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El laurel
Quiero que cultives, hijo mío, en tu modo de estar con el Recuerdo, no para recordar lo que yo hice, sino para ir haciendo.
  Que las cosas que hagas lleven todas tu estampa, tu manera y tu momento.
  Y cultiva mi amor con tu conducta y riega mi laurel con tus ejemplos.
  Volviendo están los años más sucios de 
 la Historia,pero si sobrevives, será tu tiempo 
 el tiempo de bondad triunfante, de  
la justicia erguida.
  Donde la voz alcance la libertad del  
sueño;para entonces, quisiera que fueras  
bueno y grande,que tu conciencia fuera, no 
 de un hombre, de un pueblo,pero que tu  
grandeza fuera la cosa tuya y tu bondad  
la cosa tuya y de mi recuerdo.
  Tú eres el hombre, hijo, de la hora  
esperada,pero, si has de creerme, la bondad es 
 lo cierto,y para poseerla, precisa ser valientes; la bondad es lo dulce del valor y el respeto.
  Si alguien te pide tu sabiduría, dásela, aunque se niegue a creer en tu credo; si alguien te pide un pedazo de pan, dáselo y no preguntes bajo qué tienda va a  
comerlo;si alguien te pide tu amistad, dásela, aunque no piense como tu  
pensamiento;si alguien te pide agua, 
dásela y no preguntes si va a regar su  
huerto,si va a calmar su sed, si va a lavar  
sus manos,si va a ponerla en tierra para 
 hacer un espejo.
  Para el bueno, la idea tiene el ancho del 
 mundo y un pan es del tamaño del hambre 
 de un hambriento.
  Como si fueras cristal,realízate por  
dentro,como si un mundo de miradas te  
estuviera mirando,como si el pueblo tuyo  
te tuviera de espejo para que se peinaran  
sus hijos la conciencia mirándote el  
corazón entero.
  ¡Ay, la Patria y sus niños!, mientras  
hablo, hijo mío,quiero besar a un niño de  
mi pueblo,con el sol de mi tierra entre sus  
ojos y el amor de mi madre entre mi beso.
  La Verdad, sólo ella en tu conducta, tan solo la verdad en tu cerebro, pero que al corazón le quede algo de las dulces mentiras que te enseño; que en el profundo bosque son verdades las fábulas del tigre y el conejo; que el mundo tiene un pájaro que habla, un agua de oro, el canto de un madero y un corazón que marcha, sin mirar hacia  
atrás,hasta llegar a ellos; que ha de volver, sobre el caballo flaco, con Sancho al lado, el hondo caballero; que el día es del trabajo y del amor la noche, que no hay casa sin pan, que el hombre es  
bueno,que el pez navega por lo azul de agua y el ave vuela por amor al viento.
 
  
Andrés Eloy Blanco 
   
  
  
  
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