Fue en una tarde de otoño, en el umbral de mi puerta, dijiste que me querías, me pediste que te quiera y mirándome a los ojos me cubriste de promesas. Que bien me sentí en tus brazos… y sin sospechar siquiera que tu alma era tan oscura te deje que me quisieras. Y ahora… navegan a la deriva en un mar de oscura niebla con los ojos entornados y las bocas entreabiertas los espectros demacrados de tus álgidas promesas. Me llaman con sus gemidos, tocan despacio a mi puerta, las dudas me dicen que abra y mi lucidez, que no atienda y a mis oídos tu voz, que ahora me suena ajena intenta con mil lisonjas, que vuelva a creer en ellas. Me dice que no es verdad, que no han muerto tus promesas, que están ancladas en tu alma, que solo valla por ellas, que escuche a mi corazón, que el sabe que son ciertas esas promesas de amor que me diste medio envueltas entre caricias y besos, en el umbral de mi puerta. Como quisiera creerte! Y confiar en tus promesas, pero ellas son solo espectros de tu alma gélida y negra y mi corazón no entiende que si sucumbo ante ellas me perderé en el abismo de tu mar de oscura niebla, porque aunque digas que no… tus promesas están muertas.
Miriam Brandan
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