El libro no era muy interesante, pero entre sus 
páginas había algo de veras interesante. ¡Era una delgada lámina de pergamino 
sobre el cual estaba escrito el secreto de la “piedra de 
toque”!
La piedra de toque era una piedrecilla que podía 
convertir cualquier metal común en oro puro. La escritura explicaba que yacía 
entre miles y miles de otras piedrecillas que se veían igual que ella. Pero el 
secreto era este: la piedra genuina estaría cálida, mientras que las demás están 
frías. Solo había que buscarla.
Así que el hombre vendió sus pocas pertenencias, 
compró algunos suministros básicos, acampó en la playa y comenzó a probar las 
piedrecillas.
Él sabía que si recogía piedras ordinarias y las 
tiraba de nuevo por estar frías, podría recoger la misma piedrecilla cientos de 
veces. Así que cuando sentía que una estaba fría, la tiraba al mar. Invirtió un 
día completo haciendo esto, pero ninguna de ellas resultó ser la piedra del 
toque. Sin embargo él continuó haciéndolo. Recogía una piedrecilla. Fría: la 
tiraba al mar. Recogía otra. La tiraba al mar.
Los días se convirtieron en semanas y las semanas 
en meses. Un día, sin embargo, después del mediodia, recogió una piedrecilla y 
esta estaba caliente. La tiró al mar antes de darse cuenta de lo que hacía. 
Había desarrollado un hábito tan fuerte de tirar cada piedrecilla al mar que 
cuando encontró la que buscaba, la tiró cuando se percató que la última esta 
caliente ya era muy tarde..
Así pasa con la oportunidad. A menos que estemos 
atentos, es fácil fallar en reconocer una oportunidad cuando se nos presenta y 
es igual de fácil echarla por la borda.
Vía Renuevo de 
Plenitud