Este objeto de amor no es un
objeto puro; es un objeto bello, y creo que eso basta. Bellos son
sus brazos, sus hombros, sus senos; bellos son sus ojos (¡y qué bien
me mienten!)
Deseable, me engaña, o
furtiva, resbala suave, suavemente, con física dulzura, o gravita
hacia un centro más secreto que el alma; o duele con un fuego más
real que el cariño.
Si la beso, no hablo; si la
toco, no creo; y me quedo callado mirándola muy cerca, o me duermo
en sus brazos, o me muero en su espasmo, y en aniquilarme hallo
cierto descanso.