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CAUPOLICAN 
 Ya todos los caciques probaron el madero.
  «¿Quién falta», y la respuesta fue un arrogante: «¡Yo!»
  «¡Yo!», dijo; y, en la forma de una visión de Homero,
  del fondo de los bosques Caupolicán surgió.
 
 
  Echóse el tronco encima, con ademán ligero,
  y estremecerse pudo, pero doblarse no.
  Bajo sus pies, tres días crujir hizo el sendero,
  y estuvo andando... andando... y andando se durmió.
 
 
  Anduvo, así, dormido, vio en sueños al verdugo:
  él muerto sobre un tronco, su raza con el yugo,
  inútil todo esfuerzo y el mundo siempre igual.
 
 
  Por eso, al tercer día de andar por valle y sierra,
  el tronco alzó en los aires y lo clavó en la tierra
  ¡como si el tronco fuese su propio pedestal! 
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