Cuando el año toca a su fin el hombre se hace más amable; en las Navidades se muestra siempre más afable. Se acuerda más del prójimo que en meses anteriores; la risa de sus hijos compensa sus fatigas y sinsabores. Es menos egoísta que en cualquier otra fecha; el espíritu navideño lo embarga y renueva.
En Navidad el hombre es más generoso y tierno; es más servicial, pues lo impulsa el amor fraterno. Por un tiempo se olvida de intereses mezquinos y no busca otro pago que la sonrisa de un niño. Se esfuerza por el prójimo, y a mí me parece que en Navidad es más como Dios quiere.
Si tuviese que pintar el retrato de un hombre, yo esperaría a que venciera egoísmos y odios con los que nada ganaría. No quiero pintarlo mientras trabaja y sólo piensa en el dinero, en largos y pesados días en que se pone a sí mismo primero. No cuando hace muecas de disgusto o desprecio o dolor. Lo pintaría en Navidad, cuando está en todo su esplendor.
Los hombres están en lucha consigo mismos y
son incomprendidos, y hay días en que su lado malo al bueno deja chico. Mas en Navidad la bondad los rige y de
sí mismos se olvidan, abren el corazón de par en par y se dejan de insidias. Yo diría que en Navidad el ser humano se acerca a lo que el Supremo Creador ha dispuesto que sea.
Navidad, oh Navidad, vive siempre en mi pensar. Señor, ayúdame a recordar que cada día es Navidad.