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De: GIANNELLA777  (Mensaje original) Enviado: 23/01/2011 03:31

 

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Cómo enfrentar nuestros temores


Por Charles Stanley

Cada uno de nosotros hemos sentido temor alguna vez en la vida. En mi caso hubo un momento en el cual me di cuenta que estaba luchando con el temor y me propuse descubrir su origen.
Yo sabía que si no lo hacía mi ministerio sufriría grandemente debido a ello. Al orar y pedir a Dios que me revelara la causa de mi temor, volví a vivir los recuerdos de mi niñez.


Los primeros años de mi vida fueron turbulentos. Mi padre murió cuando yo tenía dos años y mi madre se vio obligada a tener dos trabajos para que ambos tuviéramos techo y comida. El primer recuerdo que tengo de mi niñez es del temor que me invadía al dudar de que pudiéramos lograr tener lo necesario para subsistir. Crecí teniendo que prepararme tanto el desayuno como el almuerzo para ir a la escuela.


Ninguno de nosotros puede darse el lujo de permitirle la entrada al enemigo en nuestras vidas. Todo lo que Satanás necesita para hostigarnos es una oportunidad. La oración y la Palabra de Dios son las armas más efectivas que tenemos contra el temor. Cuando reconocemos ante el Señor que somos presa del temor y le imploramos su protección y dirección, asumimos una postura de fe.


El temor es, en sí, una decisión. Me sorprende ver cuántas personas me dicen que tienen temor de haber cometido el pecado imperdonable. Pese a que la sangre de Jesucristo los limpia de todo pecado, siguen rodeados de una incredulidad persistente.


Si una persona insiste en seguir creyendo en un concepto falso del temor, lo más probable es que su vida esté saturada de temor. Jamás habrá un momento cuando tengamos que preocuparnos de que Dios nos perdone o no. Todo pecado – todo lo que jamás hayamos cometido – ha sido perdonado por su gracia mediante la obediencia de su Hijo en el Calvario. El Señor Jesús murió a fin de que nosotros podamos tener vida eterna. El nos ha dado libertad y no hay necesidad de vivir en pecado o temor.


“Se necesita fe para doblegar el problema del temor. Es imposible vencer el temor sintiéndonos culpables de esa emoción. En ninguna parte de la Biblia encontramos que Dios condene a una persona por tener temor; en cambio, Él constantemente alienta a los que temen con declaraciones como: No temas, porque yo estoy contigo (Isaías 41:10). Cuando tenemos temor nos sentimos solos con nuestros problemas y estamos abrumados por ellos. La fe acepta el hecho de que el problema es demasiado grande para nosotros y también el hecho de que no estamos solos con él; tenemos a Dios con nosotros”.


En Lucas 4:18 el Señor Jesús dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos”. Una de las funciones de Cristo como Mesías es traer libertad de la opresión. Cualquier cosa que nos mantenga cautivos debe soltarnos de sus garras cuando le ordenamos que lo haga en el nombre de Jesucristo.


El pecado, o cualquier esclavitud emocional, no puede gobernar nuestra vida. El único poder que el pecado tiene sobre ella es el que nosotros le concedamos; o sea, que se trata de lo que nosotros decidamos hacer. Podemos tomar la decisión de pecar y rechazar el plan de Dios para nuestra vida o podemos elegir seguir a Cristo en obediencia. No hemos sido destinados para ser pecadores ni hemos nacido a una vida de temor.
La duda contribuye poderosamente al temor. Cuando dudamos de la habilidad de Dios para mantenernos y suplir nuestras necesidades, tenemos temor. 


Satanás se complace en hacer que andemos corriendo emocionalmente. Él toma medidas extremas con tal de lograr que nos imaginemos todo tipo de cosas o situaciones. La mayoría de nosotros sabemos lo que es pasarnos una noche en vela debido a pensamientos o preocupaciones que se convierten en temores.


Un solo pensamiento puede multiplicarse y crecer mil veces si es regado por las mentiras del enemigo. Su principal objetivo es hacer que dejemos de confiar en Dios. Una vez que logra que lo hagamos, él nos despoja de toda sensación de paz y esperanza; comenzamos a dudar de las promesas de Dios y antes que nos demos cuenta el temor ha erigido toda una fortaleza en nuestra vida.

 

 

 

 

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