El amor… no se irrita, no guarda rencor.
1 Corintios 13:4-5

Un creyente iba de casa en casa para distribuir Biblias. En una de ellas fue muy mal recibido. Se le ordenó desaparecer al instante. Sin embargo, una semana más tarde se halló de nuevo ante esa puerta, en donde otra vez fue rechazado. A pesar de su decepción volvió a esa casa varias veces. Cuando se presentó por última vez, el dueño de la casa golpeó tan brutalmente al creyente que éste tuvo que guardar cama durante varios días.

Poco después se enteró de que la mujer de su agresor estaba gravemente enferma. Entonces fue a manifestarle su simpatía y volvió a ofrecerle una Biblia. Para librarse de su desagradable visitante, finalmente el hombre aceptó la Palabra de Dios.

Algunos días después, este hombre fue a ver al siervo del Señor y le pidió perdón. –Además, le dijo, prométame que si se le ocurre de nuevo ofrecer catorce veces sin éxito una Biblia a un hombre tan malo como yo, ¡entonces lo intentará una decimoquinta vez!
El amor de Dios por nosotros, seres perdidos, no fue debilitado por nuestro rechazo al Señor Jesús.

“Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Ahora que tenemos el perdón de nuestros pecados y la paz con Dios, con ese mismo amor podemos decir a quienes no conocen al Señor como su Salvador: “Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. Así, pues, nosotros… (somos) colaboradores suyos” (2 Corintios 5:20-21 y 6:1).