Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

*:·.★*Gaviotas volando en Amor y Libertad*★*:·.
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 ....... 
 Un cordial saludo de bienvenida a todos nuestros amigos. 
 GRACIAS POR TU VISITA 
 ✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`​*•✿•*¨`*•✿ 
 ♥ ஜMensajes 
 ♥ ஜBuzones NAVIDAD 2012 
  
 ི♥ྀ´¯`♥•.¸¸.ི♥ྀ´¯`•♥•´¯` ི♥ྀ.¸¸.•♥ 
 *♥ ஜReglas Conducta 
 ♥ ஜARTE DE GAVIOTA FONDOS 
 ♥ ஜBienvenidos 
 ✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`​*•✿•*¨`*•✿ 
 ♥ ஜ MIRELA JUSTICIERA 
 ♥ ஜ Reconocimientos 
 ♥ ஜCumples 
 ✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`​*•✿•*¨`*•✿ 
 ♥ ஜReflexiones 
 ♥ ஜ*Poesia 
 ♥ ஜCapilla Virtual 
 ♥ ஜReligion 
 ✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`​*•✿•*¨`*•✿ 
 ♥ ஜSuperacion 
 ♥ ஜNene Interior 
 ♥ ஜCoelho y Hays 
 ♥ ஜ Pps Alex&Odris 
 ♥ ஜ*Mugrosos 
 ♥ ஜ۩۞۩ஜComus hermanas 
 ✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`​*•✿•*¨`*•✿ 
 ♥ ஜMetafisica 
 ♥ ஜKabalah 
 ♥ ஜSabiduria 
 ..... 
 ✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`​*•✿•*¨`*•✿ 
 ♥ ஜMusica 
 ♥ ஜVideos 
 ♥ ஜNuestro Mundo 
 ✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`​*•✿•*¨`*•✿ 
 ♥ ஜFantasia 
 ♥ ஜ Gastronomia 
 ♥ ஜBelleza Salud 
 ♥ ஜAdorna tu Nick 
 ✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`​*•✿•*¨`*•✿ 
 ♥ ஜBuzones Firmas 
 ♥ ஜFirmas Gaviota Libertad 
 ♥ ஜFirmas 
 ♥ ஜ Firmas Valenciano 
 ♥ ஜFirmas Fondos I S H A 
 ✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`​*•✿•*¨`*•✿ 
 ✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`​*•✿•*¨`*•✿ 
 ✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`*•✿•*¨`​*•✿•*¨`*•✿ 
 ....... 
 ♥ ஜGAVIOTAS Presentacion 
  
 
 
  Herramientas
 
*★*:·Santoral: ?*Septiembre 19?*:·.
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 12 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★*  (Mensaje original) Enviado: 03/09/2009 07:11


Primer  Anterior  2 a 12 de 12  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 12 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 07:11

19 de septiembre
  BEATO ALFONSO de OROZCO, 
(*)
 Monje 
(1591 d.C.)

.

   He aquí un santo hoy prácticamente olvidado. Y, sin embargo, en el Madrid de Felipe II, de 1560 a 1591, cuando la Villa empezó a ser Corte, fue el hombre que más veneración suscitó entre los madrileños, del rey abajo, a pesar de que otros muchos llamaban la atención por entonces en este sentido entre aquellos religiosísimos españoles. Durante los treinta años últimos de su larga vida, el padre Orozco fue el santo de Madrid, "el santo de San Felipe" como le llamaban por el nombre del convento agustiniano en que vivía. Hoy es casi un desconocido en Madrid y, no digamos, en el resto de España...

   Había nacido, en 17 de octubre de 1500, en Oropesa, pueblo toledano de la diócesis de Avila, de Hernando de Orozco y María de Mena. Su nombre de Alonso lo recibió por encargo del cielo. Cuenta el mismo Beato que su madre le refirió cómo estando ella encinta y pensando qué nombre pondría al hijo que naciera, oyó se le decía: "¿Cómo le has de llamar sino Alonso?" Entendiendo que la Virgen María le quería para especial capellán y devoto suyo, como lo había sido siglos antes el gran Ildefonso de Toledo.

   De 1508 a 1514 pasa sus días en Talavera de la Reina (a donde vinieron a residir sus padres), y en Toledo, sirviendo de "seise" o niño de coro en la colegiata de la primera y luego en la Primada de la segunda. Su afición de por vida a la música debió nacer en estos años felices de su infancia. En 1514 marcha a "estudiar leyes" a Salamanca. Y allí, en 1522, se decide a pedir el hábito de San Agustín juntamente con su hermano mayor Francisco. Es maestro de novicios el venerable padre Luis de Montoya, otra figura casi preterida de la España del XVI. Prior, fray Hernando de Toledo. En seguida lo será Santo Tomás de Villanueva, en cuyas manos hará su profesión el 9 de junio de 1523. Poco después será sacerdote, al mismo tiempo que seguirá sus estudios de artes y teología en la cada vez más floreciente universidad. Con todo, no llegó a recibir grados académicos, y nunca será "maestro" en el seno de su Orden. Pero sí le dedicarán a predicador. Y téngase en cuenta la importancia de este ministerio en aquellos tiempos. Suponía una preparación doctrinal y una habilidad nada comunes, dada la afición de las gentes, y la competencia inevitable de púlpitos que llevaba consigo. Toda la vida ejercitará este apostolado con un aplauso unánime, y con frutos espléndidos de conversión y mejora de vida entre sus oyentes. Es más, el 13 de marzo de 1554 Carlos V le nombrará predicador real, dadas las noticias que tiene del mismo, recibidas sin duda de su hija doña Juana, gobernadora de España en su ausencia. Esta conoce por entonces al padre Orozco, que está de prior en Valladolid, donde ella reside.

   Mientras tanto, en su Orden ha tenido que moverse bastante en cargos de gobierno. Enumeremos rápidamente sus etapas. De 1530 a 1537 es conventual en Medina del Campo. En 1538, prior de Soria. En 1540, prior de Medina. En 1541, definidor de la provincia de España. De 1542 a 1544, prior de Sevilla. De 1544 a 1548, prior de Granada, y entre tanto, además, desde 1545, visitador de Andalucía.

   En 1548 se ofrece a ir a Méjico en ansias de evangelización y de martirio. Pero hubo de volverse desde Canarias a Sevilla, aquejado por la gota artrítica que ya otras veces había padecido. En 1550 reside en Montilla a ruegos de la marquesa de Priego. En 1551, de nuevo en Sevilla. En ese mismo año, prior de Valladolid. En 1554, definidor provincial. En calidad de tal preside en 1557 el famoso capítulo agustiniano de Dueñas. Para, finalmente, residir desde 1560 en Madrid, sin más cargos ya de su Orden, porque la Corte se ha trasladado a aquella villa. Y su condición de predicador real le obliga a estar allí junto a Felipe II, de quien será siempre apreciadísimo.

   Su título de predicador regio le exenciona de los superiores de su Orden. Pero él vivirá siempre en el convento de San Felipe como el más sencillo y observante religioso. Sus "gajes" o paga de predicador la distribuirá por partes iguales (él podía disponer como quisiera de ella) entre el convento donde habita, las agustinas de Talavera por él fundadas, y los pobres.

   Porque, después de varios años de preparación, ha logrado que se abra aquel monasterio de religiosas en 1576, así como el de agustinos de la misma ciudad. Años antes, 1570, ha conseguido también el de agustinas de la Magdalena de Madrid (hoy agustinas del Beato Orozco), y después, en 1588, el de agustinas de la Visitación en el mismo Madrid (hoy agustinas de Santa Isabel).

   De 1560 a 1591 su vida se consume en Madrid de la manera más santa y fecunda que puede imaginarse.

   Predicar, ¡y con qué fuego y qué espíritu! ¡Almas! ¿qué hacéis? Y se estremecían los oyentes... Aconsejar a todos: pobres, enfermos, pecadores... Era el hombre de Dios a quien todos recurrían. Desde el rey y los grandes a los últimos miserables... Todos le buscan, le rodean. le aman... El es todo para todos. Hasta los prodigios y gracias se le caen de las manos pródigas de bendiciones y misericordias.

   Escribir... Porque estando en Sevilla, 1542, la Virgen le ha dicho por dos noches en sueños: Escribe... Y lo hará hasta morir. Será uno de los escritores espirituales más fecundos del siglo XVI. Luego volveremos sobre sus obras espirituales.

   Su vida personal se ha deslizado, entre tanto, entre virtudes, sufrimientos y gracias del cielo. Las enfermedades y trabajos le llovieron abundantes. Durante treinta años, de 1522 a 1551, los escrúpulos más terribles han macerado su pobre existencia. Solamente le dejan libre durante la confesión y misa diarias, que celebra devotísimamente. Desde 1551 la paz le acompaña. Su oración es cada vez más contemplativa y más incesante, a la par que trabaja, que se mortifica —según el estilo de la época—, que cultiva todas las virtudes en grado heroico, ante la admiración de los que le conocen y con él conviven. En medio del entusiasmo que le rodea, él vive la añoranza continua de poderse retirar al convento agustiniano de El Risco, soledad abandonada y abrupta de la serranía abulense, que nunca conseguirá. Un clavicordio, que toca gustosísimamente, le suavizará a ratos su nostalgia sin medida. Dios no le quiso ni misionero y mártir en América, ni ermitaño en El Risco. Le quiso santo y apóstol en Madrid, que nacía como capital de España.

   En 1589 se retira a vivir con otros agustinos a las casas de doña María de Aragón, que ella quiere convertir en colegio. En aquel convento improvisado se acabará su largo vivir. Son casi dos años de enfermedades, de gracias del cielo, de resplandores vespertinos. Felipe II, Isabel Clara Eugenia, el cardenal Quiroga, todos le visitan.

 Se extinguió dulcemente abrazado a su cruz y con su vela encendida en la mano, en el mediodía del 19 de septiembre de 1591, no sin antes haber predicado —¡santo vicio empedernido!— durante media hora a los que le rodeaban: ¡Óiganme, que quiero predicar...!

   Sus exequias y entierro fueron clásicos de multitudes y prodigios, como era de esperar. Luego se fue haciendo poco a poco el silencio. Y la beatificación, retardada, no llegó hasta el 15 de enero de 1882, en el pontificado de León XIII.

   Alonso de Orozco es como una sombra bendita que se proyecta en el fondo y a lo largo del siglo XVI español. Suave, delicado, sencillo, se impuso por su acrisolada virtud. Su afición musical, su misma tendencia escrupulosa en la primera etapa de su vida, dicen de su temperamento y condición.

   Sus libros son también reflejo de su alma. 'No es original ni profundo. Sencillo, algo medieval en el contenido y en la forma. Fecundo, seguro, práctico, moralista más que dogmático, aunque con todo el fundamento doctrinal necesario. Empapado de Sagrada Escritura. Cálido, ungido, suave como él... Particularmente insinuante al hablar de oración. Su estilo es lo mismo. Hay páginas de antología. Pero, en general, es demasiado humilde, aunque siempre digno. El sólo quería hacer bien, que le entendieran todos, no se preocupaba mucho de lo demás. Ni quizá tenía formación ni habilidad para otra cosa. El hecho es que escribió y publicó sin cesar. El mismo hizo en vida varias ediciones de algunas de sus obras. Nunca la Inquisición parece le inquietase por ello. Su seguridad doctrinal, su misma sencillez, quizá también las dedicatorias a grandes personajes, le dejaron tranquilo. Pero sus obras no han resistido al tiempo. No han sido "eternas". Hoy apenas se leen. Sin embargo, una selección podría todavía gustarse y ayudar a las almas deseosas. Y, sobre todo, la figura del Beato y su obra literaria toda espera y reclama un estudio serio, que le sitúe en las circunstancias de su siglo, que le valorice, que le exalte como se merece. Sin duda llegará, como llegará la hora de su definitiva glorificación al canonizarle, ¡Lo haga el Señor!

BALDOMERO JIMÉNEZ DUQUE


Respuesta  Mensaje 3 de 12 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 07:12

19 de septiembre
  SANTOS TROFIMO DE SINNADA,

 SABACIO y DORIMEDONTES, 
 Mártires
(278 d.C.)

.

 Has de saber, hija mía, que mis caudales y tesoros están
cercados de espinas, basta determinarse a soportar las
primeras punzadas, para que todo se trueque en dulzuras" 
(Santa Brígida)

   Los Santos Mártires Trófimo, Sabacio y Dorimedontes, en tiempo del Emperador Probo: Sabacio en Antioquía por órden del presidente Atico fue azotado hasta que murió; Trófimo enviado a Sinnada al presidente Perennio, después de muchos tormentos, para dar glorioso fin a su martirio, fue degollado junto con Dorimedontes, senador.


Respuesta  Mensaje 4 de 12 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 07:12

19 de septiembre
  SANTA MARÍA CERBELLÓ,

 Virgen 
(1852 d.C.)

.

   María de Cervelló (1230-1260) Fue una joven de familia ilustre, nacida en el barrio marinero de Barcelona, y desde la niñez dio muestras de una piedad fuera de lo común; se negó a casarse, hizo voto de castidad y se retiró a un convento a la sombra de la iglesia de la Merced, también muy próxima al mar que surcaban los mercedarios para redimir cautivos en tierras africanas. Algo después se fundó la rama de la Merced para mujeres, y María fue la primera mercedaria y la primera superiora en el convento barcelonés. Hasta que murió, su historia exterior es la de una monja con fama de buen gobierno y virtudes eminentes. Pero su leyenda dice que sin salir de su convento, salvó muchos barcos de perecer y muchos cautivos fueron redimidos por el poder de su oración. Se le representa siempre con un barco en las manos: fue la santa marinera que jamás embarcó.


Respuesta  Mensaje 5 de 12 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 07:13

19 de septiembre
  SANTA MARÍA EMILIA de RODAT,
(*)
 Virgen 
(1852 d.C.)

.

   Si la Revolución Francesa hubiese sido solamente un movimiento político, habría que buscar otro ambiente histórico para encuadrar la vida de esta Santa; pero a nadie se le oculta que si lo político tuvo verdadera importancia, lo social, económico y religioso no la tuvieron menor. Se derrocó, a costa de mucha sangre, una monarquía y un sistema de gobierno absolutista para dar lugar a una democracia que sería fuente e inspiración para muchísimos otros pueblos en todos los continentes; pero se derrumbaron asimismo multitud de murallas que separaban las distintas capas sociales de Francia. Subieron al poder los que antes, eran súbditos. Socialmente se organizaron los estamentos de muy distinta forma, pero en medio de todo hubo una subversión enorme de valores que alcanzaron desde lo más elementalmente humano hasta lo substancialmente sobrenatural. Para concretarlo de una forma que no deje lugar a dudas y discusiones, bastará decir que si la corona de los reyes fue sustituida por un gorro frigio en la cabeza de una mujer, esta misma mujer, en forma de razón, sustituyó al mismo Dios en los altares. En el discurrir histórico de esta revolución, la más completa que ha sufrido indudablemente el mundo civilizado, tuvo que sufrir la Iglesia católica en todos sus organismos, jerarquías y fieles una tremenda sacudida. Habrá podido haber revoluciones más sangrientas, de más largas y complejas consecuencias, en la Edad Moderna, no.  

   Y si la vida de la Santa no la hemos de circunscribir a los años de su vida física, sino que debemos proyectarla en el desarrollo de su obra apostólica, es forzoso dar Siquiera una idea del alcance que ha tenido la Revolución Francesa, aun después de terminar su primer período de violencias sangrientas y turbulencias callejeras. 

   Si históricamente, en un sentido más estricto, empezó con la reunión de los Estados generales en 1789 y terminó diez años después, cuando Bonaparte da el golpe de Estado ayudado por el partido de los moderados y se apodera del poder, en su sentido de influencia ideológica y especialmente antirreligiosa no podemos olvidar que fue en 1900 cuando empieza el gran y definitivo ataque contra la religión con los decretos sectarios del Ministerio Waldk-Rousseau, llevados por Combes hasta sus últimas consecuencias. Entre estas dos fechas, sintetizando, se declaran los derechos del hombre, la supresión de los derechos feudales y los diezmos eclesiásticos, se decreta la libertad de cultos, la secularización de los bienes eclesiásticos, se suprimen, poco a poco, todos los conventos religiosos, se prohiben los votos solemnes, se extinguen gran número de parroquias y diócesis, se ponen en manos del gobierno los nombramientos eclesiásticos, se obliga a todos a jurar la Constitución Isica y sectaria, se prohibe el uso del hábito talar, son guillotinados, entre miles y miles de ciudadanos, el rey y la reina, se inventa un calendario civil, se prohibe el culto católico y se proclama la divinidad de la razón. En dos años de terror, la guillotina no deja de funcionar diariamente, a la cual van a parar también algunos de los que la inventaron. Setenta y cinco obispos sufren el destierro. Después de un período de relativa calma, se reanuda la persecución, siendo el mismo Napoleón quien más vejámenes, aunque no sangrientos, impone a la Iglesia, atreviéndose incluso con la misma persona del Romano Pontífice, obligándole a actos humillantes y poniendo sobre su persona su mano. Aunque en su tiempo se llegó a un concordato, prácticamente no fue cumplido nunca.  

   Dentro de este cuadro tan poco halagador y propicio para la santidad de los individuos y la prosperidad de una obra apostólica, se desarrolló la vida de la Santa y los primeros pasos de su congregación religiosa de la Sagrada Familia, con unas cuantas casas en nuestra Patria, pero muchísimas en Francia, sus colonias y otras en tierra de paganos e infieles, todas ellas con indudable prestigio, por el espíritu que anima a sus asociadas y la formación humana y sobrenatural que dan a sus alumnas, aparte del bien inmenso que realizan por sus fundaciones en bien de los pobres, los ancianos, niñas extraviadas y presos.

   Nació nuestra Santa el día 8 de septiembre de 1787 en la casa con aires de castillo que su padre poseía en el Aveyron, Francia, cerca del pueblo de Drouelles. En la fachada del edificio campea el escudo de los Rodat: de oro, encina plantada de sínople, aljefe de azul cargado de tres ruedas de plata. No menos nobles eran sus familiares maternos, los Pomairols, oriundos del Delfinado, con residencias en Villafranca de Rouergue, señores del castillo de Ginals, situado en un montecillo rodeado de bosques y muy cerca de aquella población, con parientes a pocos kilómetros de distancia en distintos castillos repartidos por el mismo valle de Aveyron. No eran menos virtuosos. "Soy de familia de santos", pudo decir en verdad la Santa, en la autobiografía que escribió por mandato de su confesor, ya que, con ella, algunos otros miembros de esta familia murieron en olor de santidad. Si en algunas de estas nobles residencias que la Santa tuvo necesidad de conocer y frecuentar encontró ocasiones que pusieron en peligro su vocación religiosa, de nada de cuanto vio e hizo en ellas tuvo que arrepentirse como de menos honesto. Si de algo se lamenta es porque el tiempo allí pasado retrasó su total consagración a Dios y al apostolado. Pero fueron precisamente su abuela materna y dos tías, aparte de los ejemplos que en su propia casa pudo admirar, las que más le ayudaron en su primera infancia y luego en su juventud a conocer las delicias de la vida de piedad y los consuelos que reporta el cuidado de los pobres. Cuando se anunció en su casa, siendo ella muy pequeña, el nacimiento de un nuevo hermano, la abuela materna se la trajo a su castillo de Rouergue y a su casa de Villafranca, constituyéndose por espacio de largo tiempo en su madre y maestra, misión que realizó a la perfección desde todos los puntos de vista y que sólo interrumpió cuando, crecida ya la niña y despierta a las influencias del mundo, comprendió que era la propia madre quien debía asumir la responsabilidad en la decisión final que para encauzar definitivamente su vida debiera tomar Emilia.

   Los trastornos de la Revolución Francesa, con la complejidad de sus consecuencias de que hemos hablado al principio, llegaron con más o menos violencia a todas partes, y especialmente a los hogares de los nobles. Aunque con menos violencia que otros muchos, las dos familias ascendientes de la Santa sufrieron sus zarpazos en forma de registros, deportaciones de varones, expoliación de bienes, etcétera. Asimismo, las alternativas de orden político y social, consecuencias lógicas de toda revolución, con sus intermitencias de paz, turbulencias, intranquilidades y remansos, repercutían en el tono de vida que se desarrollaba en aquellas mansiones señoriales. De una vida austera, de recogimiento y de miedo, se pasaba de pronto a una excesiva confianza, despreocupación y alegría. Todo ello, como es natural, debía influir en la infancia y juventud de la Santa pasando de días de soledad y aislamiento a fiestas, saraos y diversiones; de no ver casi a nadie, a contemplarse rodeada y asediada de familiares y amigos de su abuela y tías. Así tuvo la fortuna de tener para sí sola a un padre dominico refugiado en aquellos alrededores que la pudo preparar a conciencia para recibir por primera vez la sagrada comunión; pero, por la misma razón, también tuvo que asistir a presenciar escenas que la abrieron los ojos a la vida mundana. Recibió las obsequiosas deferencias de jóvenes de su clase y edad, que se sintieron atraídos por su porte señorial, por la serenidad, velada, por una pincelada de tristeza de su rostro, la hermosura de sus ojos, el color de sus cabellos y la predisposición de su corazón a todo lo que era bueno y hermoso; pero Dios hizo que esos jóvenes, de la misma forma que aparecieron, se esfumaran luego sin volver a aparecer jamás.  

   Sus titubeos entre la piedad y el mundo, entre la vida religiosa y un posible matrimonio, con alternativas en que los dos espíritus se apuntaban avances y retrocesos, duraron hasta los dieciocho años, cuando, como hemos dicho antes, su abuela decidió que la joven regresara a su hogar paterno. Fue allí, en una especie de misión que tuvo lugar en su pueblo, y a la que nuestra Santa asistía, más que por ganas de aprovechar, para no desentonar y dar un mal ejemplo, cuando precisamente pasaba por un estado de pesimismo espiritual muy peligroso que el Señor la llamó definitivamente para sí. Hizo una sincera y general confesión; se comprometió con propósitos firmes; reanudó su vida piadosa y vio la luz que debía iluminar para siempre toda su vida. Su vocación en favor del prójimo necesitado se le presenta ya como un imperativo al que no puede renunciar. Su vida debe transcurrir fuera de su propio hogar, pero ¿a dónde irá? ¿Al claustro?, ¿se dedicará a la enseñanza?, ¿cuidará de los pobres?, ¿ayudará a las jóvenes descarriadas?, ¿ingresará en alguna de las congregaciones religiosas existentes o creará una nueva?  

   Enterada su abuela del cambio operado en su nieta, la quiere otra vez consigo, y así como fue allí donde recibió por primera vez al Señor, también allí encontró al que, dirigiendo su alma, la llevaría, por un camino recto, al conocimiento de su santa voluntad. Frecuentaba el castillo el abate Marthy, hombre de santidad e inteligencia superior; bajo su dirección, ordenó su vida, disipó sus incertidumbres y fundó la congregación de la Sagrada Familia, que hermanaría la clausura con el apostolado vario y hermoso de la enseñanza, de la caridad, protección de jóvenes, cuidado de presos, etc.  

   Empezó su apostolado entre las jóvenes de su edad, compañeras que la Providencia le deparó, y entre las cuales echó las primeras simientes de su congregación; practicó la enseñanza de las niñas pobres alrededor de alguna enferma a la que iba a visitar; se compadeció de los sufrimientos y abandonos de los presos e influyó para que mejoraran de vida algunas jóvenes que se habían extraviado.  

   Mientras ejercía todas estas obras de apostolado no sabía qué congregación escoger, o si en definitiva debería ingresar en alguna Orden de clausura. Llamó a diversas puertas, se relacionó con distintas superioras, hasta que, finalmente, su director espiritual, viendo claro su camino, redactó los estatutos por los cuales debería regirse en el futuro la congregación de la Sagrada Familia.  

   Fueron treinta y tres años llenos de continuo caminar para fundar, abrir escuelas, levantar casas, inyectar esperanzas, formar hijas y dejar el arbusto de los primeros días convertido en frondoso árbol de raíces profundas y de exuberante vida con ramaje majestuoso y tan amplio para dar sombra a todas las necesidades y con fuerzas sobradas para resistir todos los ataques del infierno.

   No era nuestra Santa ni robusta ni sobrada de salud. Varias, incómodas y dolorosas enfermedades la aquejaron durante esos treinta y tres años sin interrupción. Acudió a los médicos cuando se lo mandaron, descansó sólo cuando se vio necesariamente obligada a ello, pero nunca soñó con alargar un día más su vida, aunque alguien le insinuara la contrariedad que supondría para la congregación su ausencia. Sus dolencias de garganta y nariz le impedían a veces respirar. Poco antes de morir quedó completa e incurablemente sorda; el estómago, durante mucho tiempo, apenas le toleraba los más ligeros alimentos, y la pérdida misteriosa de recetas que la aliviaban le imposibilitaba no raras veces el consuelo.  

   Tampoco se libró de las sequedades del espíritu tan frecuentes en los grandes santos, pues cuando menos lo esperaba renacían en su alma los titubeos y las dudas, acrecentadas especialmente por la división entre sus hijas de las dedicadas al apostolado y a las de clausura. Un año largo le duró la noche obscura del alma.  

   Hemos aludido a un velo de tristeza que caracterizaba sus rasgos fisionómicos y que era, desde luego, manifestación de la inclinación de su espíritu. Ya tuvo que luchar contra ello su propia abuela, la cual, a veces, le cogía la barbilla y la obligaba a mirarla de frente hasta que se sonriera. La experiencia debió enseñarle cuán peligrosa es la tristeza para la vida religiosa y por ello, insistía frecuentemente en sus casas de formación para que se educara a novicias y a las niñas en la alegría espiritual. De haber sido abandonada, hubiera sido un tantillo perezosa, vicio que expone al hombre a todos los demás. Para combatirlo llenó todos los momentos del día en alguna ocupación. Era de natural fogoso y muy susceptible, pero los principios que vio en torno suyo y la experiencia de los desgraciados días de la revolución fueron suficientes para desterrar por completo todo lo que pudo parecer empaque y sentido de superioridad.  

   La oración y, en concreto, el ejercicio de la meditación, según ella misma confiesa, se apoderaron desde niña de las facultades de su alma, y para ello, sin la menor dificultad, se dio a tal ejercicio diariamente por espacio de media o de una hora. Tuvo también una especie de instinto en buscarse pronto amigas dotadas de espíritu parecido, de tal forma que dirá de aquellos días: "Tiempo bendito, tú fuiste para mi alma uno de los grandes beneficios de mi vida".  

   Entre sus devociones preferidas, junto con la oración de que hemos hablado, sobresalen en su juventud la práctica de la misa diaria y del Viacrucis. "Tan penetrada estaba de Dios, decía, que siempre me hubiera quedado con Él, máxime en la iglesia; allí su presencia me absorbía hasta el punto que nada veía y oía en torno mío". De esa práctica de pasar casi todo el día del domingo en la iglesia, junto con una de sus piadosas amigas, deriva el consejo y casi obligación que da a sus religiosas, para que dediquen el domingo por completo a la oración y a los intereses del alma. Combate el espíritu jansenista que prohibía frecuentar los sacramentos bajo capa de una estúpida humildad. "El demonio, decía, comienza por hacernos descuidar una cosa, luego otra, y poco a poco haría que lo dejáramos todo si le escucháramos. Sólo Dios basta." Aunque prefería seguir los impulsos de la gracia, no ignoró nunca la utilidad de un director y rezó ininterrumpidamente hasta encontrar al abate Marthy. Llamaba a la Virgen la Divina Pastora, y, bajo esta advocación, dirigió especialmente toda una sencilla y completa teoría pedagógica para conquistarse la confianza de sus hijas.  

   Se sintió madre, y como tal, ni la desanimaban los defectos de las postulantes y novicias ni toleraba que se tomaran como indicios de falta de vocación. Enseñaba el catecismo por medio de ejemplos y grabados y hacía prácticas las visitas a los pobres, uniendo a la limosna y entrega de trapillos y enseres los consejos de orden espiritual. "Pertenecer a Dios, no tener más preocupación que agradarle, es la cosa mejor que se puede hacer; Dios es celoso; pero con celo amable, y así consuela a quienes mira, y con Él no se teme la inconstancia." Las contradicciones y las enfermedades no la abatieron nunca, y solía decir: "Atravesaré hasta por lo imposible, ya que la contradicción es el sello más autentico de las obras de Dios".  

   A las que criticaban la falta de la imagen del Crucificado en la cruz que distingue su hábito, contestaba que "ahora eran ellas las que debían estar crucificadas".  

   Cuando se creyó que la enfermedad de la nariz y de la garganta podían degenerar en cáncer, dijo: "Aun cuando tuviera diez cánceres, no sería tanto como tener un solo pecado mortal". "Cuando se padece una enfermedad, hay que estar dispuesto uno a sufrir sus humillaciones." Era humana y no carecía del sentido del humor. La primera noche pasada en la primera fundación, dice ella: "La pasamos alegres, aun cuando con penuria de cosas terrenas, lo que no impidió que cenáramos con excelente apetito". Su noche obscura fue tan terrible que llegó a comprender, decía, "el suplicio del alma réproba, separada de Dios". Sin embargo, nunca le asediaron pensamientos impuros ni animosidad contra nadie.  

   "Para alcanzar la gracia de conocer a Jesús pobre y humillado, practicaremos la pobreza y la humildad y nunca seremos verdaderas hijas de este Divino Corazón si no nos ponemos en estado de víctimas."  

   La Sagrada Familia, bajo cuya advocación puso su Congregación, es una trinidad en la tierra, imagen viva de la Trinidad del cielo. El alimento de sus hijas tiene que ser abundante y substancioso, pero no exquisito, sin embargo, quería en la práctica de la pobreza gran amplitud de espíritu, para no caer en otros vicios tan peligrosos como el afán de poseer. Muy aficionada a la mortificación interna, no impuso penitencia alguna corporal, pero las religiosas están facultadas para darse a ellas con los permisos de su confesor y superiora. No hay en el horario que prescribe a sus religiosas nada extraordinario, más bien un sentido de santa libertad, facilidad de ejercicios, seguridad de devociones y petición del patrocinio a muchísimos santos. "Hay que estudiar, decía, las ciencias profanas, como lo piden las necesidades de los fieles, pero después de haberse asimilado la religión. Es indispensable el conocimiento del Antiguo y Nuevo Testamento." No era celosa, ni de que se abrieran casas de otras congregaciones religiosas ni de nuevas devociones que iban surgiendo en Francia. Amaba a su Patria, por la cual lloraba y rezaba. Respetaba la libertad individual, por lo que ordenaba que no se hablara sino raras veces a las jóvenes de la vocación religiosa. Más que reprender, observaba. Era indulgente, hacía caso omiso de las diabluras sin consecuencias y prohibía a las religiosas que colaboraran con los trabajos de las alumnas, para que sus padres no las creyeran más instruidas de lo que en realidad fueran. Era, en suma, una perfecta pedagoga. Antes de despedir a una alumna, decía a la religiosa: "Bien, yo la autorizo, con tal, empero, de que me asegure que no se va a perder en el mundo". Su finalidad suprema era evitar las ofensas a Dios, llevarle almas o preservarlas de las emboscadas. Cuidó a los presos y alivió a los ancianos. Se enamoró de la obra de la Santa Infancia, de la cual. decía: "Quisiera que no hubiera nadie en el mundo que amara a la Santa Infancia más de lo que yo la amo".  

   A las novicias las formaba examinando primero con gran cuidado tales vocaciones, sin consideración alguna al talento, nacimiento o fortuna. Comprendía de tal forma a los corazones, que a una novicia desanimada y triste la obligó, hasta que todo pasara, a traerle diariamente flores a su celda, animándola cada día con su sonrisa.  

   Entre las virtudes humanas y divinas de sus religiosas destacan la sencillez, franqueza de corazón, obediencia, paz, puntualidad, devoción a los santos, frecuencia de sacramentos, oración por los sacerdotes, especialmente en tiempo de ordenaciones, prohibición de juzgarlos, poco locutorio, amor al trabajo, renuncia de los deseos de la naturaleza, no mirar nunca atrás, afición a los cantos sagrados, benignidad con las enfermas, desprecio por ciertas tentaciones, una flor diaria a la Virgen Santísima, amor a la vida oculta de San José, peregrinaciones espirituales a los santuarios principales de Francia y del mundo, conocimiento y amor de la liturgia, etc.  Entre enseñanzas y prácticas, santificarse y trabajar, de forma tan ejemplar, es natural que entre ella y su Divino Esposo se estableciera una corriente mutua de atracción, que culminó en sus últimos instantes. Agotada por sus enfermedades, pero gigante de espíritu, el tránsito la encontró completamente despejada y en perfectas condiciones para pensar y amar. Cantaban sus religiosas la Salve Regina en la capilla de su casa matriz y ella besaba el crucifijo de su rosario. La sombra de tristeza de su rostro se convirtió en sonrisa de paz celestial. Cuando, en vida, la obligaron a posar para que un artista le hiciera su retrato, al intentar sonreír como se le aconsejaba, salieron de sus ojos abundantes lágrimas. Ahora, a la vista de su Esposo, sonrió sin esfuerzo. Era la primera hora de la tarde del 18 de septiembre de 1852.  

   Fue beatificada por Pío XII el 9 de junio de 1940 y canonizada por el mismo Papa el 23 de abril de 1950.


Respuesta  Mensaje 6 de 12 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 07:13

19 de septiembre
  SAN TEODORO, 
(*)
 Obispo de Canterbury 
(690 d.C.)

   Teodoro era griego, natural de Tarso, en la Cilicia (la ciudad natal de San Pablo) y estudiante en Atenas. Fue el último en la serie de obispos extranjeros que ocuparon el trono metropolitano de Canterbury y uno de los más grandes arzobispos de aquella sede. Tras la muerte de San Deusdedit, el sexto arzobispo, en 664, Oswy, el rey de Nortumbría, y Egberto, el rey de Kent, enviaron a Roma a un sacerdote llamado Wighard, para que el propio Pontífice lo consagrase y lo confirmase debidamente, a fin de ocupar la sede. Pero Wighard murió en Italia, y San Vitaliano, quien por entonces retenía el trono de San Pedro, escogió a Adrián, abad de un monasterio vecino a Nápoles, para elevarlo a aquella dignidad. Aquel abad había nacido en el África, conocía perfectamente el griego y el latín y era muy versado en teología y en la disciplina monástica y eclesiástica; pero tan extremados eran sus temores ante las responsabilidades del cargo, que el Papa se vio obligado a ceder a sus negativas para aceptarlo. Sin embargo, el Pontífice insistió en que Adrián buscase una persona digna y capaz para el puesto, y éste se apresuró a presentar a un monje, llamado Andrés, que fue declarado inepto, debido a sus muchas enfermedades; entonces, Adrián buscó con mayor detenimiento y encontró a otro monje: Teodoro de Tarso. Este fue aceptado, pero a condición de que el propio Adrián le acompañase a las islas de Bretaña, ya que era un experto en los viajes a través de Francia y el Papa confiaba en él para vigilar a Teodoro para que no introdujese en la Iglesia nada contrario a la fe, "como suelen hacerlo los griegos", según el comentario de San Beda.

   Por aquel entonces, Teodoro tenía sesenta y seis años de edad, había avanzado mucho en las ciencias seculares y sagradas, su vida era ejemplar ¡y aún no recibía las órdenes sagradas. Tan pronto como se le eligió, fue ordenado como subdiácono, pero debió aguardar varios meses hasta que le creciera el cabello para que se lo cortasen luego en forma de corona, de acuerdo con la costumbre romana. Por este dato se puede pensar que Teodoro había sido hasta entonces monje en algunas de las órdenes de oriente, donde los religiosos llevaban el cabello corto y que su promoción requirió lo que hoy podríamos llamar "un cambio de rito." [La primera iglesia católica de rito bizantino que hubo en Inglaterra, en el sector londinense de Saffron Hill, se dedicó justamente a San Teodoro en 1949.] Por fin, el Papa San Vitaliano lo consagró obispo y lo recomendó a San Benito Biscop, quien se hallaba entonces en Roma, y éste se vio obligado a regresar a Inglaterra junto con los santos Teodoro y Adrián, en calidad de guía y de intérprete. Los tres partieron el 27 de mayo de 668, por mar hacia Marsella y, de ahí, por tierra, hasta Arles, donde fueron cordialmente acogidos por el arzobispo Juan. Teodoro pasó el invierno en París con San Agilberto, quien había sido obispo de Wessex, y pudo informar con conocimiento de causa al nuevo arzobispo sobre las circunstancias y necesidades de la iglesia de la que iba a hacerse cargo, al tiempo que le enseñaba las primeras nociones de la lengua inglesa. En cuanto Egberto, el rey de Kent, supo que su nuevo arzobispo se hallaba en París, envió a su mayordomo para que le diese la bienvenida. Este condujo a Teodoro al puerto de Quentavic, que ahora se llama Saint-Josse-sur Mer, donde éste cayó enfermo y debió permanecer durante algún tiempo; pero tan pronto como comenzó a restablecerse, se embarcó con San Benito Biscop y tomó al fin posesión de su sede de Canterbury el 27 de mayo de 669, justamente un año después de haber partido de Roma. Entretanto, San Adrián se había quedado en Francia.

   Teodoro inició sus tareas con una visita general a las iglesias de la nación inglesa, tan pronto como pudo acompañarle el abad Adrián. En todas partes fue bien recibido, escuchó con atención lo que sus fieles tuviesen que decirle, habló para enseñar las reglas morales más simples, confirmó la disciplina de la Iglesia para la celebración de la Pascua e introdujo el canto romano en los divinos oficios, hasta entonces practicado en muy pocas de las iglesias de Inglaterra, aparte de las de Kent. También estableció otros reglamentos relacionados con el servicio divino, combatió los abusos e impuso reformas para eliminarlos y ordenó a obispos para enviarlos a los lugares donde se necesitaban. Cuando visitó la Nortumbría, tuvo que entendérselas con las dificultades que habían surgido entre San Wilfrido y San Chad, los dos obispos que reclamaban sus derechos sobre la sede de York. El arzobispo Teodoro juzgó que Chad había sido indebidamente consagrado, lo cual acabó por admitir éste antes de retirarse voluntariamente a su monasterio de Lastingham. Poco después, al morir el obispo de los mercianos, Teodoro elevó a Chad a la sede vacante. San Wilfrido fue confirmado como el verdadero obispo de York, con el apoyo de todos los partidarios de una política favorable a Roma, cuyo antagonismo con los elementos celtas de Nortumbría fue la causa principal de que el Papa enviase a San Adrián a Inglaterra junto con San Teodoro. Pero éste se las arregló para penetrar hasta el baluarte de la influencia celta, en Lindisfarne, donde consagró la iglesia en honor de San Pedro. Se afirma que durante aquellas jornadas, impartió órdenes para que cada uno de los jefes de familia dijese a diario, junto con todos los miembros de la misma, el Padre Nuestro y el Credo.

   Teodoro fue el primer arzobispo al que obedeció toda la Iglesia de Inglaterra, el primer metropolitano en las islas de Bretaña y su fama llegó hasta los rincones más remotos de aquellas tierras. Muchos estudiantes se reunieron en torno a aquellos dos prelados extranjeros que sabían griego y latín, puesto que los propios Teodoro y Adrián impartían enseñanzas sobré las Escrituras e instruían en las ciencias, particularmente en la astronomía y en la aritmética (para calcular la fecha de la Pascua), así como a componer versos latinos. Muchos de sus alumnos más aprovechados llegaron a utilizar el griego y el latín con- tanta facilidad como su propia lengua. Desde que los ingleses pusieron pie en las islas, no hubo tiempos tan dichosos como los del gobierno episcopal de San Teodoro. Dice San Beda que por aquel entonces, los reyes llegaron a ser tan poderosos y valientes, que ninguna de las naciones bárbaras osaba atacarlos, mientras que los súbditos de los reyes eran tan buenos cristianos, que sólo aspiraban a conquistar la paz y la felicidad del reino de los cielos, que, últimamente se les había presentado en una nueva forma. Todos los que querían aprender encontraban quien los instruyera.

   A la sede de Rochester, que desde muy largo tiempo atrás había estado vacante, Teodoro le dio un obispo en la persona de Putta y autorizó la inclusión de toda Wessex en la sede de Winchester. Después, en 673, convocó al primer consejo nacional de la Iglesia inglesa, en la localidad de Hertford. Acudieron a aquella asamblea, Bisi, obispo de los anglos del este, Putta, el de Rochester, Eleuterio, obispo de Wessex, Winfrido, el de los mercianos, y los representantes de San Wilfrido. San Teodoro, que presidía el acto, les habló de esta manera: "Os rogamos, muy amados hermanos, que por el amor y el temor de nuestro divino Redentor, lleguemos a tratar todos en común los asuntos relacionados con la fe y que están encaminados al fin que ha sido decretado y definido por los santos y venerables padres y que es hacia el cual todos debemos mirar invariablemente." Después de aquel concilio, escribió un libro de cánones eclesiásticos, entre los cuales destacaban diez particularmente importantes para Inglaterra. El primero establecía que la Pascua debía observarse en todas partes el domingo siguiente a la fecha en que aparece la luna llena, antes o después del 21 de marzo, de acuerdo con las ordenanzas del Concilio de Nicea y en contra de los celtas recalcitrantes. Otros de aquellos cánones consolidaron en Inglaterra el sistema diocesano común de la Iglesia; la adopción de los reglamentos por parte de los obispos puede considerarse como el primer acto legislativo, eclesiástico o civil, para todo el pueblo inglés. Entre los cánones figuraba uno que convocaba a un sínodo anual de los obispos, que deberían reunirse cada 1 de agosto en Clovesho. Hubo otro concilio provincial convocado por San Teodoro siete años después, en Hatfield, con el propósito de salvaguardar la pureza de la fe entre su clero, de cualquier vestigio de los errores monofisitas. Luego de discutir la teología del misterio de la Encarnación, los miembros del concilio expresaron su adhesión a los decretos de los cinco concilios ecuménicos habidos hasta entonces y condenaron las doctrinas herejes.

   Dos años antes, en el 678, el "año del cometa", habían surgido dificultades entre Egfrido, el rey de Nortumbria y san Wilfrido, quien había brindado su apoyo a la esposa del rey, Santa Etheldreda, para que se retirase a un convento. La actividad administrativa de San Wilfrido en la extensa diócesis no había sido bien recibida, ni aun por aquéllos que simpatizaban con sus propósitos, y Teodoro aprovechó aquellas desavenencias para afirmar su autoridad metropolitana en el norte; por lo tanto, ordenó que se formasen tres sedes de la gran diócesis de York y, de acuerdo con el rey Egfrido, procedió a nombrar obispos para ellas. San Wilfrido se opuso a tales medidas, apeló a Roma y aun viajó a la ciudad para litigar personalmente en favor de su caso, en tanto que San Teodoro consagraba a los nuevos obispos en la catedral de York. El Papa San Agato decidió que Wilfrido debía ser restablecido en su sede y recomendó a éste que eligiera obispos sufragáneos que le ayudasen en su gobierno. Sin embargo, el rey Egfrido se negó a aceptar la decisión del Papa, alegando que en todo el asunto se había recurrido al soborno y, a fin de cuentas, Wilfrido partió al exilio, circunstancia que aprovechó el santo para evangelizar a los sajones del sur. San Teodoro no hizo nada para dejar sin efecto o aliviar siquiera la rigurosa medida adoptada por el monarca y, poco después, consagró a San Cutberto, en reemplazo del desterrado, como obispo de Lindisfarne en la catedral de York. Pero si acaso fue culpable de alguna injusticia en aquel caso, no pasó mucho tiempo sin repararla, puesto que San Teodoro y San Erconwaldo se entrevistaron con Wilfrido en Londres, hubo una completa reconciliación y éste aceptó hacerse cargo de nuevo de la diócesis de York, que ya había quedado muy reducida. San Teodoro escribió al rey Ethelredo de Mercia y al rey Aldfrido de Nortumbria para recomendar a San Wilfrido, así como a Santa Elfleda, la aladesa de Whitby, y a otras personas que se habían opuesto a Wilfrido o que eran parte interesada en el asunto de su reposición.

   Las mejores obras de San Teodoro se desarrollaron en la esfera de sus actividades como organizador y administrador; el único trabajo literario que lleva su nombre, es una colección de normas disciplinarias y cánones, llamada el "Penitencial de Teodoro" y que tal vez no todo es de él. Suele decirse que fue San Teodoro de Canterbury quien organizó el sistema parroquial en Inglaterra, pero eso no puede ser cierto, ya que, entre los ingleses, dicho sistema llegó a establecerse con mucha lentitud, al cabo de muchas dificultades y esfuerzos que no hubiese podido realizar un solo hombre. Lo que sí hizo en los veintiún años de su episcopado fue transformar la Iglesia de Inglaterra, que no era más que una misión dividida y sin verdadera cohesión, en una verdadera provincia de la Iglesia católica, debidamente organizada, separada en diócesis que consideraban a Canterbury como su sede metropolitana. El trabajo que realizó, llegó a subsistir como un monumento a su memoria durante ochocientos cincuenta años y hasta hoy es, todavía, la base en la organización jerárquica para la Iglesia de Inglaterra. Murió el 19 de septiembre de 690 y fue sepultado en la iglesia de la abadía de San Pedro y San Pablo en Canterbury, de manera que el monje griego quedó enterrado junto a su primer predecesor el monje romano Agustín. "Para decirlo en pocas palabras", escribe San Beda, "las iglesias de Inglaterra prosperaron más durante el pontificado (de San Teodoro) que todo lo que habían progresado antes, desde su nacimiento"; mientras que Stubbs dice lo siguiente: "Es difícil cuando no imposible, estimar la deuda que Inglaterra, Europa y la civilización cristiana tienen con San Teodoro por el trabajo que realizó." Eso es lo que no se ha olvidado y hoy se celebra su fiesta en seis de las diócesis de Inglaterra y en las congregaciones inglesas de benedictinos.

   Nuestra más autorizada fuente de información, por supuesto, es San Beda en su Ecclesiastical History, que en muchos puntos ha sido elucidada por C. Plummer con valiosos comentarios; en segundo lugar contamos con la Vita Wilfridi de Edio. Mucho es lo que se ha publicado en Inglaterra sobre Teodoro y sobre su época, pero aparte de algunas valiosas ilustraciones arqueológicas, libros tales como Tlieodore and Wilfrith, de Browne, Golden Days of English Church History, de Sir Henry Howorth y el Chapeters on Early English Church History del canónigo Bright, tienen un pronunciado tono antiromano. En cuanto a la parte desempeñada por Teodoro en el mencionado "Penitencial" conviene ver el resultado de las investigaciones practicadas por Paul Fournier, que figuran en su libro Historie des Collections canoniques en Occident (1931-1932). Ahí se pone en duda que el arzobispo haya tomado parte siquiera en la realización de aquel libro, como dicen que lo hizo Wasserschleben y Stubbs. Ver a W. Stubbs en DCB, vol. IV, pp. 926-932" F. M. Stenton, Anglo-Saxon England (1943), pp. 131-141. El Dr. W. Reany publicó una biografía en 1944.


Respuesta  Mensaje 7 de 12 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 07:13

19 de septiembre
  SAN SECUANO o SEINE, 
(*)
 Abad 
(580 d.C.)

   Este santo monje nació en la pequeña localidad de Mesmont, en Borgoña. Durante algún tiempo vivió solitario en los bosques de Verrey-sous-Drée, en una choza que él mismo construyó con troncos y ramas. Se afirma que ningún día probaba bocado hasta haber recitado el salterio completo. El obispo de Langres lo elevó al sacerdocio cuando el santo era todavía muy joven. Como consecuencia de aquella temprana ordenación, fue víctima de las oposiciones y aun de las persecuciones de algunos miembros del clero y, para escapar a ellas, tomó la prudente medida de ponerse a las órdenes y bajo la dirección del santo abad Juan, que gobernaba el monasterio de Réomé. Ahí se perfeccionó en el estudio de las Sagradas Escrituras y en la práctica de todas las virtudes religiosas. Al cabo de algún tiempo, construyó un monasterio en los bosques de Segestre, cerca de las fuentes del río Sena, y los monjes que vivieron ahí contribuyeron en gran medida a civilizar a los pobladores de la comarca que, según se dice, practicaban el canibalismo.

   La aldea que con el tiempo se construyó en torno a la abadía, llevó el nombre de Saint-Seine en honor del fundador. La disciplina regular que estableció éste en el monasterio, le dio mucha fama y atrajo a numerosos discípulos. Dios le otorgó la gracia de obrar milagros. En los martirologios más antiguos se le menciona con el nombre de San Sigón.

   En el Hieronymianum se conmemora a San Secuano con estas palabras: "depositio sancti Sigonis, presbiteri et confessoris", pero San Gregorio de Tours, que habla de él en época todavía más antigua, le llama "Sequanus." Hay una biografía anónima impresa en el Acta Sanctorum, sept. vol. VI, pero su valor histórico es muy relativo.


Respuesta  Mensaje 8 de 12 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 07:14

19 de septiembre
  SANTA POMPOSA, 
(*)
 Mártir 
(853 d.C.)

   Pomposa quiso imitar a Colomba, decapitada por la fe el 17 de septiembre. Vivía en la comunidad de San Salvador, al pie de la Pinna Mellaría, adonde se había retirado para servir a Cristo junto con sus padres, sus hermanas y su familia. San Fandilas era sacerdote de este monasterio. Pomposa nació en Córdoba y había convencido a los suyos a renunciar a los bienes perecederos para conquistar los eternos. Todos habían prometido a Dios su castidad. Sus padres habían enajenado su patrimonio y habían hecho construir el monasterio de San Salvador, en un lugar famoso por las abejas, de allí el nombre Pinna Mellaría ("pico colmena"; cf. en África del Norte el nombre árabe Oum en-Neh-al "la madre de las abejas", es decir lugar en donde pululan las abejas). Pomposa, la más joven de la comunidad, se distinguía por sus virtudes, su mortificación y su celo por meditar la Sagrada Escritura. El abad Félix pudo contar a San Eulogio, el historiador de los mártires de Córdoba, muchos rasgos edificantes de esta joven santa; por desgracia, Eulogio no los escribió, por temor de fatigar al lector. Cuando Pomposa supo la noticia del martirio de Colomba, se llenó de gozo y se inflamó en el deseo inmenso de imitarla. ¿Cómo hacerlo? Unos años antes había tratado de "ir al martirio", según palabra de San Eulogio, pero los suyos la tuvieron bajo llave y muy vigilada.

   Pero, esa noche, después del oficio nocturno, uno de sus hermanos, contra la costumbre, abrió la puerta del monasterio, quitó la llave y dejó la puerta atorada solamente con una pequeña cuña. Pomposa se dirigió silenciosamente a la puerta, la abrió y salió. En la bóveda celeste brillaban las estrellas como lámparas. Tal vez nuestra santa, nutrida en la Sagrada Escritura, se preguntaba en qué combate tantos guerreros allá arriba hacían brillar sus luces como los soldados de Gedeón (Jud. 7:20) o bien, pensaba que ese hormiguero de luces era un escuadrón de vírgenes que hacían honor al esposo (Mat. 25). La virgen llegó de mañana a Córdoba, después de una marcha penosa por los caminos empedrados. Se presentó al juez, dio testimonio de su fe y escarneció al profeta impúdico, Mahoma. Se le dio muerte mediante un golpe de espada, ante las puertas del palacio. La decapitaron el 13 de las kalendas de octubre, el año 891 de la Egira (19 de septiembre de 853). Su cuerpo fue arrojado al río, pero fue recuperado y enterrado. Al término de veinte días, los monjes lo transportaron al santuario de Santa Eulalia, en donde lo depositaron a los pies de Santa Colomba.

   Pomposa no conoció los honores del martirologio antes de la primera edición del romano.

   S. Eulogio, Memoriale sanctorum, L, III, c. XI; Patrologia Latina, vol. CXV, col. 812-813, 897. H. Leclercq, Les martyrs, vol. V, pp. 44-46. Acta Sanctorum, 19 de septiembre, vol. VI, pp. 92-95. Flores, España Sagrada, vol. X, pp. 4005-407.


Respuesta  Mensaje 9 de 12 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 07:14

19 de septiembre

SAN JENARO, Obispo
 
sus COMPAÑEROS, Mártires

No sé de dónde sois, apartaos de Mí, todos vosotros
obradores de iniquidad. Allí será el llanto

y el rechinar de dientes.
(Lucas, 13, 27-28).

   San Jenaro, noble napolitano, obispo de Benevento, fue arrojado a una hoguera, pero las llamas no le hicieron ningún mal. Se puso a cantar las alabanzas de Dios, y los ángeles le respondieron en armonioso concierto. Fue torturado y después expuesto, en vano, a los leones, y, por último, condenado a muerte. Apenas el juez había pronunciado su sentencia cuando quedó ciego; pero San Jenaro le devolvió la vista y, por este milagro, convirtió a cinco mil paganos. Irritado el tirano de ver que esta multitud. renunciaba a los ídolos, condenó a su benefactor a ser decapitado, hacia el año 305.

   Festo, diácono, y Desiderio, lector, participaron de su martirio y de su gloria.

MEDITACIÓN  
TRES CONSIDERACIONES
SOBRE EL INFIERNO

   I. El fuego que tortura a los condenados es un fuego ardiente, pero sin luz; éstas son las tinieblas exteriores de que habla el Evangelio. En estas tinieblas se encontrarán todos los males imaginables, sin mezcla de bien alguno. Piensa en todos los suplicios que han sufrido los mártires, en los dolores que causan las enfermedades más crueles, y después de esto di: El Infierno es todavía algo más espantoso que todos estos tormentos. Sería preciso concebir la omnipotencia de Dios y la malicia del pecado, para comprender la grandeza de los suplicios del infierno. El fuego del infierno es el tesoro de la cólera de Dios. (Tertuliano)

   II. Represéntate a los miserables a quienes en estas llamas atormentan los demonios. Escucha sus quejas, sus lamentos, sus horribles blasfemias. Piensa en el nauseabundo olor que respiran, en la hiel en que se abrevan, en el fuego que penetra todos sus huesos. ¿Será posible que uno se exponga a estos sufrimientos por el placer de un momento?

   III. La memoria de los condenados les representará los miserables placeres que causaron su pérdida, y lo poco que les hubiera bastado para salvarse. Su inteligencia concebirá entonces la grandeza del bien que han perdido y del mal en el que se han precipitado. Su voluntad quedará para siempre obstinada en el mal; querrán morir para no sufrir más; ni siquiera habrá muerte ya. Hagamos penitencia, ahora que todavía es el tiempo de ello. Tarde será arrepentirnos frente al fuego del infierno, que penetrará hasta la médula de nuestros huesos, hasta nuestros pensamientos. (Eusebio).

El pensamiento del infierno - Orad
por las almas del Purgatorio.

ORACIÓN

    Oh Dios, que cada año nos proporcionáis un nuevo motivo de gozo con la solemnidad de vuestros santos mártires Jenaro y sus compañeros, haced, en vuestra bondad, que regocijándonos con sus méritos, sintamos inflamarse nuestra piedad ante el espectáculo de sus virtudes. Por I. C. N. S. Amén


Respuesta  Mensaje 10 de 12 en el tema 
De: ★*Gaviota Libertad *★* Enviado: 03/09/2009 07:15

19 de septiembre
  NUESTRA SEÑORA DE LA SALETTE

.

   El 19 de septiembre de 1846, en La Salette, en los Alpes franceses, la Sma. Virgen se le apareció a dos pastorcitos, Maximin Giraud, que contaba a la sazón 9 años, y Melania Calvat, de 14 años de edad. Los dos niños eran ignorantes y provenientes de familias muy pobres. A ellos fue que la Reina de los Cielos escogió para desbordar Su Corazón doloroso y «anunciar una gran noticia.» Ese sábado, temprano, los dos niños cruzan las pendientes del monte sus-les-Baisses, cada uno llevando sus cuatro vacas. Maximino, además, su cabra y su perro Loulou. El sol resplandece sobre los pastos. A mitad de la jornada, el Angelus suena allá abajo en el campanario de la iglesia de la aldea. Entonces los pastores conducen sus vacas a "la fuente de las bestias", una pequeña represa que forma el arroyuelo que baja por la quebrada del Seiza. Después las llevan hacia una pradera llamada "le chômoir", en las laderas del monte Gargas. Hace calor, las bestias se ponen a rumiar.

   Maximino y Melania suben un pequeño valle hasta la "fuente de los hombres". Junto a la fuente toman su frugal comida: pan con un trozo de queso de la región. Otros pequeños pastores que "guardan" más abajo se les unen y charlan entre ellos. Después de su partida, Maximino y Melania cruzan el arroyo y descienden unos pasos hasta dos bancos de piedras apiladas, cerca de la hondonada seca de una fuente agotada: "la pequeña fuente". Melania pone su pequeño talego en el suelo, y Maximino su blusa y merienda sobre una piedra.

   Contrariamente a su costumbre, los dos niños se tumban sobre la hierba... y se duermen. Se está bien bajo el sol de este fin de verano, no hay una nube en el cielo. Al rumor del arroyo se añade además la calma y el silencio de la montaña. pasa el tiempo...

   ¡Bruscamente, Melania se despierta y sacude a Maximino! "¡Mémin, Mémin, rápido, vamos a ver nuestras vacas... No sé dónde están!" Rápidamente suben la pendiente opuesta al Gargas. Al volverse, perciben todo el pastizal: sus vacas están allá, rumiando plácidamente. Los dos pastores se tranquilizan. Melania comienza a descender. A media pendiente, se queda inmóvil y asustada, deja caer su garrote: "¡Mémin, ven a ver, allá, una claridad!".

   Cerca de la pequeña fuente, sobre uno de los bancos de piedra... un globo de fuego: "Es como si el sol se hubiera caído allí". Pero el sol continúa brillando en un cielo sin nubes. Maximino acude gritando: "¿Dónde está? ¿Dónde está?" Melania señala con el dedo hacia el fondo del barranco donde ellos habían estado durmiendo. Maximino se acerca a ella, paralizada de miedo, y le dice: "¡Vamos, coge tu garrote! Yo tengo el mío y le daré un buen golpe si nos hace algo". La claridad se mueve, gira sobre sí misma. Les faltan palabras a los dos niños para indicar la impresión de vida que irradia este globo de fuego. En él una mujer aparece, sentada, la cara oculta entre sus manos, los codos apoyados sobre las rodillas, en una actitud de profunda tristeza.

   La Bella Señora se levanta. Ellos no han dicho una sola palabra. Ella les habla en francés: "¡Acercaos, hijos míos, no tengáis miedo, estoy aquí para contaros una gran noticia!" Entonces, descienden hacia ella. La miran, ella no cesa de llorar: "Parecía una madre a quien sus hijos habían pegado y se había refugiado en la montaña para llorar". la Bella Señora es de gran estatura y toda de luz. Está vestida como las mujeres de la región: vestido largo, un gran delantal a la cintura, pañuelo cruzado y anudado en la espalda, gorra de campesina. Rosas coronan su cabeza, bordean su pañuelo y adornan sus zapatos. En su frente una luz brilla como una diadema. Sobre sus hombros pesa una gran cadena. Una cadena más fina sostiene sobre su pecho un crucifijo deslumbrante, con un martillo a un lado y al otro unas tenazas.

   "Ha llorado durante todo el tiempo que nos ha hablado". Juntos, o separados, los dos niños repiten las mismas palabras con ligeras variantes que no afectan al sentido. Y esto, cualesquiera que sean sus interlocutores: peregrinos o simples curiosos, personalidades civiles o eclesiásticas, investigadores o periodistas. Que sean favorables, lleven buenas intenciones o no, he aquí lo que ellos nos han trasmitido:

   " Acercaos, hijos míos, no tengáis miedo, estoy aquí para contaros una gran noticia".

   "La escuchamos, no pensamos en nada". 

   "Si mi pueblo no quiere someterse, me veo obligada a dejar caer el brazo de mi Hijo. Es tan fuerte y tan pesado que no puedo sostenerlo más". ¡Hace tanto tiempo que sufro por vosotros! Si quiero que mi Hijo no os abandone, estoy encargada de rogarte sin cesar por vosotros, y vosotros no hacéis caso. Por más que recéis, por más que hagáis, jamás podréis recompensar el dolor que he asumido por vosotros. Os he dado seis días para trabajar; me he reservado el séptimo, ¡y no se quiere conceder! Esto es lo que hace tan pesado el brazo de mi Hijo. Y también los que conducen los carros no saben jurar sin poner en medio el nombre de mi Hijo. Son las dos cosas que hacen tan pesado el brazo de mi Hijo. Si la cosecha se pierde, sólo es por vuestra culpa. Os lo hice ver el año pasado con las patatas, !y no hicisteis caso! Al contrario, cuando las encontrabais estropeadas, jurabais, metiendo en medio el nombre de mi Hijo. Van a seguir pudriéndose, y este año, por Navidad, no habrá más". La palabra "pommes de terre" (patatas) intriga a Melania. En el dialecto de la región se dice de otra forma ("là truffà"). La palabra "pommes" evoca para ella el fruto del manzano. Ella se vuelve a Maximino para pedirle una explicación. Pero la Señora se adelanta: "¿No comprendéis, hijos míos? Os lo voy a decir de otra manera". La Bella Señora repite en el dialecto de Corps desde "si la cosecha se pierde...", y ya prosigue todo su mensaje en este dialecto: "Si tenéis trigo, no debéis sembrarlo. Todo lo que sembréis, lo comerán los bichos, y lo que salga se quedará en polvo cuando se trille. Vendrá una gran hambre. Antes de que llegue el hambre, a los niños menores de siete años les dará un temblor y morirán en los brazos de las personas que los tengan. Los demás harán penitencia por el hambre. Las nueces saldrán vanas, las uvas se pudrirán".

   De repente, aunque la Bella Señora continúa hablando, sólo Maximino la oye, Melania la ve mover los labios, pero no oye nada. Unos instantes más tarde sucede lo contrario: Melania puede escucharla, mientras que Maximino no oye nada, y se entretiene haciendo girar su sombrero en una punta de su cayado mientras que con el otro extremo lanzaba pequeñas piedras. "¡Ninguna tocó los pies de la Bella Señora!", dirá algunos días más tarde. "Ella me contó algo diciéndome: No dirás esto ni esto. Después no entendí nada, y durante este tiempo, yo me entretenía".

   Así la Bella Señora habló en secreto a Maximino y luego a Melania. y de nuevo los dos juntos escuchan sus palabras: "Si se convierten, las piedras y las rocas se cambiarán en montones de trigo y las patatas se encontrarán sembradas por las tierras. ¿Hacéis bien vuestra oración, hijos míos?" 

   "No muy bien, Señora", responden los dos niños.

   ¡Ah! hijos míos, hay que hacerla bien, por la noche y por la mañana. Cuando no podáis más, rezad al menos un padrenuestro y un avemaría, pero cuando podáis, rezad más. Durante el verano no van a misa más que unas ancianas. Los demás trabajan el domingo, todo el verano. En invierno, cuando no saben qué hacer; no van a misa más que para burlarse de la religión. En Cuaresma van a la carnicería como perros. ¿No habéis visto trigo estropeado, hijos míos?".

   "No, Señora", responden.

   Entonces ella se dirige a Maximino: "Pero tú, mi pequeño, tienes que haberlo visto una vez, en Coin, con tu padre. El dueño del campo dijo a tu padre que fuera a ver su trigo estropeado. Y fuisteis allá, tomasteis dos o tres espigas de trigo en vuestras manos las frotasteis, y todo se quedó en polvo. Después, al regresar; como a media hora de Corps, tu padre te dio un pedazo de pan, diciéndote: "¡Toma, hijo mío, come todavía pan este año que no sé quién lo comerá al año que viene si el trigo sigue así!"

   Maximino responde: "Ah sí, es verdad, Señora, ahora me acuerdo, lo había olvidado".

   Y la Bella Señora concluye, no en el dialecto, sino en francés: "Bien, hijos míos, hacedlo saber a todo mi pueblo".

El 19 de septiembre de 1851, Mons. Filiberto de Bruillard, Obispo de Grenoble, publica finalmente su "carta pastoral". He aquí el párrafo esencial:

   "Juzgamos que la aparición de la Santísima Virgen a dos pastores, el 19 de septiembre de 1846, en una montaña de la cadena de los Alpes, situada en la parroquia de La Salette, del arciprestazgo de Corps, contiene en sí todas las características de la verdad, y que los fieles tienen fundamento para creerla indudable y cierta".

   La resonancia de esta carta pastoral es considerable. Numerosos obispos la hacen leer en las parroquias de sus diócesis. La prensa se hace eco en favor o en contra. Es traducida a numerosas lenguas y aparece notoriamente en el Osservatore Romano de 4 de junio de 1852. Cartas de felicitación afluyen al Obispo de Grenoble.

   La experiencia y el sentido pastoral de Filiberto de Bruillard no se detienen aquí. El 1 de mayo de 1852, publica una nueva carta pastoral anunciando la construcción de un santuario sobre la montaña de La Salette y la creación de un cuerpo de misioneros diocesanos que él denomina "los Misioneros de Nuestra Señora de La Salette". Y añade: "La Santa Virgen se apareció en La Salette para el universo entero, ¿quién puede dudarlo?" El futuro iba a confirmar y sobrepasar estas expectativas, el relevo estaba asegurado, se puede decir que Maximino y Melania han cumplido su misión.

   El Santuario de Nuestra Señora de La Salette está situado en plena montaña, a 1800 mts. de altitud en los Alpes franceses. De la atención del Santuario y su hospedería es responsable la Asociación de Peregrinos de La Salette por encargo de la diócesis de Grenoble. Los Misioneros y las Hermanas de Nuestra Señora de La Salette aseguran la animación y el funcionamiento, ayudados por capellanes, sacerdotes religiosos o diocesanos, religiosas, laicos asociados y por empleados asalariados y voluntarios. 

   El 19 de septiembre de 1855, Mons. Ginoulhiac, nuevo Obispo de Grenoble, resumía así la situación: "La misión de los pastores ha terminado, comienza la de la Iglesia". 


Respuesta  Mensaje 11 de 12 en el tema 
De: ♥♥♥♥LEONCITA♥♥♥♥ Enviado: 02/01/2010 04:12
foto super con amor
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
graciasportusbellosmensajes2.gif picture by misconcursos
 
 
 
 
 
 
 
 
Imagen5leoncita.jpg picture by SONADORADEAMOR

Respuesta  Mensaje 12 de 12 en el tema 
De: ♥♥♥♥LEONCITA♥♥♥♥ Enviado: 02/01/2010 04:30
foto super con amor
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
graciasportusbellosmensajes2.gif picture by misconcursos
 
 
 
 
 
 
 
 
Imagen5leoncita.jpg picture by SONADORADEAMOR


Primer  Anterior  2 a 12 de 12  Siguiente   Último  
Tema anterior  Tema siguiente
 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados