*El sol se levanta sobre la montaña inamovible, anunciando la llegada de la mañana y el candor de un nuevo día. - ¡Levántense! – Dicta un hombre alto; fornido guerrero nacido bajo el Toro dorado quien bendice las acciones de sus tres jóvenes aprendices quienes muertos del cansancio resoplan al tratar de reponerse. - ¿Así creen que van a poder protegerse? ¡El Enemigo no les tendrá piedad! ¡Vamos! No me han dado ni un solo golpe en toda la mañana…- Sus brazos se cruzan nuevamente haciendo que las rocas tiemblen por respeto a aquel de fuerza innegable - ¡Ahhhhh! – Un aura dorada que opaca al efebo brota partícula de su cuerpo mientras su blanco cabello se levanta según la orden de aquel brillar contrastado con su morena piel. – Yo un día les haré falta y serán ustedes quienes tengan que defenderse ¡Incluso tendrán que defender a los mas débiles! ¡Mi deber es prepararlos para que ustedes puedan vivir! – Cual estrella gigantescas, el cosmos de aldebaran estalla, de forma poderosa*
*Siempre de brazos cruzados cómo si la confianza le sobrara, el hombre del segundo templo resopla para conjurar la embestida del gran toro frente a sus alumnos. - ¡Gran Cuerno! – Y todo se vuelve luz al paso de una bestia inmaterial que formada por el invisible movimiento de sus manos avanza, recorriendo la distancia mientras se pasea en medio de sus alumnos que han de salir arrojados por la simple presencia del ataque mas rápido dejando entonces una estela de destrucción culminada con el agujero mas grande a la pared mas cercana, ahora vuelta polvo en cuanto Hasgard suspira en calma, asumiendo que para el nada a pasado. “Ustedes deben de ser mas rápidos y fuertes… Son las nuevas generaciones” sonrisa breve en su rostro, bella acompañante de las memorias donde residen tanto sus alumnos cómo Tenma, el Pegaso y Dohko, el Dragón*