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        La Abeja y Los Zanganos
 A tratar de un gravísimo negocio
 se juntaron los zánganos un día.
 Cada cual varios medios discurría
 para disimular su inútil ocio;
 y, por librarse de tan fea nota
 a vista de los otros animales,
 aun el más perezoso y más idiota
 quería, bien o mal, hacer panales.
 Más como el trabajar les era duro,y el enjambre inexperto
 no estaba muy seguro
 de rematar la empresa con acierto,
 intentaron salir de aquel apuro
 con acudir a una colmena vieja,
 y sacar el cadáver de una abeja
 muy hábil en su tiempo y laboriosa;
 hacerla, con la pompa más honrosa,
 unas grandes exequias funerales,
 y susurrar elogios inmortales
 de lo ingeniosa que era
 en labrar dulce miel y blanda cera.
 Con esto se alababan tan ufanos, que una abeja les dijo por despique:
 «¿No trabajáis más que eso? Pues, hermanos,
 jamás equivaldrá vuestro zumbido
 a una gota de miel que yo fabrique».
 ¡Cuántos pasar por sabios han querido con citar a los muertos que lo han sido!
 ¡Y qué pomposamente que los citan!
 Mas pregunto yo ahora: ¿los imitan?
 
 Fácilmente se luce con citar y elogiar a los hombres grandes de la Antigüedad;
 el mérito está en imitarlos
 
 Tomás de Iriarte                |