LA MIRADA DE JESÚS
Siempre tuve la incómoda sensación de que el deseaba que lo mirara a los ojos...
cosa que yo no hacía. Yo le hablaba pero desviaba mi mirada cuando sentía que el me estaba mirando.
Yo miraba siempre a otra parte. Y sabía por qué: tenía miedo.
Pensaba que en sus ojos iba a encontrar una mirada de reproche
 por algún pecado del que no me hubiera arrepentido. 
Pensaba que en sus ojos iba a descubrir una exigencia;
 que había algo que Él deseaba de mí. Al fin, un día, reuní el valor suficiente y lo miré. 
No había en sus ojos reproche ni exigencia.
Sus ojos se limitaban a decir: "Te quiero". 
Me quedé mirando fijamente durante largo tiempo. Y allí seguía el mismo mensaje: 
"Te quiero". Y, al igual que Pedro, salí fuera y lloré
Lunasol
  

