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Las
campanas
Yo las amo, yo las oigo cual
oigo el rumor del viento, el murmurar de la fuente o el balido del
cordero.
Como los pájaros, ellas, tan pronto asoma en los cielos el
primer rayo del alba, le saludan con sus ecos.
Y en sus notas, que van
repitiéndose por los llanos y los cerros, hay algo de candoroso, de
apacible y de halagüeño.
Si por siempre enmudecieran, ¡qué tristeza en
el aire y el cielo!, ¡qué silencio en las iglesias!, ¡qué extrañeza entre
los muertos!
Rosalia de
Castro



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