con las palabras, «¿Me perdonas?» La carne y el diablo crecen cuando el dolor y los pecados son escondidos. Porque esto es así, una forma en que la esposa puede amar al marido es permitir a su esposo conocer las consecuencias del pecado de él en la vida de ella. Esto no se hace para aumentar el dolor, sino para sanar.
4. Hable con ternura y amor. En un mundo en el cual la tecnología avanzada es símbolo de poder, nos olvidamos del poder de las palabras. Éstas, sin embargo, pueden desarmar a personas enojadas. A una mujer le puede alentar mucho saber que «la respuesta suave aplaca la ira» (Pr. 15:1). Aunque ella no es la causa de la violencia, sin embargo tiene algún poder para calmarla con humildad, ternura, y amor.
La violencia doméstica es tan dañina para el matrimonio como el adulterio. Nunca debemos menospreciar su impacto en la víctima. Pero, al igual que con toda clase de sufrimiento, tampoco debemos minimizar la gracia de Dios para las víctimas. Dios reserva perspectivas únicas de Su persona para quienes han sido oprimidos, y les da poder para vencer a los enemigos gemelos de la timidez y la ira.
Dr. Eduardo T. Welch, director de Aconsejamiento en CCEF, Glenside, Pennsylvania, EE.UU.