Habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
Romanos 8:15
Jesús le dijo:… vé a mis hermanos, y diles: 
Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.
Juan 20:17
Dios nuestro Padre
Uno de los tesoros más grandes que Jesús 
nos trajo es el de darnos a conocer a Dios
 como nuestro Padre. A ese respecto, escuchemos 
el testimonio de Gulshan Sayed, una joven paquistaní,
 después de su encuentro con Jesucristo por medio 
de la fe:
 «Para hablar a Dios podía utilizar una expresión 
nueva: “Mi Padre”. Veía a Dios bajo un nuevo aspecto.
 Sí, él era el Ser supremo, pero también era mi Padre.
 –¡Cuán bueno eres al ser mi Padre!,
 decía yo durante la noche. 
Y me sentía reconfortada por un amor inefable que 
llegaba hasta el fondo de mi ser. 
El antiguo temor de que Dios se disgustara 
conmigo por alguna razón había desaparecido».
Cuando estaba en la tierra, Jesús, el Hijo unigénito
 de Dios, vivía constantemente en la intimidad, 
el amor y la ternura de su Padre.
 Ahora quiere compartir con nosotros ese amor 
paternal (Juan 17:23). 
Si no acudimos a Dios el Padre por medio de Jesús, 
siempre permaneceremos lejos de él (Juan 14:6). 
Cuanto más aprendamos a conocer a Jesús,
 tanto más descubriremos al Padre. 
Invocar a Dios como Padre es ser consciente del 
respeto y la obediencia que se le deben. 
Tal obediencia es el medio de prueba de nuestra fe 
en Dios y de nuestro amor por el Padre. 
Pero también tenemos la feliz seguridad de que 
Jesús dijo: “El Padre mismo os ama, 
porque vosotros me habéis amado,
 y habéis creído que yo salí de Dios” (Juan 16:27).