Resuena  en las amapolas del cielo
mis  historia de piedra dormida,
desde  el suceso inmemorial de los crepúsculos.
Prolongo  mares de árboles
besando  el camino sin término.
Entrego  a la vida mi sombra
de  calle tranquila;
-balcón  en la ciudad de los arabescos inusitados-.
Amo  la línea que se escucha,
como  el color inicial de la aurora, traduciéndose
en  la palabra del hombre
o  en la palabra roja del trueno.
Majadería  de niño, que lanza su honda al espacio,
camina  mi balbuceo discontinuo
creciendo  del mar y del sol su mariposa.