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Re£ÂTØ$ ËrØTÏ¢Ø$: ENTRE GOLPES Y COJIDAS...
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: \קяîи¢є§îtα x  (Mensaje original) Enviado: 01/01/2011 16:10

Lo primero es presentarnos… Mi nombre es Daniel y tengo 26 años, mi esposa se llama Mariana y tiene 19.

La experiencia que les vamos a contar, fue para nosotros realmente excitante, algo fuera de lo común, que ni ella ni yo pensábamos jamás llegar a realizar algo así.
Siempre me consideré una persona normal, al cuál le gusta el sexo como a cualquier otra persona.

Nos conocimos por casualidad, y en poco tiempo el amor comenzó a nacer, nos llevábamos muy bien, y en todo estábamos de acuerdo. Teníamos una manera muy parecida de ver la vida lo que nos llevó a un rápido ascenso hasta chocar con el amor.

Las cosas comenzaron normales, ella viniendo a mi casa, (yo vivía con mis padres), yo yendo a la casa de ella, (ella vivía con la madre y el marido de la madre).
Una noche que ella se había quedado en mi casa, comenzamos a hablar sobre cual era el sentimiento que teníamos al llegar al orgasmo. Yo dije que era unas ganas de romper todo, de golpear, de pegar. Ella estuvo de acuerdo conmigo… Luego de conversar, y por supuesto cachondearnos con el tema, nos dispusimos a hacer el amor, ella me dio la espalda, yo la abrasé por detrás tocándole sus tetas, con una mano y con la otra le agarraba la espalda, la calentura que teníamos era notoria, recosté mi pija a su culo, y con cada friegue que le hacía mas loco me ponía, fui colocando mi verga entre sus piernas, y con un poco de ayuda de ella se la metí en la concha que estaba empapada.

Luego de unos minutos de coger, yo estaba a punto de acabar, mi pregunta fue directa y clara…: Puedo pegarte?, a lo que ella contestó que Sí.
El ritmo iba subiendo y mi leche estaba a punto de salir, fue en ese momento que dejé de tocarle las tetas y de agarrar su espalda y pasé con una mano a tomarla del pelo, y con la otra a darle fuertes golpes en la cara, ella lejos de quejarse por el dolor, gemía de placer, lo que a mi me enloquecía…, esa fue la primera vez que la golpeé.
Después del éxtasis, vinieron las preguntas, y la verdad que ninguno de los dos estaba mal por lo sucedido, sino todo lo contrario, a ambos nos había encantado.
La segunda vez y las siguientes fueron para mí tal vez mas excitantes, recuerdo que en otra oportunidad, también en mi casa, (para esa altura cualquier excusa valía para que ella se quedara a dormir conmigo), el tema volvió a salir, en verdad no se si volvió a salir o nunca se fue, ya que estábamos todo el tiempo pensando en lo ocurrido.
Llegó la noche y con la noche el clima fue tornándose cada vez mas caliente.

Yo estaba boca arriba, tirado en la cama, Mariana entre mis piernas chupándome la pija, cosa que hace muy bien, fue subiendo lentamente hasta mi pecho, hasta que se sentó encima mío, se metió mi verga y comenzó a cabalgarme, yo la agarré de los pelos y le comencé a golpear la cara, a lo que ella contestó, me pegó un golpe que me hizo girar la cabeza hacia un costado, no podía creer que algo así fuera tan excitante, cogíamos como animales, sin reglas, sin pudor, sin nada, los golpes se hacían cada vez mas fuertes, pero en vez de dolor, daban placer. El acabar fue algo divino, entre golpes de ella y golpes míos. Tal vez lo mas difícil era esconder las caras al otro día y rezar para que los golpes no fueran tan notorios.

Cada vez que cogíamos era así, golpes, arañazos, tiradas de pelo, etc.
Llegamos a pensar que se nos haría imposible volver a hacer el amor de una manera “normal”, que si algún día nos separáramos se nos haría difícil coger con “respeto” con nuestras parejas.
Y eso que el día mas extraño todavía estaba por llegar.

Esta vez le tocó a ella ser locataria, yo fui a su casa, en ese momento estábamos solos.
Fuimos hasta su cuarto y cerramos la puerta, nos sentamos en la cama a conversar como siempre… de sexo.
Poco hablamos y ya estábamos tirados en la cama, ella de espalda hacia mi, y yo pegado a su cuerpo. La agarre de los pelos, le metí la pija y comenzamos a coger. Siempre con brutalidad, con furia, pegando y arañando. Entre muchas posiciones, y maneras de coger el tiempo fue pasando. Mi espalda se convertía en un mapa cada vez que yo estaba encima suyo, los arañazos dibujaban carreteras a lo largo de mi cuerpo.

Cuando el clima estaba en lo mejor… se oyó la puerta de la casa que se abría, y una voz de hombre que dijo: Llegué!!!

Con rapidez nos vestimos, y sentamos en la cama con total naturalidad como que nada hubiera pasado. Su padrastro golpeó la puerta del cuarto a lo que respondimos que ya salíamos. Salimos, lo saludamos, y regresamos al cuarto.
La idea de coger, lógicamente se esfumó, con él ahí, se hacía imposible.
Pero lamentablemente lo único que se fue era la idea, la calentura estaba intacta. Nos sentamos en silencio uno frente al otro a los pies de la cama, solo nos miramos por unos segundos así… sin hablar.
No se porqué razón pero de repente salió de mi, un golpe directo a su cara.
Ella me miró, y lo respondió. El placer era tan inmenso que les puedo asegurar que de esa forma estábamos cogiendo, vestidos, sin hablar, sin penetración, sin manoseos, cada golpe que nos dábamos representaba a mi pija entrando y saliendo de su concha, ella sentía lo mismo. Así estuvimos un rato, en uno de los golpes que ella me dio me hizo sangrar la nariz, pero eso no la detuvo, no le importó, solo la excito mas. Lógicamente a mi tampoco me importó, me pasé la mano sequé la sangre y seguimos golpeándonos.

No fue la única vez que me hizo sangrar la nariz en esa tarde, manche toda la cama de rojo a raíz de los golpes recibidos.
Los golpes sonaban y no nos dábamos ni cuenta, ni nos acordamos que su padrastro estaba afuera del cuarto, él comenzó a llamarnos, tal vez por preocupación al escuchar golpes, y de esa manera nos cortó nuestra manera de coger.

Era casi imposible disimular las caras, rojas, golpeadas, machucadas, pero bueno, tampoco nos hacíamos problemas, el disimular comparado con el placer era mínimo.
Así seguimos por un largo tiempo, nos casamos, y las costumbres no cambiaron, todo lo contrario, aumentaron de nivel, ataduras, mordeduras, golpes con cintos, maltratos, etc, eran parte de nuestra manera de llevar el sexo. Me encantaba verla atada sobre la cama sin poder moverse, toda a mi merced, dispuesta a que yo le hiciera lo que quisiera. Ella sabía que en mi también podía hacer lo que se le antojara.

Muchas veces ella me tuvo atado a la cama, pegándome, mordiéndome, arañándome, y hasta introduciendo objetos en el culo.

El tiempo fue pasando, y la locura fue amainando, el sexo es como una flor, si no lo regás se marchita, y eso es lo que tratamos de hacer.

Luego de dos años cuando los golpes ya no eran lo mismo, tal vez por costumbre o aburrimiento, las cosas fueron cambiando, siempre en juegos que disfrutamos los dos.
Hemos jugado con comida, con aceite, hemos cogido en lugares públicos, siempre alimentando al sexo. Tenemos muchas cosas en mente que queremos realizar, pero nos son tan fáciles, espero que mas adelante cuando estas cosas ocurran podamos contarles experiencias “raras” o al menos no tan comunes.

Tenemos reglas claras, podemos llegar a hacer cualquier cosa, lo único que tenemos prohibido es que un tercero nos toque, el cuerpo de ella es solamente mío, y el mío es solamente de ella. “Se mira y no se toca”.



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