Confesión Diego Arbeláez "Si pretendemos no tener pecados, nos engañamos nosotros mismos y no tenemos la verdad. Si los confesamos, Dios es fiel y es justo para perdonarlos y para limpiarnos de toda maldad". (1 Juan 1:8,9)  El primer paso, en el bien, es reconocer que se ha obrado el mal. Esto es una forma de obrar con justicia. Nunca debería el hombre avergonzarse de confesar su error, lo cual no quiere decir otra cosa que, hoy es más sabio que ayer. Además, la habilidad de responder a un sano sentido de culpa, haciéndole frente, resolviéndolo sincera y bíblicamente, es lo esencial para la edificación del carácter y para su completa tranquilidad.  Cierto predicador solía contar una anécdota de su infancia para ilustrar cómo Satanás resulta ser un amo duro, y cómo la confesión y el arrepentimiento traen liberación al alma oprimida. La madre de este predicador tenía una gran ilusión en sus patos blancos nadadores. Algunos de ellos habían ganado premios en concursos locales y por ello se sentía orgullosa. Un día, estaba él probando su nueva cauchera, lanzando piedras a los árboles, cuando se le ocurrió la idea de arrojar una piedra en dirección a un hermoso pato para ver cuán cerca de él podía pegar sin herirle. Había visto hacer este ejercicio en el circo con un hombre que tiraba cuchillos, y creía que su puntería era bastante buena para imitarle. Poniendo una piedra en su cauchera tiró con toda su fuerza a un palmo de su objetivo según él pensaba; pero cual fue su espanto cuando vio que la piedra daba fuertemente en la cabeza del animal y éste caía. Corrió hacia él y encontró el pato favorito de su madre, que había ganado en el concurso de natación aquel año, mortalmente herido. Como suelen hacer todos los delincuentes procuró ocultar el cuerpo del delito. Cuando estaba enterrando el pato, apareció su hermana Jessie: ¿Qué estás haciendo Joe?, le preguntó.Él tuvo que contarle toda la historia y ella le prometió no descubrir nada a su madre.  La intranquilidad no le dejaba comer, y cuando se levantó de la mesa, la madre le dijo a su hermana Jessie: hoy lavarás tú los platos. A lo que ésta respondió rápidamente: -Mi hermano Joe me ayudará. Joe protestó, diciendo que tenía que hacer sus tareas, pero su hermana le susurró al oído: - "Acuérdate del pato". No tuvo otro remedio que ayudar a su hermana. Y por varios días vino a ser el esclavo de cada capricho de ella. Un día cansado de esta situación, fue a su madre y le confesó lo ocurrido. Puso su cabeza sobre sus rodillas y sollozando le dijo cuán arrepentido se sentía. Ella le respondió: - Siento que mataras mi pato favorito, pero estoy orgullosa de tener un muchacho que sabe confesar la verdad.le dijo -. replicó ella- ya has sido suficientemente castigado durante este tiempo que no has confesado tu culpa. Voy sencillamente a perdonarte- Y poniendo los brazos alrededor de su cuello le besó. - Castígame como quieras, pero yo tenía que quitarme este peso - - No voy a castigarte, Joe - Por la noche su hermana Jessie, que no sabía lo que había sucedido, quería que le ayudara de nuevo; pero él le dijo: ¡No! Hoy puedo ir libremente a mis tareas. Mi madre lo sabe todo y me ha perdonado. Ya no era un esclavo; la confesión y el perdón le habían libertado. Del mismo modo Satanás procura esclavizar al pecador; pero tan pronto como éste acude al Salvador y confiesa su culpa, se encuentra libre de la esclavitud de su opresor. La Biblia muestra cómo Dios suavizó su juicio contra los líderes de Israel cuando ellos, humillados, confesaron sus pecados a Dios. "Y los príncipes de Israel y el rey se humillaron, y dijeron: Justo es Jehová. Y cuando Jehová vio que se habían humillado, vino palabra de Jehová a Semaías diciendo: Los salvaré en breve, y no se derramará mi ira contra Jerusalén... " (2 Crónicas 12:6-7). ¿Esta usted sufriendo debido a que el pecado ha afectado su relación con Dios? La Biblia dice que la humilde confesión abrirá la puerta para recibir la misericordia de Dios: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" La confesión bíblica no es solamente admitir que uno es culpable, es admitir que uno merece el castigo, y que quiere ser perdonado y decide no volver a cometer el delito. Sí, la confesión incluye la determinación de abandonar el pecado. El que confiesa sus pecados es el que los odia; sin aborrecerlos la confesión no vale nada. "Ocultar una falta es cometer dos faltas a la vez".  ¡B e n d i c i o n e s!   Myriam_Lhamya http://www.gabitogrupos.com/fuente-de-vida/general.php