Al comenzar el presente año, en una de sus colaboraciones habituales en prensa, reflexionaba con extraordinario acierto el prestigioso catedrático en Psiquiatría Enrique Rojas sobre "La lucidez del perdedor", los propósitos con que abordamos determinadas etapas de nuestra vida, tratando de borrar lo negativo, pasando página con la ilusión de llenar la felicidad. A la referida tribuna pertenecen los siguientes párrafos:
"Los traumas de la vida afectan a los grandes argumentos de ella. No hay que olvidar que en el amor casi todas las cumbres son borrascosas. Hay que descifrar el jeroglífico de cada biografía, lo que no se ve, lo que se esconde debajo de las apariencias.
Cada uno necesita resolverse como problema. El hombre maduro es aquel que ha sabido reconciliarse con su pasado. Ha podido superar, digerir e ir cerrando las heridas de atrás. Y a la vez, ensaya su mirada hacia un futuro prometedor e incierto. Esa es una de las tareas que hacemos los psiquiatras en la psicoterapia; lacer la cirugía estéticade la historia personal, para que haga una lectura más positiva de lo que ha sido su trayectoria.
La vida es como un bumerán: movimientos de ida y vuelta. Lo que siembras, recoges. La vida es un resultado, y a la larga sale lo que hemos ido haciendo con ella. Lo importante es que no pasen los años tirando de la existencia, sino que sepamos llenarla de un contenido que merezca la pena y que se inserte dentro del programa personal que cada uno debe ir trazando. Lo importante no es vivir muchos años, lo esencial es vivirlos satisfactoriamente, con el alma. La vida es plena si está llena de amor y uno consigue poseerse a sí mismo. Ser dueño de uno mismo es pilotar de forma adecuada la travesía que uno ha ido escogiendo, procurando ser fiel a uno mismo y a sus principios."