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No se puede hablar del amor sin haberlo sufrido antes, sin saber que no es metafórico eso de que el corazón te duele. Porque se conoce por defecto, por carencia, por necesidad y sólo sabe de todo eso quien conoce en persona propia y sufrió en sus propias carnes

Por eso, no merece ser escuchado quien habla del amor en términos perfeccionistas: para siempre, infinito, nunca, todo, mi vida… Miente y es demagogo quien lo cuenta de esta forma o vivió poco o prefirió cerrar los ojos para no ver –o no creerse, no sé- que la realidad, tan llena de palabras, no se puede deletrear con exactitud. los detalles de las urgencias, los extravíos y la ausencia.

Porque si te quedas a escucharlo -después de todo, ya avisado- te está engañando como a un bobo. Ni las sonrisas derriten, ni se sabe todavía que exista sala de espera en el otro mundo -si es que hay otro mundo- para esperar a los que van llegando. Porque no mata el amor mientras un corazón siga bombeando tu sangre. De todo ello puedo dar fe. Que no te engañe quien con todo esto reduce al enamorado a un complejo de abandono total de su identidad.

No olviden la lección, es más poeta y se le nota en los ojos el que conoce la inversa, el exilio de alma, el derrotado, el que recuerda en términos de nostalgia, el que escribe para quitarse el dolor (que no es metafórico, el que lo probó lo sabe), el que sólo lee ya cartas llenas de polvo y humedad, el que reposa su cabeza en la almohada para llegar a un mundo que no huela tanto a destierro y llantos de adultos.

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