** El astro rey hace tiempo se había despedido de la planicie griega cuando la noche cae los oscuros parajes de a poco se ven iluminados según artemisa emerge de entre las lejanas montañas del horizonte. Es justo ahí en Atenas se eleva entre zonas montañosas un sagrado santuario compuesto por doce templos zodiacales resguardados por su caballero dorado en turno donde en la cúspide yace erguido el salón del maestro. La noche aparenta serena ante el interminable número de soldados que custodian los linderos del santuario de la diosa de la guerra justa y a lo lejos en una zona semi boscosa apenas se logra divisar entre las penumbras una silueta que se abre paso entre los arboles resonando el colisionar de sus metálicas botas marchitando el pasto deteniendo su andar reposando apoyando su diestra en un frondoso roble, apenas unos destellos de luna llena se cuelan entre los árboles y bendicen con su luz aquella enigmática figura de un gallardo joven cuya efigie yace resguardada por una elegante coraza fúnebre negra con matices violáceos. Engalanada con un imponente par de alas de metal su identidad permanece bajo un misterioso yelmo con la figura de la testa de la bestia mitológica el basilisco aquella temida criatura mortífera el pico de esta sombrea las cavidades oculares dejando a la expectativa la identidad del recién llegado. – Hmm el señor radamanthys me asigno la misión de encontrar la armadura de Athena – eleva su cabeza dirigiendo su atención justo al frente donde a las lejanías se percata del santuario retomando su andar y es en ese momento que a voluntad del invasor invoca una ventisca eólica misma que hace estremecer cada rama de todos los árboles, abriendo así las palmas de sus manos extendiendo hacia los contrarios costados se percibe una presión intensa misma que inicia a fisurar las rocas del mismo modo que el pasto se desintegra en un notario radio alrededor del misterioso ser. – Toda materia viva, termina muriendo ante el gran basilisco. – su tonalidad vocal emite aquellas palabras con una profunda seguridad en sí mismo, cuando su ser se ve envuelto con una ascendiente aura cósmica purpura y a espaldas del joven destellan dos enormes ojos emulando la mirada mortal del basilisco manifestándose holográficamente la imagen de aquella bestia mitad ave y mitad reptil mostrando sus letales colmillos como todo orgulloso rey de las serpientes. De esa forma el aire se torna más brutal evolucionando a fuertes ráfagas que hasta pareciera querer arrancar a los arboles desde la raíz y de esa manera el basilisco la estrella celestial de la victoria hace su acto de presencia en las cercanías del santuario. **