|   Él  necesitaba un hijo.  La  enfermera acompañó a un joven cansado y ansioso hasta la cama de un hombre  mayor.  Su hijo está aquí, le susurró al paciente.  Tuvo que repetir esas  palabras varias veces antes que los ojos del paciente se abrieran.  Estaba bajo  los efectos de un fuerte sedante debido al dolor por su ataque al corazón, y  veía confusamente al joven parado en el exterior de su carpa de  oxígeno. Extendió  su mano y el joven la tomó firmemente con las suyas, transmitiéndole un mensaje  de aliento.  La enfermera trajo una silla al lado de la cama. Toda la noche el  joven estuvo sentado sosteniendo la mano del anciano y dándole suaves palabras  de esperanza.  El moribundo no decía nada y mientras se sostenía firmemente de  su hijo. Al  acercarse la madrugada, el paciente murió.  El joven puso sobre la cama la mano  sin vida que había estado sosteniendo y fue a notificar a la enfermera.  El  joven esperó, mientras la enfermera hacía lo necesario.  Cuando concluyó su  tarea, la enfermera comenzó a prodigar palabras de consuelo al joven.  Pero él  la interrumpió. -¿Qué  era ese hombre?, le preguntó. -Yo  creí que era su padre, contestó la sorprendida enfermera. -No,  no era mi padre, contestó él, nunca antes lo había visto. -¿Por  qué, entonces, no me dijo nada usted cuando lo llevé hasta él?, le preguntó la  enfermera. -Él  replicó, Yo también sabía que él necesitaba a su hijo, y su hijo no estaba  aquí.  Cuando me di cuenta que estaba demasiado enfermo como para distinguir si  yo era o no su hijo, comprendí cuánto me necesitaba. Colosenses  3:12 -1512.  Por tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, vestíos de profunda  compasión, de benignidad, de humildad, de mansedumbre y de  paciencia,
 13.  soportándoos los unos a los otros y perdonándoos los unos a los otros, cuando  alguien tenga queja del otro. De la manera que el Señor os perdonó, así también  hacedlo vosotros.
 14.  Pero sobre todas estas cosas, vestíos de amor, que es el vínculo  perfecto.
 15.  Y la paz de Cristo gobierne en vuestros corazones, pues a ella fuisteis llamados  en un solo cuerpo; y sed agradecidos.
 Fuente:  Aguas Refrescantes, Editorial UNILIT            |