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  Mi Gente Bella...         La lengua es un arma poderosa.  La calumnia usa ese poder para hacer mucho  daño.   Antes de hablar de otro, pensemos, si te  gustaría que hablen así de nosotros.  No hablemos de alguien que no esté
 presente para defenderse.   Hablar de los demás es una práctica  común, incluso aunque se tenga muy  poca base y no tengamos argumentos,  emitimos juicios en contra de las  personas sólo por simples sospechas  o por comentarios aislados, generados  muchas por personas rencorosas y  frustradas que se sienten aliviadas  hablando mal de los demás.    La maledicencia, la calumnia y el chisme  se ha convertido en el deporte favorito  de muchos.    Hay gente que se pasa horas hablando   o murmurando de otras personas, y muchas  veces sin darse cuenta del error que están  cometiendo, y lo peor es que ellos  juran que no son chismosos.   Cuando se genera un rumor, la bola va  creciendo y cada persona por la que pasa  va añadiendo algo de su propia cosecha y  el mensaje original se ha convertido en  algo irreconocible.   La estructura del chisme lo conforman:  el chismoso, el receptor de la habladuría y la  víctima.   El que murmura hace daño a tres personas,  a él mismo, al que escucha sin desmentir  al hablante, y a la persona de quien  se murmura.   La calumnia, ésta es considerada como  un modo de difamación que destruye a  la persona afectada, no sólo por las heridas  que produce, sino por la dificultad de repararlas.  Aunque a uno le importe poco la opinión ajena,  la calumnia abre las puertas a la duda.    La calumnia tiene su mejor cómplice en el  “piensa mal” y hace tambalearse hasta las más  firmes convicciones acerca de la rectitud o  la honradez de una persona.     Les envio un caluroso abrazo.      Irmelena...    
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