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Aprender a conocerse
Mientras lees esto, trata por un momento de tomar 
distancia sobre ti mismo. ¿Puedes mirarte a ti mismo como si fueras otra 
persona? ¿Puedes definir, por ejemplo, el estado de ánimo en que te encuentras, 
tu carácter, tus principales defectos o cualidades? 
Piensa en cómo ha trabajado tu mente ante esas preguntas. 
Su capacidad de hacer eso que acaba de hacer es específicamente humana. Los 
animales no la poseen. Esa autoconciencia nos permite evaluar y 
aprender de nuestros propios procesos de pensamiento. Gracias a ella, también 
podemos crear, reforzar o rechazar nuestros hábitos personales, nuestro 
carácter, nuestro modo de reaccionar ante las cosas. 
Usar 
con acierto de este privilegio humano nos permite examinar las claves de nuestra 
vida: conocerse a uno mismo permite al hombre a convertirse en el artífice de su 
propia vida. Le hace posible vivir en clave de autenticidad. Pone a su alcance 
esa posibilidad, tan decisiva, de ser fiel a lo mejor de uno mismo, de vivir la 
propia vida como protagonista y no como un mero 
espectador. 
Por 
eso la psicología y la filosofía han tratado con profusión sobre el conocimiento 
propio, subrayando siempre la dificultad que encierra profundizar en él. Si ya a 
veces es difícil incluso reconocer la propia voz en una grabación, o la propia 
figura en una fotografía o un vídeo en el que se nos ve de espaldas, resulta 
siempre mucho más complejo reconocerse a uno mismo en las diversas facetas de la 
propia personalidad. 
El 
autoconocimiento supone siempre una labor ardua y que, en cierta forma, no acaba 
nunca. Nunca acabaremos de conocernos del todo: el hombre tiene algo de 
misterio, siempre hay algo de él que se le escapa, que va más lejos de su propia 
inteligencia. El hombre cuando dirige su mirada hacia sí mismo, muchas veces 
tiene que dejarse llevar por suposiciones. Intuye la dirección por donde debe 
dirigirse a la meta, pero con frecuencia desconoce la realidad misma de la meta. 
Podríamos decir que tiene de sí mismo un conocimiento progresivo. Porque tampoco 
sería cierto hablar de desconocimiento. Quien se esfuerza por conocerse, lo 
logra. 
Y son 
precisamente las circunstancias de dificultad, si se saben afrontar 
juiciosamente, las que puede dar lugar a marcos de referencia nuevos, a cambios 
fecundos en el modo de entender la propia vida, cambios a través de los cuales 
podemos ver al mundo, a los demás y a uno mismo de un modo mucho más 
humano. 
Saber 
sacar de la dificultad una enseñanza responde siempre a una gran sabiduría. Y 
esto es aplicable a la vida personal, a la vida familiar, a la profesional o a 
la de relación. La historia apenas conoce casos de grandeza, de esplendor, o de 
verdadera creación, que hayan tenido su origen en la comodidad o la vida fácil. 
"En la adversa fortuna suele descubrirse al genio, en la prosperidad se oculta", 
afirmaba Horacio. 
Anidar  
  
  
  
  
  
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