Inútil Despilfarro De Energía: ¡La Preocupación!

Ps. Diego Arbeláez

"Porque el temor que me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que yo temía" (Job 3:25).

La preocupación, que es darle rinda suelta a la imaginación negativa, lo cual es contrario a la fe, es una especie de nube que pasa por el cerebro y nunca deja ver la solución a lo problemas; la prueba de esto está en que cuando usted se encuentra muy preocupado siempre afirma: ¡No sé que hacer!

La desesperación y ansiedad por las cosas de esta vida, no cambia en nada su suerte. El desasosiego causa gran cantidad de problemas, y no hace nada constructivo. ¿Para qué sirve atormentarse? Esto jamás fortaleció a nadie, ni ayudó a ninguno para hacer la voluntad de Dios, nunca abrió ningún camino para que alguien saliese de su perplejidad.

David dijo que no ganamos nada con angustiarnos: "De nada sirve trabajar de sol a sol y comer un pan ganado con dolor, cuando Dios lo da a sus amigos mientras duermen" (Salmos 127:2).

Usted no podrá resolver ningún problema a base de preocuparse. La preocupación no lo acercará a la solución ni un centímetro. Al contrario, arruina su vida que de otra forma podría ser muy útil y bella, solo sirve para empeorar las cosas. Jesús dijo: "¿Y quien de vosotros por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida?" (Mateo 6:27).

Cuando usted se preocupa, el problema parece crecer por momentos porque a la preocupación le basta un pequeño esfuerzo para convertir su problema en una situación monstruosa y aparentemente imposible de manejar. La preocupación hace que algo pequeño dé una gran sombra y entonces, un gran temor hace perder una gran fe.

La ansiedad no podrá quitarle el dolor de mañana, pero sí le quita las fuerzas de hoy. Tampoco lo ayuda a escapar del mal; lo único que logra es que usted no esté preparado para darle frente al mal cuando aparezca.

Esta es la historia de un vaquero viejo, rudo y de rostro curtido por el viento de las llanuras. Tenía la piel como el cuero y las piernas torcidas del vaquero típico. Era muy bueno, un hombre justo, miembro fiel de la iglesia y humilde siervo del Señor.

Alguien visitó a este jinete en varias ocasiones durante su última enfermedad, y un día le preguntó:

- Jim, ¿qué has aprendido en todos los años que pasaste en la llanura llevando el ganado? Allí bajo las estrellas, con los animales, en la soledad de la noche, con el calor del verano y el frío del invierno, debes haber aprendido algo. ¿Qué fue?

El viejo meditó por un momento y respondió:

- Aprendí a sentir gran respeto por el ganado Hereford: En las grandes llanuras hay violentas tormentas de nieve, la temperatura baja bruscamente y la nieve es arrastrada por el vendaval. La mayor parte de los animales huían del viento, se lanzaban contra los alambrados en montón, unos con otros, y muchos morían. Pero el ganado Hereford no actuaba así. Estos animales no huían del viento, por el contrario, se obligaban a avanzar contra él y, al llegar a una barrera, se apretaban hombro con hombro, bajaban la cabeza y aguantaban el viento. Y pocos morían a causa de la tempestad.

"Por eso – continuó el viejo vaquero -, he aprendido que, si uno pone la fe y la confianza en el Dios Todopoderoso, y camina cada día con Jesús y aguanta las dificultades cuando vienen, éstas pasarán sin que uno quede destrozado por ellas".

Mi amigo, si usted es capaz de creer todo esto, que resulta lógico y válido, si puede actuar en fe, pase lo que pasare, nada le será imposible. Aunque se crea sin fuerzas para soportar el peso enorme que lo aplasta. ¡Luche, escriba, hable, ore, haga algo! Otros lo han hecho en condiciones "imposibles", usted puede hacerlo también. Le invito a seguir a Jesucristo y a participar del programa de alguna iglesia en donde le enseñen la Biblia para que comience una nueva vida.

La vida del hombre moderno está marcada por las tensiones. No hay nadie que no sufra en alguna medida el dramático tormento de los estados de ansiedad. La gente procura zafarse de estas incómodas situaciones recurriendo a especialistas en tratamientos psicológicos, orientadores, fármacos o medicamentos. Pero, los resultados que se consiguen, no siempre son satisfactorios.

Dios, que nos conoce mejor que nadie, nos ofrece su terapia restauradora y sanadora. Sí, cuando Él llega a ser el centro de nuestra vida, todas las demás cosas comienzan a girar armónicamente alrededor de nosotros y disfrutamos de la auténtica paz, que sólo Él puede darnos.

"La preocupación es infructuosa, al igual que una silla mecedora, aunque no lo deja a uno quieto, no lo lleva a ninguna parte"

 ¡¡¡B e n d i c i o n e s!!!

Myriam