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    PALABRAS QUE  CURAN   Por  qué los pensamientos negativos pueden enfermar y por qué las palabras pueden  resultar terapéuticas.Desde que éramos chicos, nuestras madres nos curaban  de los golpes con una caricia y la frase mágica "sana, sana, colita de rana",  nuestras tías y abuelas siempre tenían un "tecito" especial para el dolor de  panza o de cabeza, y ya en el colegio aprendimos a cruzar dedos, hacer nudos y  ponernos ropa "que nos trae suerte" antes de un examen o una negociación  conflictiva.
 Creemos firmemente que estos conjuros nos ayudan a disipar el  dolor y salir venturosos de situaciones difíciles. Y también evitamos pasar por  debajo de una escalera, esquivamos a los gatos negros, si nos dan un número  preferimos que no sea el 13 y ni hablar de romper un espejo: ¡son siete años de  desgracia! En esto no creemos. Pero, por las dudas.
 En el imaginario  popular, ciertas circunstancias, objetos, palabras y pensamientos están  infundidos de poderes e intencionalidades (a veces benignos, y otras maléficos),  que recaerán indefectiblemente sobre nosotros. Se podría pensar que este tipo de  ideas son típicas de las personas con baja formación cultural. Sin embargo, el  que esté libre de ellas, ¡que tire la primera piedra!
 La ocurrencia de  rituales y supersticiones es casi universal. Los rituales son aquellas cosas que  hacemos habitualmente y que, a diferencia de la rutina, nos reconfortan y nos  dan seguridad (por ejemplo, hay quien se ducha antes de acostarse y quien lo  hace cuando se levanta).
 En cuanto a las supersticiones, la mayoría se  originaron en tiempos inmemoriales y tenían una función social. Por ejemplo, el  hábito de apoyar el salero en la mesa y no pasarla de mano en mano tiene su  origen en que la sal era utilizada como moneda de cambio y entonces derramarla  era un sacrilegio.
 Del mismo modo, los condenados a la horca pasaban antes  por debajo de una escalera. Presagio de muy mala suerte en su momento. Pero ¿por  qué perduran estas ideas en la sociedad actual?" Las supersticiones son estados  anímicos en los que se generan creencias a las que, aún siendo contrarias a la  razón, se les otorga crédito", señala el terapeuta Enrique Novelli, de la  Asociación Psicoanalítica Argentina.
 Más que en explicaciones lógicas, este  crédito está fundado en vivencias afectivas. Y así objetos, animales, personas,  palabras y actos se consideran promotores de suerte y bienestar, o de  calamidades.
 El psicoanálisis, mediante el estudio de las obsesiones, ha  descubierto que "la esencia de las supersticiones es el efecto de la represión  que al recaer sobre un impulso generador de un afecto cualquiera, genera  angustia", señala el especialista.
 Una vez que la angustia irrumpe en la  conciencia, las razones que la provocaron se diluyen. Y cuando se intenta darle  una explicación, generalmente la asocia a situaciones, actos y palabras. De este  modo, esas circunstancias o cosas pasan a considerarse peligrosas, es decir,  promueven estados de angustia.
 "Es como si funcionáramos con dos  pensamientos -grafica Novelli-. Por una parte está el pensamiento racional, y  por otra, los restos de ese pensamiento arcaico, de carácter mágico. El primero  se ajusta a la lógica formal, en tanto el segundo queda adherido a las vivencias  y las sensaciones que ellas promueven y que son las que le otorgan credibilidad.  "
 La medicina conoce desde sus inicios el poder del efecto placebo (que en  algunos medicamentos, como las drogas para combatir la disfunción sexual, pueden  explicar hasta el 50% del éxito de un tratamiento) . Y hoy, desde la  psico-neuroinmunología, muchos malestares se podrían explicar por las conexiones  nerviosas que generan los pensamientos negativos y terminan provocando una baja  en las defensas, lo que a su vez facilita la aparición de la enfermedad.
 Pero así como hay pensamientos que enferman, la palabra, en un contexto de  contención, es terapéutica. Algunas investigaciones en neurociencias  descubrieron, por ejemplo, que quienes se analizan y trabajan con el poder de la  palabra logran cambios químicos en las sinapsis (conexiones en las neuronas).
 Sigmund Freud tenía razón: hay palabras que curan y pensamientos que matan.
 
 María Naranjo
          
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