La imagen de tu presencia esta siempre
 detrás de mis ojos;
 en todos los acontecimientos importantes de mi vida,
 en todas las decisiones que he tenido que tomar,
 en todas mis alegrías y en todos mis anhelos, 
siempre estás conmigo.
 Eres como el eje que guía mis pasos.
 Papá, tú eres la frontera de mis actos
 cuando salgo con mis amigos,
 eres el reglamento que se pregona en casa y 
que viene a mi memoria en el momento
 en que más te necesito. 
En ese sentido siempre estás conmigo,
 pues eres la solución a todo lo que 
a mí me parece imposible. 
Eres el modelo que a veces 
critico por fuera, pero que
admiro por dentro; 
eres como el control que a veces 
hecho en cara cuando me creo toda un mujer, 
pero que luego las circunstancias 
me demuestran que realmente te necesito. 
Eres el modelo fuerte, cariñoso, sabio, conocedor,
solucionador de problemas.
 Muchas veces te veo serio y adusto, 
pero otras tantas alegre y risueño, 
pero siempre con la misma actitud 
de padre cariñoso y comprensivo. 
Eres el padre que siempre tiene tiempo
 para mí y todo lo que
me parece importante
 siempre te interesa. 
Eres la voz de mando, paciente y tolerante,
 pues nunca contradices las opiniones
 de los demás, sino que dejas
que cada quién manifieste su punto
 de vista sin imponer tus propias ideas. 
En eso te complementas muy bien con mi mamá. 
Eres el padre que conoce siempre 
los peligros antes que yo,
 eres quien me alerta, me previene
 y me pone en guardia. 
Eres quién lee en mis ojos lo que a veces
 quiero ocultar y adivina de mi corazón 
lo que no quiero mostrar a nadie, y así, 
me vas enseñando poco a poco a crecer. 
Papá, cuando triunfo en algo,
 te alegras como si fuese un
logro tuyo, y con tu ejemplo, no me dejas
 que me envanezca, comprendiendo
 siempre que es fruto de mi esfuerzo y 
en función de ello lo mides, enseñándome 
que siempre hay que dar gracias a Dios, 
pues es de él de quién se recibe la ayuda necesaria. 
Cuando fracaso en algo, no me recriminas
 ni me acusas, al contrario, me orientas para 
comprender que hice mal, y con tu ejemplo,
 me muestras el rayito de luz que me permite seguir
adelante, por el huequito que ha dejado 
Dios para que me reconstruya. 
No recuerdo que jamás me hayas 
abandonado a mi suerte, pero tampoco quitas 
todo lo que me rodea en mi radio de acción para
 que descubra por mi misma las piedras del camino. 
No me atas las alas, me enseñas a volar, 
no me amarras
los pies, me enseñas a caminar, 
no me construyes el edificio, 
me pones los cimientos y me enseñas 
a usar las herramientas constructivas. 
No me educas a la antigua, pero tampoco
 me dejas hundir en el modernismo desenfrenado. 
No me impides divertirme, pero me haces
 entender los niveles, 
los muros que llevo dentro 
para cuando sea necesario 
oponerme y defenderme. 
Siempre buscas la manera de que 
nuestras vidas encajen, 
eres un hombre con cubierta dura,
 pero con una húmeda ternura que ablanda. 
Eres ese hombre que parece inflexible, 
tenaz, inobjetable, pero por dentro
 llevas incrustado el oro en el corazón y
las pinceladas de cielo en las ilusiones. 
Papá eres como un lazo que esta
 vinculado a mi vida, 
te quiero mucho y te admiro más, 
pues la carga que llevas es pesada 
y nunca te quejas, sino que la llevas 
como un honor confiado
por Dios. 
Estoy orgullosa de ti y le doy gracias
 a Dios por que seas mi padre.